Granada: catarsis madridista con bronca entre Santamaría y Di Stéfano
En la temporada 1959-1960, el Madrid marchaba líder cuando, en la jornada 26ª, visitó el Camp Nou. Ganó el Barça 3-1, con lo que le igualó a puntos. En el Bernabéu, había ganado el Madrid 2-0. Igualados, pues, en el goal average particular, el Barça se puso líder por el general. Tenía 75 marcados por 27 encajados; el Madrid, 82 contra 33. En la época, no contaba la diferencia, sino el cociente. A falta de cuatro jornadas para el final, el Madrid se encontraba con un divisor muy alto, 33 frente a 27 del Barça. En el supuesto, que se dio, de que los dos ganasen los cuatro partidos restantes, el Madrid necesitaría, tanto o más que marcar muchos goles, mantener su portería a cero.
Bernabéu se puso de un humor de perros. El curso anterior, el Barça, con Helenio Herrera de técnico, había ganado la Liga. Y también la Copa, eliminando al Madrid en semifinales, ganándole la ida 2-4 y la vuelta 3-1. El Madrid enmendó todo eso ganando la cuarta Copa de Europa, lo que le permitió participar en la quinta. Pero perdió a Kopa, que decidió volverse a Francia. Fichó a Didí, pero no resultó. Quería el balón al pie, entretenerlo, y lanzar en largo a los otros. Para Di Stéfano, partidario de un fútbol dinámico y de trabajo total, eso era inasumible. “¡Yo era el delantero centro y tenía que alimentar de balones al interior! ¿Dónde se ha visto eso?”. Empezando la segunda vuelta, Didí dejó de jugar. En la Copa de Europa no jugó ni un partido. Su fracaso arrastró el prestigio del entrenador, Fleitas Solich, que lo había traído. Fleitas Solich era paraguayo pero venía de Brasil, en cuyo fútbol se consideró puntero entonces, por el Mundial 58.
Tras ganar 1-0 al Valladolid en casa (se estropeó más el goal average porque en la misma fecha el Barça ganó 0-3 al Betis a domicilio), el Madrid viajó a Granada. La obsesión era no encajar goles. Marcar los más posibles, pero sobre todo no encajar. El Granada había sido finalista de Copa el año anterior (derrotado precisamente por el Barcelona), pero ahora estaba apurado, cuarto por la cola. El partido atrajo gente de toda Andalucía, particularmente de Málaga, en su mayoría madridistas. El campo, lleno a reventar, estaba dividido casi mitad y mitad entre partidarios de uno y otro. El Granada tiene una prima de 10.000 pesetas del propio club, pero en el vestuario aparece, media hora del partido, un enviado del Barça con un maletín. Lo abre y muestra otras 20.000. Prima extra si ganan.
El mismo día del partido se hace público el fichaje del bético Del Sol por el Madrid. Vendrá a ocupar la plaza de Didí, que está en trámites de venta. Su mujer terminó de ahorcarle al fabular, en una colaboración de prensa para Brasil, que la prensa de Madrid ponía mal a su marido porque todos los jugadores pagaban a los periodistas locales menos él, lo que ya fue el acabose. Del Sol no podrá jugar los partidos que quedan de Liga, pero sí la Copa y la Copa de Europa, en cuyas semifinales espera el Barça. De momento, el puesto de Didí lo está ocupando Pepillo, jugador de exquisito regate, pero más apto para el gol y la filigrana que para la pelea. Con Pepillo y Puskas de interiores, a Di Stéfano se le multiplicaban las obligaciones.
El Madrid sale como un trueno. Di Stéfano marca en el minuto 2, Puskas en el 8’. La tarde huele a gran goleada. Pero el Granada se rehace, manda, marca en el 18’ y repite en el 26’. Dos a dos. Han sido dos jugadas elegantes, bien armadas, pero Di Stéfano estima que los de atrás pudieron hacer más. Cruza reproches con Santamaría, que no admite que el nueve se entrometa en lo que pasa atrás. El convenio entre ambos era que Santamaría mandaba atrás y Di Stéfano, de media para adelante. Y acusa a la delantera de no apoyar en el medio campo, lo que era cierto para todos menos para Di Stéfano:
Santamaría y Di Stéfano fueron íntimos amigos antes y después de aquello
—¡Vos ocúpate de los de arriba, que acá me ocupo yo!
El vicepresidente Muñoz Lusarreta, que ha acudido al partido y se lo olía, baja al vestuario y se encuentra una escena tremenda, con los dos gritándose y Fleitas Solich achicado, sin intervenir. Vuelven al campo enfadados.
En el 72', Di Stéfano, que baja con frecuencia a socorrer atrás, coge el balón y arranca hacia arriba. En el círculo central le salen dos contrarios, la pierde, el balón sale rebotado y le llega a Arsenio, que le pega duro desde lejos. El meta madridista, Domínguez, está adelantado y el balón le pasa por encima. Es el 3-2. Ya no es que corra peligro el goal average, ahora lo que está en juego son los puntos.
(Arsenio era El Brujo de Arteixo, que tantos años más tarde sería artífice, a medias con Lendoiro, del Superdépor, y luego, por pocos meses, entrenador madridista).
El Madrid tiene una reacción de las suyas. Al minuto marca Puskas el 3-3. En el 87', tras un largo acoso, Marquitos remata a la salida de un córner y el balón pega en el pie del local Méndez y entra. Final, 3-4. El Madrid ha ganado, pero con otros tres goles en el divisor. En el vestuario se enteran de que el Barça ha salvado la difícil visita del Valencia ganando 2-1. Quedan solo dos jornadas.
Todo el mundo queda de mal humor. El Granada lo ha visto ganado, ha perdido por un autogol y han volado 30.000 pesetas. Su entrenador, Cholín, se queja de todo. El Madrid no deja entrar a los periodistas en el vestuario, práctica entonces común. Incluso quitan el picaporte de fuera. Se oyen gritos. Di Stéfano se enfurece más cuando Domínguez, en respuesta a su bronca por el gol de Arsenio, se encoje de hombros y le dice que así tiene uno nuevo para su colección, porque ese no se lo habían metido nunca. Al fin sale a atender a la prensa un Fleitas Solich al que se ve descompuesto. Dice que lo importante era ganar, no el goal average, pero todo el mundo sabe que no es así, que el Madrid había ido, sobre todo, con la obsesión de no encajar.
Muñoz Lusarreta le hace un informe escrito a Bernabéu de lo ocurrido. Bernabéu decide echar a Fleitas Solich y colocar como entrenador a Miguel Muñoz, jugador del club hasta un año antes y entrenador del Plus Ultra (el filial) en ese curso. Pero la Liga está decidida: Madrid y Barça ganarán los dos partidos restantes, y sin encajar gol. El Barça gana por un cociente de 3,07 (86/28) frente al 2,55 (92/33) del Madrid.
Bernabéu escribe a uno de sus antecesores, Santos Peralba, del que se solía aconsejar. En la carta (publicada en el tomo 8 de la colección de As sobre los Cien Años del Madrid), se le nota deprimido. Considera a Di Stéfano el mejor, pero cree que se agota por querer hacerlo todo, y a su manera. Se culpa del fracaso de Didí y de Fleitas Solich. Piensa que a Puskas le hacen el vacío, que Gento quiere que juegue Rial. Lamenta no haber podido contratar a Helenio Herrera (al que no cita, pero alude en la carta). Piensa que el club necesita hombres del brillo de los Kopa, Didí o Puskas para mantener las recaudaciones y el caché en los amistosos, pero tiene la impresión de que la vieja guardia dinamita esas adquisiciones.
Y sin embargo….
El partido de Granada se jugó el 3 de abril. Ese mismo mes, los días 21 y 27, Barça y Madrid se enfrentan en las semifinales de Copa de Europa. Ya está Del Sol de interior derecho. Infatigable, ahorrará trabajo a Di Stéfano, que gracias a él volverá a acercarse al gol. También entra el joven y rapidísimo lateral Pachín. El Madrid elimina al Barça, ganándole los dos partidos, 3-1 y 1-3, con un Puskas estelar. Luego ganará la Quinta, en Glasgow, al Eintracht, 7-3. Pentacampeones. Y a la vuelta del verano, la primera Intercontinental, tras un 5-1 al Peñarol. En la cima de la gloria.
Granada desencadenó la catarsis, en forma de bronca entre Santamaría y Di Stéfano, íntimos amigos antes y después de aquello.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.