Tigres se proclama campeón de la liga mexicana en los penaltis
El equipo de Monterrey cayó (4-1) con Pumas, que llevó el partido a la prórroga y forzó la tanda de penaltis. La escuadra de la UNAM había perdido (3-0) en la ida
En un partido cardiaco, no apto para enfermos del corazón, Tigres se proclamó campeón. Desde el principio, el Tuca Ferretti quiso meter la final de la liga mexicana en el congelador, aprovechando el abultado marcador de la ida (3-0) y el gesto de abuelo tacaño casi le cuesta el título. Pumas, que cargaba una losa, aprovechó la racanería de Tigres para empatar la eliminatoria hasta en dos ocasiones y jugarse el campeonato a la ruleta de los penaltis. Allí claudicó, desfondado como estaba el equipo capitalino, intimidado ante un gran Nahuel Guzmán. Ferretti, que traía en la oreja un pinganillo como símbolo de progreso aunque su fútbol demostró ser cavernario, por fin respiró tranquilo.
La superioridad de Tigres el jueves pasado hacía pensar que la remontada de los muchachos de la UNAM era poco más que una utopía. El comienzo del partido dio a entender que iba a ser así. Tigres, muy replegado atrás, se limitó a buscar con balones largos a Gignac, el último soldado vivo de la batalla de Puebla. Aquino y Damm, en teoría dos extremos, defendían como laterales. Falto de ideas, Pumas no encontraba la rendija por la que colarse. Si alguien hubiera abandonado la función a mitad de la primera parte nadie podría culparle de nada. En ese momento parecía lo más inteligente.
Fue la confusión lo que agitó el partido. En un balón al área desde la derecha, el portero Nahuel salió a por la pelota sin ver que a la derecha le llegaba Britos, un incordio durante toda la noche. La bola salió rebotada en ese choque y Eduardo Herrera, que hasta ese momento había estado desaparecido, la empujó a gol. Era el minuto 44 y los del DF se iban al vestuario más animados que nunca. Por fin había algo que echarse a la boca.
Tras el descanso, a Pumas, con toda la pista hacia adelante, controlado Gignac por un Verón soberbio, no les quedó otra que irse al frente. En un centro de Fidel Martínez, que salió en la segunda parte para darle más profundidad a su equipo, Britos remató a gol. El uruguayo fue el más incisivo de Pumas, que como buen charrúa negó una y otra vez la derrota. Con el segundo gol, los de la UNAM veían cerca el empate pero las piernas les dijeron otra cosa. El Tuca quitó a Sobis y a Damm, sus apuestas más ofensivas, e introdujo a un defensa y un centrocampista. Los cambios dieron resultado. Llegó el sopor.
El guión tenía drama (la muerte en la orilla de Pumas) y épica (el gol definitivo del mejor jugador de la liga), y ese parecía un buen final. No lo fue.
El partido entró en un punto muerto que solo podía deshacerse a balón parado, y así fue. A cuatro minutos del final, Torales cabeceó a gol a la salida de un córner. 3-3. Quedaba el descuento por delante y la final parecía de los Pumas. Con el impulso eléctrico de la remontada se fueron arriba y Fidel tuvo el gol de cabeza. Un fantástico Nahuel la sacó cuando ya era un hecho. El balón quedó en el área, saltando como un conejo, y Eduardo Herrera se lanzó a cazarlo. Por el camino se llevó a un defensa de Tigres, y así se ganó la segunda amarilla. Demasiado castigo para un delantero que solo estaba buscando el gol, que al fin y al cabo de eso se trata su oficio.
En la prórroga, con uno más, Tigres se estiró. Comenzó a asediar la portera de los Pumas. Pikolín, hasta entonces un espectador, comenzó a tener trabajo. En el 102, después de varias ocasiones claras, Gignac bajó un balón en el área, dejó clavado a su par tras revolverse y fusiló al arquero. La final parecía sentenciada. El guión tenía drama (la muerte en la orilla de Pumas) y épica (el gol definitivo del mejor jugador de la liga), y ese parecía un buen final.
No lo fue porque los Pumas son impredecibles, inclasificables como especie. Cuando parecían muertos, resucitaron. Tigres se quedó con diez por expulsión de Hugo Ayala a cinco del final. Poco después, Pumas volvió a empatar. El asunto se iba a definir en los penaltis. Nahuel entonces se hizo enorme ante los desgastados Pumas, y los jugadores de Tigres clavaron los cuatro que lanzaron. Ferretti no pagó su mezquindad porque el portero argentino estuvo soberbio. El susto no se lo quita nadie. Gloria a Tigres, réquiem para Pumas.
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