Messi y los espejos rotos
Centenares de niños extranjeros siguen a la espera de regularizar su situación para poder jugar a fútbol de acuerdo a la normativa FIFA
“¡Alagi Spain!”
Cuentan que las casas en Sare Futa, un pequeño pueblo en el Central River de Gambia, son las típicas redondas con los techos de paja. Que en el poblado no hay luz y, por supuesto, tampoco agua corriente. Que es pretencioso llamar calles a los senderos por donde pasan los carros tirados por burros. Que la gente se dedica a labrar la tierra. Y en los atardeceres, que no tienen nada de poéticos, los chicos juegan descalzos al fútbol. Uno de ellos, Alagi, a quien no le adivinaba más futuro que el de cosechar arroz y cacahuetes, le pidió a Marta, una chica catalana que en su tiempo libre ayuda en África, que se lo llevara a estudiar a España. El trámite de acogida para su escolarización tardó cerca de un año y hoy hace ya casi dos que Alagi, de 10 años, está en Cataluña. Sigue jugando al fútbol por las tardes, ahora en el AE Santa Susana los lunes y miércoles. Sin embargo, los fines de semanas se queda fuera de los partidos. No tiene ficha. La normativa FIFA es exigente con los menores extranjeros. Y, la burocracia, no se anda con sentimentalismos.
“¿No puedo jugar porque soy negro?”, “Por qué mis amigos juegan y yo no?”, le cuestiona Alagi a Marta. Su caso no es una excepción en Cataluña. A principio de temporada se estimaba que eran cerca de 3.000 niños extranjeros en una situación similar; la Federación Catalana (FCF) los cifró en 990. Hoy, desde el organismo aseguran que solo quedan unos 60 menores por regularizar. La Federación Española no lleva el control de las licencias y delega en las autonómicas, aunque estima que son entre 400 y 500 los chicos con la misma problemática. Y en la andaluza, otra de las más representativas de España, cifran en 116 a los menores extranjeros pendientes de autorización.
El mercadeo
“¿Y si la federación le hace la ficha a un niño que ha llegado al país como consecuencia del tráfico de menores?”, cuestiona Andreu Subies, presidente de la FCF. La Comisión Europea alertó a la FIFA sobre el peligro de mercadeo con menores en el fútbol. Y el máximo organismo tomó cartas en el asunto. La normativa indica que un club puede realizar transferencias de jugadores internacionales mayores de 18 años, y si la transferencia se realiza en territorio de la Unión Europea o del Espacio Económico Europeo deben ser mayores de 16. También se puede fichar a un menor si sus padres se mudan por motivos no relacionados con la pelota o si la casa del chico y su familia está a menos de 50 kilómetros de la frontera nacional respecto de su nuevo club.
“Tenemos la obligación jurídica de cumplir con la normativa que impone la FIFA. Nadie dice que el niño no puede jugar, solo se necesitan unos papeles”, explica el presidente de la catalana. La normativa española establece que los menores extranjeros de entre 10 y 18 años deben presentar hasta 22 documentos para inscribirse en su nuevo club: la partida de nacimiento, el contrato de sus padres o un certificado explicando los medios económicos de la familia para vivir y hasta una declaración del chico o chica en el que explique sus motivaciones para inscribirse. “Es burocrático, lo sé. Yo sufro por los chicos, pero tenemos que exigir que sea así. No podemos correr el riesgo de que haya tráfico”, remata Subies.
“Le he explicado muchas veces que tenemos que presentar muchos papeles, que su caso tiene que pasar primero por la Federación Catalana, luego por la Española y después por la FIFA. Le pido que tenga paciencia… y, a veces, cuando miramos las noticias y vemos a la gente que intenta llegar a Europa en pateras le digo: ‘Alagi tú has tenido suerte, aprovecha tu oportunidad y estudia”, cuenta Marta. A partir del 25 de enero de 2016, Alagi podrá jugar oficialmente con el AE Santa Susana. El 26 de octubre, en Cataluña se oficializó una Ley que admite a los extranjeros nacionalizados y/o ciudadanos con dos años de residencia a acceder a una ficha provisional que les permite jugar. Al margen de Cataluña, la FIFA exige acreditar cinco años de residencia ininterrumpidos a los menores no comunitarios.
Alagi ya cuenta los días. Como él, en enero podrá reaparecer un chico con mucho más escaparate: Lee Seung-woo. Y lo hará con la camiseta del Barça. Al margen de su talento, no es uno más: su ficha fue el desencadenante de la investigación y posterior sanción al club azulgrana, que dejó en el ojo de la tormenta a la Masia. El surcoreano, que ahora se encuentra en su país (la FIFA no permite residir en el país a menores con irregularidades en su contratación), cumplirá 18 años el 6 de enero. También se sumará SeungHo Paik, habitual en los entrenamientos de Luis Enrique, que ya cumplió 18 años en marzo. Pero el Barça no pudo inscribirlo (como a Aleix Vidal y a Turan). “Salir de casa e irte a un equipo muy lejos supone una experiencia traumática para el chico: es un desarraigo familiar, social, y, en muchos casos, incluso cultural. Cuando no juegan se comen la cabeza, se deprimen y pueden canalizar mal su frustración. Les pasa factura también a nivel escolar: no se pueden centrar”, analiza José Carrascosa, psicólogo del deporte, con experiencia en las escuelas del Valencia y del Levante.
“La ilusión o inquietud del niño se la estás amputando. ¿En función de qué? ¿De una normativa FIFA? ¿Qué sentido tiene?”, vuelve Carrascosa; “es como si tienes una inquietud musical y no te dejen tocar un instrumento por ley. Estamos hablando del desarrollo integral como persona en la sociedad del siglo XXI. Se les impide desarrollar sus inquietudes e ilusiones. ¿Por qué no puede jugar? ¿Porque es de fuera, eso se justifica en una sociedad multicultural?”. Los dos surcoreanos ya están en la recta final de su cautiverio futbolístico. Ellos dos, más el francés Theo Chendri, que ya se estrenó con el Barça B, son los únicos sobrevivientes en el Barça tras la sanción del máximo organismo del fútbol. El resto de los chicos dejaron la Masia. El espejo de ser el nuevo Messi se rompió.
Los estudios y el futuro
“Alagi Spain”, le pidió, a su manera, a Marta. Hoy Alagi está en Cataluña. Aunque tiene problemas con las matemáticas (“son muy abstractas; por no haber jugado con juguetes educativos y no asistir a la escuela desde pequeño, le cuesta pillar la lógica, pero lo conseguiremos”, dice Marta), estudia inglés dos veces a la semana, habla catalán y español. Todavía no puede jugar con sus amigos. Ya le falta poco. Le gustaría pegarle a la pelota como Messi y bailar como Michael Jackson, aunque su sueño es más pragmático.
¿Qué quieres ser de mayor?
“Policía. Quiero estudiar para poder trabajar y ayudar a mi familia; algún día me gustaría que mis padres pudieran venir a España”.
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