Un chaval normal con una marca extraordinaria
Van Niekerk, 43,48s en los 400m, estuvo en tiempos de récord del mundo durante 300m
Encajonado en la calle seis entre dos colosos enormes y rapidísimos, LaShawn Merrit, en la ocho, y Kirani James, en la cinco, a Wayde van Niekerk, un chavalito normal con un físico normal, solo le quedaba una solución para salir vivo de la final de 400m. "Correr lo más rápido posible desde la salida", dice. "Mi intención era que no me cogiera Kirani por detrás y que no se me escapara Merrit". No solo consiguió eso, sino mucho más.
Con unos primeros 100m medidos a 10,8s y unos segundos, la contrarrecta, en 9,9s, pasó los 200m en 20,7, una décima más rápido que Merrit, tres mejor que James. Y los 300m, a la salida de la segunda curva, la terrible, los pasó en 31,4s, a ritmo de récord del mundo, mucho más rápido que Michael Johnson (31,66s) cuando en Atlanta 96 lo dejó en 43,18s. Pero, en la última recta, el cuerpo dijo basta.
Tardó 12,10s en correr los últimos 100m y su marca se quedó en 43,48s, la quinta mejor marca de la historia, lo que tampoco está nada mal para un sudafricano del Estado Libre de Bloemfontein del que hasta hacía nada pocos habían oído hablar. Cruzada la meta, se derrumbó. Vomitó. Las asistencias le sacaron en camilla y le transportaron a un hospital, donde recibió el alta pasada la medianoche.
"La marca es extraordinaria, y aún no me la creo, pero siempre corro así, cada 100m es una carrera nueva a tope y sin pensar en la siguiente", dice Van Niekerk. "Y siempre termino así, muerto, lo que pasa es que había tantos médicos en la pista que no me dejaron tranquilo e hicieron el número de la camilla, pero no me pasaba nada. Me acuerdo que conocí a Félix Sánchez [dominicano campeón olímpico en Sidney de los 400m vallas] en Nueva York en unas circunstancias parecidas. Estaba vomitando después de un 400m y se me acercó y me dijo cómo le gustaba mi estilo, tan rítmico, tan elegante, y de paso me dio consejos para gestionar las crisis que provoca la subida del lactato en los 400m...". Y al lado, asiente su entrenadora Anna Soffia Botha, una venerable mujer de 74 años de pelo blanco y hablar calmadísimo, casi lento. "Vi su talento hace cinco años, pero no quise entrometerme porque tenía otros entrenadores. Hace tres, él vino a mí. Para mí, mis atletas son como mis hijos", dice la amable Soffia.
Van Niekerk, la gran sensación de los Mundiales (Bolt aparte) y el primer cuatrocentista famoso de Sudáfrica que no es alto, rubio y amputado y se llama Oscar Historias [Pistorius], cuenta su vida sencilla. "Jugué al rugby y al fútbol y también salté altura, 2, 06m es mi marca", dice. "Mis padres biológicos, Odessa y Wayne, saltaban altura y eran velocistas; mi padrastro, Steven corría fondo y fue él el que me entrenó al principio, y hasta me dejó sus zapatillas. El problema es que estaban decoradas con flores, y todos se reían de mí al principio, pero lo superé", aclara este seguidor del Liverpool: "Aquí todos son del United porque ganaba. Soy de los que nunca son favoritos y dan la sorpresa, como yo".
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