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No hay quien pueda con Froome y una caída descuelga a Contador

El de Pinto se cae en el descenso de Allos y pierde 2m 17s, Van Garderen se retira y los Movistar organizan una batalla con varios frentes, pero el líder es una roca

Carlos Arribas
Alberto Contador después de caerse en la etapa de este miércoles.
Alberto Contador después de caerse en la etapa de este miércoles.C.Ena (AP)

Son los Alpes de Alta Provenza, montañas de piedra gris, pálidas, peladas, desérticas. Es el corazón de la ruta napoleónica hacia el sur por Allos, Vars, Izoard, los grandes puertos. Es el decorado de momentos del ciclismo que los que los vieron de niños por la tele nunca olvidarán. Es el lugar exacto en el que Eddy Merckx se hundió para siempre y para alegría de un agricultor de Borgoña llamado Thévenet que aún se estremece cuando regresa y se pellizca para comprobar, 40 años después, que aquel día de julio del 75 no fue un sueño.

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Son las mismas carreteras en las que TJ van Garderen, que iba tercero y sin saber por qué, quizás víctima de una de las habituales enfermedades que los días de descanso traen consigo, en su caso una migraña dolorosa y aniquilante, comprobó que las fuerzas le habían abandonado intentando acelerar en un puertecillo de tercera bajo el calor que oprime y poco después fue él quien abandonó a sus fuerzas, a su cuerpo, a su alma, y llorando se metió en el coche del equipo, y abandonó el Tour. También por esta comarca, el valle del Ubaye, se cayó Alberto Contador, que había comenzado el día guerrero, como siempre, atacando a Froome y a todos en un segunda a 70 kilómetros de la llegada, y lo acabó como en sus cuatro últimos Tours, con una caída en el descenso del Allos que si no acabó con él sí que lo hizo con sus esperanzas de un doblete que antes ya parecía imposible.

Y fue allí, en la meta de Pra-Loup, justo minutos antes de que la tormenta inundara valle, tierras, carreteras y espíritus y sueños, y tronando espantara a los animales, pobres ovejas, donde ganó la etapa un barbudo de Berlín inesperado, con nombre de eremita, Simon, a juego con su cuerpo magro, sus ojos profundos y su barba pobladísima, y apellidado Geschke; donde Froome aislado fue igual de fuerte en su defensa que el Froome acompañado de sus Sky lo fue en su ataque de los Pirineos; donde, con Contador caído, Alejandro Valverde aceleró para asegurarse el tercer puesto del podio.

Fue allí, exactamente, donde, contemplando el telón de agua oscura que la tormenta formó ante sus miradas, y viéndolo como se mira caer el telón del teatro después de una ópera menor, los periodistas viejos del Tour, los que todo han visto, sentenciaron: este Tour se ha resuelto en un día, en una subida, en la primera etapa de los Pirineos… El resto es propina. No habrá batalla en los Alpes, solo maniobras. Dan una calada a sus gauloises sin filtro, tosen, vuelven a la sala de prensa y escriben, y luchan para encontrar alguna emoción, y adjetivarla.

A por el Alpe d'Huez

“No es eso para nada”, dice Nairo Quintana, quien de blanco se convirtió en un alfiler que no paró de pinchar al flaquísimo amarillo Froome. “Es que no ha habido pendencia suficiente. Ya veremos qué pasa en el alpe d’Huez”. Dice pendencia el colombiano, que significa riña y también significa pendiente. En Allos, donde lo probó una vez, las leyes físicas, las que señalan que la ventaja de la relación peso/potencia de un escalador se multiplica según aumenta el porcentaje de subida, le enseñaron que no iba a ninguna parte.

En Pra-Loup, en el sitio exacto en el que Thévenet adelantó a Merckx sin atreverse a mirarle para que el belga no viera que iba también fundido, tan fundido como la brea de la carretera, volvió a atacar Quintana. Lo hizo a la perico, dejándose caer unos metros y saltando como quien grita ¡sorpresa! Pudo sorprender a Nibali o a Valverde, que se quedaron clavados, pero no sorprendió a Froome, quien cogió su rueda y se fue con él y solo le permitió al fogoso colombiano que luciera su orgullo en el sprint, donde Quintana se desquitó de lo ocurrido en la llegada a Mende.

Faltos de pendiente hacia arriba, los corredores sabían que las diferencias solo se podrían hacer en el descenso extremo de Allos, y Contador, uno de los que han entendido que en el ciclismo moderno un ciclista solo sólo puede ir más rápido que el pelotón bajando, para su desgracia lo comprobó en su cuerpo, en su piel, que se abrasó al caerse en una curva cerrada a derechas. Como en todo el Tour, entre los grandes que la ascensión había seleccionado (Froome, Contador, Nibali, Quintana y Valverde), no hubo deseos de arriesgar en el descenso. Ni siquiera Nibali, quien abría la marcha, intentó exhibir sus dotes.

Cuando se fue al suelo, Contador cerraba la marcha junto a sus compañeros Sagan y Rogers, quien habían escalado antes Allos y le esperaron en la cima. Como se le rompió la bici, tomó prestada la de Sagan.  Bajar Allos después de caerse, como le ocurrió antes al francés Pinot, y en una bici ajena, con diferente reglaje de frenos, fue una tortura que Contador herido superó como pudo, mientras delante Valverde tomaba el mando y aceleraba bajando. Antes de la última ascensión a Pra-Loup recuperó su bici. Subió solo y valiente. Y logró reducir la pérdida a 2m 17s con Quintana y Froome, a 2m 17s con Valverde, feliz con su podio. En la general, el chico de Pinto sigue quinto, a 6m 40s del intocable.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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