Nadal: Radiografía de una derrota
Frente a Brown, 102 del mundo, el ganador de 14 grandes volvió a ofrecer su versión más inerme, sin drive ni saque, ni revés ni resto, sin soluciones ante los momentos críticos
"Creo que lo hice todo bien para preparar este torneo, pero esto es el deporte: momentos buenos y momentos malos. Hoy es un mal día y debo aceptarlo, como lo he hecho durante toda mi carrera". Reflexionaba Rafael Nadal tras caer en la segunda ronda de Wimbledon (7-5, 3-6, 6-4 y 6-4) contra el alemán Dustin Brown. Una derrota que, según reconoció él mismo, responde a que no estuvo al nivel que demandaba la tarde y a que al alemán, un torbellino con rastas, le salió un partido redondo. Fue el propio número 10, ránking que puede perder al concluir Wimbledon, quien desgranó sus errores en un análisis autocrítico. A continuación, algunas de las claves de su eliminación en Londres.
SAQUE. Sobre una superficie como la hierba, el servicio es una herramienta fundamental. Nunca ha sido uno de los fuertes de Nadal, que ante Bellucci ya había flaqueado en este apartdo y ayer le dio vida a su adversario con sus saques. "Los primeros y los segundos han ido a la misma velocidad, y eso no puede ser", decía el de Manacor (su media fue de 165 km/h y el más potente solo llegó a los 199 km/h). El alemán retuvo más puntos en ambos casos (77% y 53%, por el 69% y 46% de él) y firmó más aces (13 frente a nueve). Explotó el resto (26% de sus puntos los ganó con primeras devoluciones) con ganadores cortantes y planos.
RESTO. Nadal tuvo muchos problemas para contener la derecha de Brown. El alemán firmó un total de 50 golpes ganadores, por los 42 suyos. Las devoluciones del español habilitaron las subidas del alemán (85, de las que 49 fueron con éxito; el balear, 26/41) y le ofrecieron bolas francas. "En esta pista te encuentras con rivales que no quieren jugar desde el fondo", matizó; "no puedes cometer errores; de lo contrario les das posibilidades a este tipo de jugadores". Brown rubricó 71 de sus 99 puntos con el saque-volea.
DERECHA. El drive es, probablemente, el aspecto más sintomático en el estado actual de Nadal. Las derechas con efecto que caían a mil revoluciones y hacían recular a quienes estaban al otro lado de la red han desaparecido. Ha perdido ese spin diabólico; ahora hacen poco daño. Sus envíos son más planos, inermes e imprecisos. Ayer, falló paralelos y cruzados claros con el drive y, lo que es menos usual todavía, muchos de ellos se marcharon muy alejados de la líneas.
REVÉS. Otro de los factores que explican la pérdida de la fuerza competitiva de Nadal es su revés. Antes, empuñando la raqueta a dos manos lograba muchos winners, pero en los últimos meses se le caen muchas bolas a la red y ha perdido esos cruzados demoledores. Es más previsible, más lento y menos punzante.
MENTE. Por encima de los detalles técnicos, el propio Nadal admite que las lesiones y los altibajos le han pasado factura en el plano anímico. Atribuye algunas de sus derrotas de este año a una progresiva pérdida de confianza en sí mismo. En la gira norteamericana de cemento admitió sufrir ansiedades y nervios en momentos determinantes de los partidos. Y ayer, tras caer en Londres, volvió a incidir en estos aspectos: "Lo que está pasando es un cúmulo de circunstancias. La principal es que vengo de una situación complicada de lesiones, perdí varios partidos que no debería haber perdido. Hay una época en que uno pierde la fe en uno mismo. A nivel de juego se pueden recuperar cosas… Pero no voy a engañar, hoy es un día duro. Mi trayectoria durante el año estaba siendo ascendente y lo de hoy ha sido un golpe. Me voy a casa con la conciencia tranquila, porque cuando uno hace todo lo que puede no está obligado a más. Seguiremos creyendo que desde el trabajo las cosas se pueden cambiar".
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