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Isabelino Gradín, el primer goleador contra el racismo

El primer pichichi de la Copa América (1916) fue un africano nacido en Uruguay que levantó las protestas de Chile. También se dedico al atletismo, donde ganó nueve medallas

Eleonora Giovio
Isabelino Gradín
Isabelino GradínMuseo de Peñarol

“A Isabelino Gradín, como estrella fugaz, le fueron concedidos tres deseos: que brillara en canchas y pistas, que le cantaran los poetas y que no se le olvidara”, se lee en el Libro de Oro del centenario del Peñarol. Gradín fue extremo izquierdo del club uruguayo durante seis temporadas. Descendiente de africanos de Lesoto, se crio en el barrio de Palermo, en Montevideo, y defendió los colores de Peñarol, de la selección uruguaya y del club de atletismo Olimpia. Fue el primer pichichi de la Copa América (1916), pero, sobre todo, fue el primer jugador negro en la historia de una selección. Enganchado también al atletismo, su otra pasión, ganó nueve medallas en los campeonatos sudamericanos.

Mientras en Europa se combatía la Primera Guerra Mundial, Uruguay rompía barreras jugando con dos negros. Gradín y su compañero Juan Delgado. En el partido inaugural de aquella Copa América, Uruguay goleó a Chile (4-0) y Gradín marcó dos tantos. Algunos directivos chilenos pidieron la anulación del encuentro porque Uruguay “había alineado dos africanos”. No hubo anulación. Uruguay ganó la Copa América y Gradín fue el máximo goleador con tres tantos.

“La suya es una historia que se ha ido contando de generación en generación y que yo, todavía hoy, le cuento a mis hijos. Son relatos sobre su exuberancia física y su fútbol. Isabelino era un superdotado físicamente y tenía un gran amor por la pelota y por el atletismo. Nunca consiguió decantarse por uno de los dos deportes. Cuando dejó el fútbol montó un club de atletismo”, rememora Juan Ignacio Ruglio, directivo de Peñarol, al otro lado del teléfono.

Gradín, que se crio en el barrio popular de los tamboriles y de las cuerdas de tambores, vistió los colores de Peñarol porque, según asegura Ruglio, el otro equipo de Montevideo, El Nacional, “no aceptaba negros en sus filas”.

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Isabelino murió en 1944 con 47 años. La gente que le vio jugar ya no vive. Y, sin embargo, su recuerdo sigue vivo. Una de las peñas más jóvenes de Peñarol, la del barrio popular La Aduana, muy cerquita de donde vivía Isabelino, lleva su nombre. El poeta peruano Juan Parra del Riego le dedicó el Polirritmo dinámico: “Ágil, fino, alado, eléctrico, repentino, delicado, fulminante, yo te vi en la tarde olímpica jugar […] Y te vi, Gradín bronce vivo de la múltiple actitud, zigzagueante espadachín del goalkeeper cazador, de ese pájaro violento que le silba a la pelota por el viento y se va, regresa y cruza con su eléctrico temblor. ¡Flecha, víbora, campana, banderola!”.

Eduardo Galeano recordaba en Fútbol a Sol y Sombra cómo la gente se levantaba de las sillas para ver a Gradín. “La gente se levantaba de sus asientos cuando él se lanzaba a una velocidad pasmosa, dominando la pelota como quien camina, y sin detenerse esquivaba a los rivales y remataba a la carrera. Tenía cara de pan de Dios y era un tipo de esos que cuando se hacen los malos, nadie les cree”, escribió.

“Es de los pocos jugadores que han llevado a poetas a escribir de fútbol… Tenía un gran disparo desde fuera del área y una gran velocidad. Como el Peñarol no tenía una sección de atletismo, competía con el Olimpia [su segundo club]. Sus hazañas en el atletismo han sido tan grandes que Uruguay estuvo esperando casi 60 años para volver a conseguir medallas”, cuenta Alfredo Etchandy, periodista uruguayo.

Tenía cara de pan de Dios y era un tipo de esos que cuando se hacen los malos, nadie les cree”

EDUARDO GALEANO

Zurdo, hábil y rápido en la cancha, lo era también en las pistas de atletismo. Entre 1918 y 1922 ganó cuatro medallas de oro en los campeonatos sudamericanos en los 400 metros; también consiguió dos oros y un bronce en los 200 y dos oros más en los relevos de la 4x400.

Vivió sus últimos años en la pobreza. “Como muchos jugadores de su época. Por aquel entonces el fútbol era amateur, se jugaba sin cobrar. El fútbol se hizo profesional en Uruguay en 1932”, explica Etchandy. Cuentan que poco antes de morir (diciembre de 1944), tumbado en la cama del hospital en el que estaba ingresado, hacía llegar mensajes a los jugadores del Peñarol -que se jugaban una final importante- sobre cómo había que defender los colores de esa camiseta. Como regalo, le trajeron la Copa. (fin)

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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