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COPA AMÉRICA CHILE 2015 | CON Y SIN BALÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carnaval sin percusiones

Lo del partido ante Colombia, ratificó la aridez de una nación que solía tener artistas

James habla con Neymar.
James habla con Neymar.LUIS ACOSTA (AFP)

Una palabra brasileña de difícil traducción: ginga. Forma de jugar futbol que si no ha caducado en el inmenso país sudamericano, al menos lleva buen rato desterrada de su selección nacional.

¿Qué es ginga? Una técnica de la capoeira consistente en avanzar y retroceder con acompasados movimientos de cadera. Se relaciona con el futbol (y, sobre todo, con la brasilinidad), al utilizarse desde hace al menos ochenta años para describir el rítmico drible, el mitificado jogo bonito, el bailar con la pelota en los pies, el desempeño en modo saudade que solían considerarse intrínsecos a los verdeamarelas.

No en vano se decía que Garrincha jugaba capoeira, por la evidente presencia de esa engañosa danza en cada uno de sus lances. El legado africano, el triunfo de ese mestizaje, el nuevo brasileño henchido de música y balón, generaban esa arma única.

Del ginga escribió mucho Mario Filho (quien da nombre al Estadio Maracaná) en su libro de 1947 El Negro en el futbol brasileiro, así como Gilberto Freyre en un artículo de 1938: “Nuestros pasos, nuestros dribles, nuestros engaños, nuestras florituras con la bola, tienen una cosa de danza o capoeiraje que marca el estilo brasileño de jugar futbol”.

Precisamente ginga, es lo que ya no hay en el scratch. ¿Cuándo y cómo se extinguió? Acaso cuando en un afán de ser modernos (o de competir con los planteamientos europeos), los brasileños dejaron de jugar en su selección como lo siguen haciendo en sus playas, calles y favelas.

En un afán de ser modernos, los brasileños dejaron de jugar en su selección como lo siguen haciendo en sus playas, calles y favelas

Lo de este miércoles ante Colombia, ratificó la aridez de una nación que solía tener artistas encabezando a los más importantes equipos del mundo y que hoy, como en el pasado Mundial, vive prendida por un par de frágiles alfileres del último capoeirista, Neymar. Figuras que todavía durante la década pasada gozaron de escasas oportunidades con la selección, porque simplemente había sobrecupo de virtuosos (pienso en Juninho Pernambucano) hoy ejercerían roles medulares. Brasil posee cada vez menos y se exaspera en la cancha al notarlo.

Dunga, en su momento un mediocampista de nulo ginga y mucho orden, en esta segunda etapa como seleccionador vive atascado en dos premisas: no sólo es que rehúya a ese tipo de futbol, es que ni siquiera cuenta con elementos para él. Hubo Brasiles con arte a destajo que se amarraba o castraba; el actual, ya no tiene que someter esos impulsos y más bien implora por ellos.

Un documental de Fernando Meirelles se llama Ginga, El alma del futbol brasileño. Visto lo que comienza a ser costumbre, la verdeamarela se ha quedado sin alma. Gane o pierda, será con esa ausencia, será desde ese exilio.

Twitter/albertolati

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