La gestión paternal de Ancelotti
El entrenador del Madrid, que prepara al vestuario para la semana más dura de la temporada, se muestra comprensivo ante el pésimo partido del equipo contra el Almería


Carlo Ancelotti se ampara en sus rasgos circulares de paisano paciente, en su venerable melena plateada, en sus ojos glaucos, para sugerir la imagen de osito polar de peluche que conviene al gusto del pueblo e inspira confianza en los cuadros directivos. Solo de vez en cuando, en esas largas jornadas que le descubren demasiado cansado, o demasiado aburrido, deja entrever entre la pelambre de inofensivo muñeco la piel dura de elefante, y hasta los colmillos, largos y mellados, de viejo trashumante de las praderas.
Al entrenador del Madrid lo rodeaban los muchachos de la prensa, curiosos, después del partido contra el Almería, en la noche del miércoles, cuando uno le preguntó por lo que significaría para él ganar la Liga española, después de haber conquistado la Liga en Italia, Francia e Inglaterra, hasta sumar 32 títulos como técnico y como jugador.
Mi vitrina ya está llena de títulos. Yo solo quiero ganar para el club, la afición y los jugadores"
“No estoy seguro de que el Barça vaya a perder puntos en esta Liga”, dijo, señalando al líder que le saca dos puntos a falta de cuatro jornadas. “De lo que sí estoy convencido es de que nosotros podemos ganar los cuatro partidos que nos quedan. Como he dicho, yo no tengo ninguna ambición personal. Porque mi vitrina ya está llena. Solo quiero ganar títulos para el Real Madrid, para la afición, para el club y para mis jugadores”.
Después de haber tenido al frente de su organigrama de comunicación y propaganda a José Mourinho, el entrenador más oportunista que existe a la hora de colgarse medallas y ufanarse de su particular colección de copas, el Madrid se ha puesto en manos de un hombre que da la impresión de no preocuparse en lo más mínimo de su persona. A sus 55 años, Ancelotti no solo procura hacer lo que le mandan, aunque se trate de indicaciones aparentemente disparatadas, sino que le confiere a todos sus actos un marchamo de desprendimiento que acaba por encandilar, si no a los directivos, al menos a los futbolistas. Y en este negocio, a pesar de que los dirigentes se esfuercen por influir cada día más, todo depende de los futbolistas.
El partido contra el Almería fue un verdadero bodrio. Ganó el Madrid 3-0 haciendo lo mínimo indispensable frente a un equipo con lagunas de toda clase. La gente se irritó. Los pitos arreciaron contra los futbolistas propios. Pero, a diferencia de Mourinho, proclive a emplear las conferencias de prensa para bombardear su propio cuartel, Ancelotti se presentó como un escudo. “Ha sido un partido de transición”, justificó, comprensivo y paternal con sus pupilos. “No hemos jugado ni con mucha intensidad ni con mucha calidad. Es natural después de una semana en la que el desgaste físico y mental ha sido muy alto. Nos henos tomado un respiro pero siempre controlando el marcador”.
El técnico advirtió de que observa disfunciones en su centro del campo, manifiestas en Vigo y contra el Almería, pero se mostró confiado en que esto cambie. Si no tiene fe, lo parece. El próximo sábado le espera el Sevilla en el Sánchez Pizjuán en la difícil antesala antes de viajar a Turín a disputar la ida de las semifinales de la Champions con el Juventus.
“Hay partidos en los que no defendemos tan bien”, admitió, lanzando un mensaje de confianza en sus futbolistas. “Pero yo sé que cuando el equipo está concentrado defiende muy bien, incluso poniendo en la alineación a muchos jugadores creativos. Lo hicimos el año pasado en las semifinales contra el Bayern y contra el Barcelona. Yo sé que cuando este equipo tiene que defender, defiende. No siempre tenemos esta actitud. De vez en cuando nos descolocamos un poco. Contra el Almería en la primera parte no hemos presionado muy bien. En la segunda mejoramos”.
A veces nos falta actitud. Pero yo sé que cuando este equipo tenga que defender, defenderá"
Frente al Celta y el Almería se hizo evidente que Illarramendi padece una crisis de algún tipo, sea futbolística o existencial. Descartado contra el Atlético en los cuartos de la Champions, el vasco será más que probablemente borrado de la alineación contra el Sevilla, en donde puede que regrese Bale para jugar en punta, acompañando a Cristiano en un 4-4-2.
“No me preocupa Illarramendi”, dijo Ancelotti, lanzando una agradable cortina de humo. “Él jugó a un buen nivel en Vigo. Puede ser que contra el Almería su nivel no haya sido tan alto pero tiene mi total confianza”.
Martin Odegaard, el niño prodigio de Noruega, se quedó sin debutar, y sin convertirse así en el jugador más joven de la historia en enfundarse la camiseta del Madrid en un partido oficial. Este hito, sueño de algunos directivos, se frustró cuando Ancelotti cambió a Jesé por Nacho con el 3-0 en el marcador. “Odegaard tiene que trabajar, tiene que entrenarse y acostumbrarse”, advirtió el italiano, poniéndole un timbre de hierro al tono, normalmente algodonoso, de su discurso. “Es muy joven. Hoy se ha concentrado con el equipo y ha ido al banquillo por primera vez. En el futuro tendrá mucho tiempo para debutar”.
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