Entre el Barça y el Hospi, Irak
Iván Carril, que se mide al Atlético, pasó de refilón por el fútbol iraquí
El fútbol no sólo descansa bajo los flashes de las grandes estrellas. Hay muchos balones dando vueltas por el mundo. La historia de Iván Carril (Rebordaos, Santiago de Compostela; 29 años) es la de un nómada de la pelota en la búsqueda de un buen porvenir. Pasó por la cantera del Barça, destacó en Austria, se frustró en Grecia y llegó hasta Irak. Una aventura efímera que terminó en los despachos antes de empezar en el césped. Ahora Carril cuenta sus travesías desde L’Hospitalet, de Segunda B, que hoy (20.00, Canal + L/Gol T) recibe al campeón de Liga, el Atlético de Madrid, en la ida de los dieciseisavos de final de la Copa.
A los 16 años Carril, un mediapunta prometedor, se marchó del Compostela rumbo a La Masia. Estuvo sólo dos años en la cantera azulgrana: “En el Barça me pasó de todo, hasta me atropelló una moto”, cuenta. Regresó a casa, aunque con más caché. Fichó por el Deportivo. Probó la miel de Primera en 10 partidos con la zamarra del cuadro gallego en 2005 y a buscarse la vida de nuevo en el Vecindario y el Palencia. Recuperó fútbol en el Pontevedra, un trampolín para armar las maletas rumbo a Austria. “En el Ried jugamos dos finales de Copa, ganamos una, y nos clasificamos para la Europa League. Fue una etapa muy buena que lamentablemente, en el último año, se truncó por las lesiones”, explica Carril, que tuvo que preparar una nueva mudanza, esta vez al fútbol griego.
Ellos te venden que Kurdistán es un oasis de paz en un país que está en guerra. Lo que puedes ganar allí en un año aquí tardas cinco”
“En el Olympiakos Volos fue un desastre, no me pagaron ni un sólo mes. Los denuncié y esa es la razón por la que hoy estoy en el Hospitalet”, resume. Antes de volar a Cataluña hizo una escala: el Erbil, de la región iraquí de Kurdistán. “¿Dónde es esto?’, pensé. Ellos te venden que Kurdistán es un oasis de paz en un país que está en guerra constantemente”, explica el futbolista gallego. Dejó a su mujer embarazada y a su hija en Galicia y partió con destino a Irak. “Lo que puedes ganar allí en un año aquí tardas cinco”. Un jugador del Erbil puede cobrar entre 150.000 y 300.000 euros por temporada. Una diferencia sustancial respecto a los sueldos de entre 1.000 y 3.000 que puede ganar por mes un futbolista de Segunda B.
“El balance de la experiencia cultural en Irak es brutal. Parecíamos el Barça o el Madrid y me sorprendía que no se veía ni una mujer en el campo”, dice Borja Rubiato, que jugó en el club iraquí desde enero hasta julio de este año. “Juegas a temperaturas de 47 grados y, a veces, tienes que ir a ciudades completamente destruidas por la guerra”, suma Víctor Ormazábal, que se marchó en noviembre. Y vuelve Carril: “Todo estaba muy tranquilo hasta que el estado islámico atacó Mosul y se decía que iban a Erbil. Ese día la gente salió a la calle; paraban a todos los coches que entraban a la ciudad. Durante tres días bloquearon Facebook, Twitter... Aunque yo no perdí la calma, quizás fue por el desconocimiento”.
Con la amenaza de guerra y el transfer, que no llegaba, Carril decidió dar por terminada su aventura en Irak en menos de un mes. “Eran demasiadas señales y preferí volver a España con mi familia”, concluye. Ahora, arropado por su mujer y sus dos hijos, espera a los muchachos de Simeone.
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