El triple salto mortal de Federer
El suizo se alista para jugar contra Francia la final de la Copa Davis pese a que le duele la espalda, a que no compite en arcilla desde junio y a que apenas se entrena
Gael Monfils convoca a "la locura". Con su pelo a lo afro, el francés golpea la mesa tras la que se sienta en el Palacio de la Bolsa de Lille como si fuera unos bongos y pide que los 27.000 espectadores a los que se espera en el estadio Pierre-Mauroy creen un infierno para recibir a la Suiza de Roger Federer en la final de la Copa Davis. Porque sí, el genio juega. Y sí, lo hace pese a que le duele la espalda, que le obligó a renunciar el domingo a la final de la Copa de Maestros; pese a que no se entrenó hasta el miércoles; pese a que lleva desde junio sin competir en arcilla; y pese a que sabe que Monfils, su rival hoy tras el Tsonga-Wawrinka, le torturará con peloteos maratonianos. Es Federer ante la historia. El campeón de 17 grandes puede sumar La Ensaladera, uno de los pocos títulos que le faltan. A los 33 años, hay opciones que no vuelven. Por eso Federer digiere el dolor y traga con la tensión que le une a Wawrinka, su compañero, desde que tuvieron que dirimir en un gimnasio las diferencias abiertas por su semifinal de la Copa de Maestros (mientras el número dos perdía cuatro puntos de partido, alguien del banquillo del número uno gritaba: "¡Bebé llorón!").
Final Copa Davis
VIERNES. 14.00 J. W. Tsonga-S. Wawrinka. A continuación. G. Monfils-R. Federer. SÁBADO. 15.00 J. Benneteau y R. Gasquet-M. Chiudinelli y M. Lahmer. DOMINGO. 13.00. J. W. Tsonga-R. Federer. S. Wawrinka
"Federer es un genio de la adaptación a otras superficies", argumenta Jakob Hlasek, finalista con la Suiza de Marc Rosset en 1992, cuando solo el Dream Team del tenis (Sampras, Agassi y Courier) pudo evitar que los helvéticos celebraran el título. "Roger ama el juego, el reto del juego en sí mismo, su complejidad. Esa es su motivación. Para pasar del cemento a la tierra solo necesita un par de días. Puede apoyarse en su experiencia; en su técnica, que funciona en cualquier lado; y en su excepcional movilidad", sigue sobre el suizo, que con vistas a la final practicó en polvo de ladrillo este otoño. "La espalda, claro, no ayuda, porque hasta Federer necesita entrenarse", añade recordando cómo le afectó la dolencia en 2013. "Sabe que es su última oportunidad", subraya. "La Davis nunca fue tan importante para él como otras cosas, si no hubiera jugado más en el último decenio. Cuando vio a Stan ganar en Melbourne el Abierto de Australia, decidió jugar. Buena elección".
El campeón de 17 grandes arranca contra Monfils y tras el Tsonga-Wawrinka
"Si hubiera un riesgo enorme, para el resto de mi vida, no jugaría, está claro", resumió Federer, que sigue teniendo dolores y sabe que el seleccionador tiene la baza estratégica de anunciar su participación y luego cambiar de idea antes de cada uno de los encuentros que se disputarán durante el fin de semana. "Como ya he tenido estos problemas, sé lo que se puede y no hacer. Tengo confianza. A principios de semana, estaba negativo, ahora soy positivo", siguió después de desatar los aplausos admirativos en las calles de Lille, abarrotadas para ver al tenista pese al frío, las nubes, y las aceras mojadas y resbaladizas. "Solo los partidos pueden darme todas las respuestas. Estoy mejor. Todavía tengo 24 horas para mejorar. Es un alivio poder intentar jugar mañana [por hoy]", reconoció tras someterse a un tratamiento intensivo de analgésicos, masajes y antiinflamatorios. "He tenido dolores de espalda durante muchos años, incluso cuando era júnior. Puedo aprovechar esa experiencia. Sé lo que es posible hacer, cuánto tengo que empujar y hasta dónde puedo empujar".
Solo los partidos pueden darme todas las respuestas. Estoy mejor” Roger Federer
Los tenistas suizos preparan la final entre grandes tensiones: Suiza nunca ha ganado el trofeo, sus estrellas tienen cuentas pendientes y a Wawrinka no le pasó desapercibido que Luthi, el seleccionador, se sentara en el banquillo de su rival durante su cruce de la Copa de Maestros, aduciendo que además de técnico nacional también lo es de Federer. Los tenistas franceses preparan la final entre grandes tensiones: buscan el décimo título (primero desde 2001), impulsar a Francia hasta el podio de la competición y llenar los currículos vacíos de una generación llena de grandes promesas que luego nunca han ganado nada.
El ambiente entre los locales, sin embargo, es muy distinto que entre los visitantes. A Tsonga, el Alí del tenis, le preguntaron qué esperaba de la grada. "Esperamos que muestren espíritu deportivo. Respeto al adversario", contestó con cara de niño bueno. Monfils, que disfrutó de dos puntos de partido la última vez que jugó con Federer, le miró de reojo e intentó hilvanar una frase entre carcajadas: "¡Nada de eso. Que vengan y desaten la locura!".
Objetivo: superar el récord de espectadores
El olor a estiércol. La calefacción que cuelga del techo. Los fondos. Todo tiene su explicación en el futurista Stade Pierre-Mauroy de Lille, donde la organización cruza los dedos para que el precio de las entradas (de 30 a 220 euros) no impida batir el récord de espectadores en un partido de tenis, que la final de Sevilla 2004 dejó en 27.200.
En el estadio de Lille lo mismo hay un concierto del viejo Johnny Hallyday, una obra de teatro, un partido de fútbol o uno de rugby (de ahí el olor a estiércol, porque el césped, bien tapadito, continúa debajo de la pista de tenis). En sus tripas se pueden superponer todos esos escenarios en 24 horas. El techo se cierra en 30 minutos. Es una obra fina de ingeniería que costó casi 300 millones de euros. "El último combate", rezan los carteles publicitarios que cuelgan de las paredes.
"Esto es incomparable", reconoce el suizo Stanislas Wawrinka; "pero me siento listo mental y físicamente. Estoy listo, aunque va a ser diferente a todo lo que he vivido. ¡Habrá tanta gente! Y la mayoría, claro a favor de Tsonga", bromea sobre la actitud del público francés.
No es una cuestión menor. En el último lustro, solo una selección ha conseguido celebrar el título a domicilio: fue la República Checa, que ganó en 2013 a Serbia.
La condición de local decide muchas cosas en la Copa Davis. Por ejemplo, la superficie de juego. En Lille, Francia ha seleccionado arcilla bajo techo, una pista que no le sienta como un guante a ninguno de sus tenistas pero que sí niega algunas de las virtudes de Roger Federer y Wawrinka. De ahí la importancia de jugar en el Pierre-Mauroy: permitía organizar un cruce de los que hacen época.
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