La NBA vive en otro mundo
Los estadounidenses mueven una expedición de 97 personas, con seguridad privada y peluquero, y se alojan en un hotel diferente al de los otros siete equipos en Barcelona
Por el salón hotel Rey Juan Carlos, cerca del Camp Nou, se mueven en chanclas unos clientes que rondan o superan los dos metros. Son los jugadores que compiten en los octavos de final en Barcelona. Eslovenos, dominicanos, neozelandeses, mexicanos, lituanos, turcos y australianos comparten el ascensor y los cereales en un clima de camaradería. Pero no están todos los gigantes que siguen en el torneo. Faltan los chicos de Estados Unidos, que hacen vida aparte, alojados en el hotel Arts, un complejo de lujo que entre su oferta tiene un apartamento a 12.000 euros la noche y que acoge en ocasiones las estancias de las familias reales europeas.
Es la costumbre en las concentraciones de Estados Unidos cuando llega un Mundial. Son las estrellas de la NBA y habitan un mundo diferente al del resto de jugadores. No se mezclan con los demás, sino que establecen su propia base de operaciones con sus propias reglas.
Estados Unidos ha movido una expedición de 97 personas que cuenta con seguridad privada, encargados de la alimentación, peluquero y responsables de mercadotecnia, entre otras funciones. Solo un alto ejecutivo ha llegado con un familiar. Poco importa que la FIBA solo pague el desplazamiento de 19 personas, el número de integrantes que pueden estar en el banquillo. El grupo que encabeza Jerry Colangelo, presidente de USA Basketball, es muy superior al español: 34.
En Barcelona, los norteamericanos viven en un complejo de lujo
La primera parada fue Gran Canaria. Los organizadores del viaje mandaron una lista de requisitos, algunos comerciales, al hotel Sheraton, en Maspalomas, gestionado por capital americano y situado dentro de un complejo de golf con dos campos de 18 hoyos cada uno. Entre las peticiones, pollo a la plancha, una marca especial de agua mineral y cena de hamburguesas y pizzas después del encuentro de preparación contra Eslovenia. Y espacio para un contenedor de material que desplazar luego al aeropuerto. Porque Estados Unidos vuela en chárter privado, claro.
La amenaza del virus ébola les obligó a cancelar una escala en Senegal antes de comenzar el Mundial. La primera visita de la NBA a África quedó para otro momento. Y de la playa al Guggenheim, el museo que los estadounidenses podían visitar (varios lo hicieron) con solo cruzar la calle en Bilbao, donde jugaron la primera fase. Allí continuaron algunos caprichos en el restaurante. También quisieron mantener siempre el mismo chófer de autobús durante toda la semana. De autobuses, porque movía dos, con los cristales tintados, para desplazarse a los entrenamientos en Miribilla o en el Bilbao Exhibition Center. Minutos después de su último encuentro en Bilbao, los estadounidenses ya subían fotos a las redes sociales sentados en el avión que les llevó a Barcelona. Otros equipos como Turquía y la República Dominicana esperaban al día siguiente la hora de embarcar en sus vuelos regulares a la capital catalana.
En Barcelona, como en las otras cinco sedes, cada equipo cuenta con lo que la organización llama team attaché, una persona que funciona como asistente logístico para ayudarles con sus necesidades en cada ciudad. Para 23 selecciones, el elegido ha surgido de un proceso de selección entre las 15.000 solicitudes de voluntarios para el campeonato, de los que finalmente participan 1.900, 290 de ellos en Barcelona, de 105 países. Solo Estados Unidos ha rechazado este recurso para contar con su propio attaché, con la ayuda de un voluntario en cada sede que visite.
Son las reglas de la NBA. En los Juegos de 1992, Michael Jordan cruzaba apuestas con los socios del club de golf El Prat sobre la diferencia de puntos por la que ganarían esa noche. Era un equipo que vivía en un mundo inalcanzable para el resto. Hoy, sus aprendices, sin tanta púrpura ni gloria, quieren seguir sus pasos.
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