El espectro Belmonte
Mireia, que se ha convertido en leyenda del deporte español, rehúye el foco mediático como su familia
Una de las barriadas más humildes de Badalona vio nacer y crecer a Mireia Belmonte, una de las chicas de oro del deporte español. En el barrio obrero de la Salut, nutrido de emigrantes, es difícil ver una referencia a Mireia, a quien la ciudad concederá en septiembre el título de hija predilecta. También construirán una piscina olímpica con su nombre que costará 10 millones de euros en el barrio de Bufalà. Pero de ella, ni rastro, ni un retrato. “Todos los políticos utilizan su imagen para hacerse la foto. Aquí tenemos vivo su espíritu y no necesitamos enseñarla”, se comenta en los bares de la zona.
La familia Belmonte al completo rehúye los focos. “No queremos fotografías. Los medios de comunicación no van a vender más periódicos con nosotros. No queremos vivir de Mireia. Otros preferirían vivir de su hija. Nosotros elegimos trabajar más. No es nuestro estilo aprovecharnos de nada”, argumenta José Belmonte, padre de la nadadora. “La Paqui es un sol”, repiten constantemente sobre su madre.
El clan Belmonte no se hace publicidad. “Badalona ya es suficientemente conocida. Ella no es ni más ni menos que el resto de 47 millones de españoles. Destaco su capacidad para asumir los retos. Siempre quiere más y lo que se propone lo consigue. Eso la hace inigualable. Ella se pregunta: ¿qué pasará si exploro y supero mis límites?”, explica José, emocionado.
El impacto de Mireia en España trasciende las fronteras del deporte. Ninguna mujer ha copado tantas portadas ni ha hecho tantos méritos para convertirse en la tercera abanderada de España en unos Juegos Olímpicos, los de Río 2016 -la infanta Cristina de Borbón lo fue en Seúl 1988 y la yudoca Isabel Fernández en Atenas 2004-, ni para recibir el premio Príncipe de Asturias. Gracias a su esfuerzo en el agua se ha convertido en leyenda viva del deporte español. A ella sólo le gusta nadar, en la piscina brilla al igual que sus ojos azules; nada trasciende de su vida privada, que cuida tanto como su cuerpo. “Al principio le cuesta relacionarse, pero si la conoces te da hasta su corazón”, admiten sus vecinos.
Los abuelos maternos de Mireia son andaluces, de Huelma (Jaén). En el pueblo jienense explican que una vez al año se escapa junto a su entrenador para comer las famosas migas de su abuela, una receta que sale incluso en páginas web. Es su segunda casa no para de nadar ni en su descanso en Huelma, y va a la piscina municipal a entrenarse. Sus abuelos tienen 80 años y si hace falta cogen el coche para desplazarse hasta Badalona para ver a su nieta.
En Badalona destacan que a Mireia no se le ha subido la fama a la cabeza y compite con la misma fiereza que cuando “de niña salía con los patines a la calle y era la más rápida”. No abandona los viejos valores: tras conquistar seis medallas en Berlín, dos de ellas en 20 minutos, cogió un avión rumbo a Qatar, donde este miércoles se volverá a medir a la húngara Hosszu. Desde el lunes disfrutará de cinco días de descanso. Se acerca el cumpleaños de uno de sus mejores amigos y quiere estar con su gente en La Salut. En la piscina, Belmonte siempre quiere llamar la atención. Fuera de ella es un espectro.
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