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FUERA DE JUEGO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Extraterrestres

Las victorias de Brasil son celebradas con apoteosis enfebrecidas que duran horas, hasta la madrugada del día siguiente

Antonio Jiménez Barca
Aficionados brasileños celebran el triunfo sobre Chile.
Aficionados brasileños celebran el triunfo sobre Chile.Jarbas Oliveira (EFE)

Una publicación de cachondeo brasileña asegura que, según el Círculo Quántico de Expansión Humana de la ciudad de Goiânia, en el Estado central de Goiás, los extraterrestres están muy interesados en la Copa del Mundo y hasta reúnen sus naves en la vertical de los estadios no sólo para contemplar el partido sino para aprovecharse de la energía que exhalan 60.000 almas enardecidas.

Bueno.

Si un extraterrestre de esos (dicen los de ese círculo que a veces pasean de incógnito) hubiera llegado al barrio de la Vila Madalena en el oeste de São Paulo, hace una semana, a la hora en que la selección brasileña vapuleaba a Camerún, también habría podido extraer energía suficiente para volver a Andrómeda (o donde fuere). La afluencia de gente es tal en esos días de partido de Brasil que la policía ya se ha resignado a bloquear las calles al tráfico. Había un tipo que enchufó una televisión no sé a qué clavija de su coche y consiguió sintonizar el partido colocando la pantalla en el techo. La encendió media hora antes de que el árbitro pitara el inicio. Ahí se reunieron una treintena de brasileños, entre los que se contaban 10 barrenderos que, por azares de la vida, llevaban uniforme amarillo y verde y no desentonaban nada del paisanaje total.

Dicen los que viven aquí que en los barrios más populares la fiesta es aún más enloquecedora

El partido empezó y la calle se volvió loca. Los vendedores de bocadillos aparecieron a la llamada, los que vendían bebidas también, los que vendían banderas, gorros y trompetas, lo mismo, las pandillas de amigos con la camiseta de Brasil, las pandillas de amigas, tipos solos, mujeres en batallón, los millares y millares de gentes con ganas de alegría y de ganar la calle y el partido o lo que fuera tomaron cada una de las esquinas del barrio, que se inundó de una marea amarilla imparable. Para ocupar sitio en algunos bares había que reservar con días de antelación (como en el campo) y comprometerse a gastar al menos 80 reales (unos 25 euros) en lo que uno quisiera, en caipirinhas con fresas, por ejemplo, una bebida que les recomiendo. Los goles de Brasil en un partido casi de trámite contra la endeble Camerún eran coreados como si se jugase la final del Campeonato del Mundo. En el intermedio, los que habían pagado reserva en los bares salieron afuera a codearse y a empaparse de la euforia y del frenesí de los que estaban en la calle y que veían el partido atisbando por las ventanas pero con el mismo arrebato. Al final del partido ya no hubo excusa y todo el mundo salió a llenar la ciudad en una apoteosis enfebrecida que duró horas, hasta la madrugada del día siguiente. Dicen los que viven aquí que en los barrios más populares (Vila Madalena es de clase media alta) la fiesta es aún más enloquecedora.

Y todo esto no era nada comparado a la que se formó el sábado, después de ganar a Chile en los penaltis y pasar a cuartos.

Uno no puede ni imaginarse lo que será la final en esta parte del planeta llamada Brasil si su selección llega y gana.

Uno tampoco puede imaginarse la cara que pondrá el extraterrestre cuando lo vea.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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