Fiesta chilena en Maracaná
Los hinchas del equipo español pasaron un duro trago ante la fiesta gigantesca de los chilenos, muy superiores en número
El metro de Río de Janeiro, única forma de llegar ayer al estadio Maracaná, era horas antes del partido una auténtica fiesta chilena. Los cánticos y golpes de los aficionados en las paredes y los techos de los vagones fueron la música de la mañana en la línea 2. Al igual que había dejado su huella de entusiasmo en las playas de la ciudad el día anterior, la marea roja se adueñó de las inmediaciones de Maracaná desde primera hora de la mañana. Los aficionados españoles, muchos menos en número, parecían emerger de su escondite y formaban al menos una minoría apreciable en una fiesta predominantemente roja y azul, en la que los toques de amarillo, las peinetas y las flores en el pelo compensaban un poco la hegemonía andina.
El ambiente en la calle era amistoso, sólo perturbado por los centenares de policías antidisturbios que, entre otras cosas, se dedicaban a reforzar la prohibición de venta de cerveza en la calle, para sorpresa de los espectadores. “¿No es esto una fiesta deportiva?”, decía Alberto, un ingeniero gaditano que vive en la favela de Leme. “Pues yo aquí solo veo metralletas, ni una sola cerveza”. Alberto y los otros 74.870 asistentes al partido solo podían comprar cerveza una vez dentro del estadio.
Los aficionados españoles, muchos menos en número, formaban al menos una minoría apreciable
La presencia policial, escandalosamente abundante, no logró apaciguar el ánimo de los chilenos, que llegaban al Maracaná muy crecidos por la expectativa de clasificarse para octavos de final y eliminar al campeón del mundo de un solo plumazo. Hasta que empezó el partido, las aficiones se saludaban y se sacaban fotos juntas. Era un auténtico festival futbolístico en un escenario idóneo.
Pero la fiesta se acabó pronto para la hinchada española. El tempranero gol de Vargas multiplicó el volumen de las gargantas chilenas, ya de por sí mucho más numerosas, y ahogó para siempre los gritos hispanos. “Se han callado, han dejado de cantar”, repetían los chilenos, con algo menos de amabilidad, exultantes ante la genuflexión del campeón, en la que es quizá la victoria más importante de su historia.
se produjeron incidentes desagradables antes del partido por parte de un grupo de violentos aficionados chilenos
Los seguidores de La Roja (Chile jugó ayer de blanco) aceptaron el veredicto de la historia ya en el descanso. “Renovación”, “generación” y “ciclo” eran las palabras más escuchadas en boca de un público que, al menos ayer en el Maracaná, parece tener sólo sentimientos de gratitud hacia un equipo que le elevó al éxtasis y que en algún momento tenía que empezar a perder. La segunda parte, crónica de una muerte anunciada, fue mucho menos dura que la primera.
Sí se produjeron incidentes desagradables antes del partido por parte de un grupo de violentos aficionados chilenos. Al menos un centenar de ellos logró derribar las vallas que protegen el recinto justo al lado del acceso reservado a los medios de comunicación y, a empujones, consiguieron superar la escasa dotación de seguridad, formada apenas por una decena de voluntarios, accediendo al centro de prensa del estadio, donde en esos momentos estaban trabajando o comiendo numerosos acreditados, cuando faltaba una hora para el inicio del encuentro. Tras arrasar la instalación, los hinchas fueron finalmente reducidos por la policía, que tardó en actuar.
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