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La renuncia como estímulo

Los alpinistas Iñurrategi, Zabalza y Vallejo encuentran en la fundación WOP para el apoyo de la investigación de las enfermedades neurodegenerativas un recurso económico para regresar al Himalaya y terminar la ruta iniciada hace un año en el Paiju (6.610 m)

De derecha a izquierda, Zabalza, Iñurrategi y Vallejo.
De derecha a izquierda, Zabalza, Iñurrategi y Vallejo.

No es sencilla la vida de un alpinista que aspira a seguir siéndolo en la madurez. Mikel Zabalza apura estos días sus exámenes finales para convertirse en Guía de Alta Montaña practicando el autorrescate glaciar a los pies del Mont Blanc: es decir lanzarse al fondo de una grieta atado a una cuerda de 8 milímetros y rogando que su compañero de faena soporte el tirón y acierte a devolverlo a la superficie. De seguido, hará lo propio. El año que viene, serán sus amigos Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo los que se ejerciten en el mismo escenario. Supera el trío la cuarentena y buscan una forma de vida que no les aleje de la montaña, que les permita seguir alimentando ilusiones. En montaña, hay renuncias que carcomen el espíritu y otras que, en cambio, son la semilla del éxito. Se puede abandonar el camino a una cima desde la debilidad (cuando no se está preparado para asumir el reto) o desde la humildad, caso de Iñurrategi, Zabalza y Vallejo hace apenas un año en el Paiju Peak (6.610 m, Karakoram, Himalaya). Entonces, el trío subestimó, falto de información, la envergadura de su empresa: abrir una vía nueva en una pared de roca y mixto de 1.600 metros precisaba una estrategia más ajustada que la que escogieron. Después de escalar 500 metros y presentarse al pie de las verdaderas dificultades, convinieron que en realidad su viaje no les conducía a ninguna parte. El próximo 23 de junio parten de nuevo hacia Pakistán con la idea de acabar el trabajo empezado, con las ideas más claras y unas ganas enormes de rentabilizar su renuncia. Estrenan, de paso, un proyecto en tres etapas que deberá llevarles en la primavera de 2015 al Jannu (7.710 m) y en otoño del mismo año a tratar de abrir una nueva ruta en el Cho Oyu (8.201 m).

Organizar una expedición al Himalaya sigue siendo caro, complejo encontrar patrocinio y más aún explicar al mecenas deseado que más alto no significa más difícil, sino únicamente más alto. Iñurrategi, por ejemplo, escalará mucho más en el Paiju de lo que llegó a escalar para adjudicarse las cimas de los 14 ‘ochomiles’ del planeta. Para poder afrontar éste proyecto en tres etapas, los tres alpinistas vascos han cruzado su camino con el del matrimonio formado por Mikel Rentería y Mentxu Mendieta, responsables de la fundación WOP (Walk On Project) para apoyar la investigación de la enfermedad neurodegenerativa que sufre su hijo Jon y cuyos primeros síntomas aparecieron en 2008, cuando Jon, entonces de seis años de edad, tropezó extrañamente. Con ayuda de la fundación WOP, el trío de alpinistas ha cerrado su presupuesto. “¿Y cómo explicamos lo que queremos hacer, y desde qué valores queremos hacerlo? Expliquemos que nuestra cima es complicadísima, que cuando la vemos parece que no vamos a conseguir alcanzarla, pero tenemos la determinación para no rendirnos y tenemos fuerzas para dar un paso, y luego el siguiente. ‘Walk On’. Y además, en la montaña lo importante es llegar todos, atender al más débil en un trabajo en equipo. Y aunque no se pueda alcanzar la cima, tener la convicción de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos”, ilustra Mikel Rentería, convencido de que ambos proyectos son complementarios y comparten valores gemelos.

Organizar una expedición al Himalaya sigue siendo caro, complejo encontrar patrocinio y más aún explicar al mecenas deseado que más alto no significa más difícil

De su segundo viaje a la pared sur del Paiju esperan sacudirse la frustración acumulada durante el primero y, después, resolver las incógnitas que presenta la pared, sacudirse miedos e incertidumbres. Pero todo esto sería bien poco sin su motor principal: “Deseamos seguir haciendo aquello que nos apasiona, esto es alpinismo de dificultad en altitud. Acceder a lugares realmente remotos en completa soledad y autonomía; acumular vivencias inolvidables que nos expriman al máximo y que nos obliguen a dar lo mejor de nosotros mismos. Consideramos el alpinismo como una excelente escuela de vida en la que el compromiso, el compañerismo y el esfuerzo tienen su máxima expresión”, ilustra Iñurrategi. Abrir una vía a la cima del Paiju siempre fue menos importante que imaginar el reto y entregarse al mismo de la forma más honesta y realista posible.

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