Varios heridos por arma de fuego en las horas previas del Nápoles-Fiorentina
Según los testigos, podrían ser víctimas de ultras romanos, ciudad en la que se disputa la final de Copa italiana
El fútbol italiano se convirtió este sábado de nuevo en rehén de los aficionados más violentos, tanto fuera como dentro de los estadios. En las horas previas a la final de la Copa de Italia entre el Fiorentina y el Nápoles (1-3 para los de Benitez) varios hinchas resultaron heridos —uno de ellos muy grave tras recibir en el tórax un disparo de arma de fuego—, un paseante fue apaleado con saña sin motivo aparente y los encontronazos entre los partidarios de ambos equipos y la policía fueron constantes. Pero luego, ya en el interior del estadio Olímpico de Roma y ante la presencia de las más altas autoridades de la nación, la situación se disparó hacia lo irracional: Marek Hamsik, el capitán del Nápoles, se dirigió hacia la curva norte del estadio para negociar con los cabecillas de los hinchas más radicales el inicio de la final. El tipo que, encaramado a una valla, decidió que sí, que la final podía dar comienzo, llevaba puesta una camiseta negra con la leyenda: “Speziale libre”. Speziale es el apellido de uno de los dos condenados por el asesinato del inspector de policía Filippo Raciti tras el partido entre el Catania y el Palermo el 2 de febrero de 2007. La cuadratura perfecta del círculo del sinsentido.
Las horas previas a la final de la Copa de Italia entre el Fiorentina y el Nápoles se tiñeron de sangre cuando, en los alrededores del estadio Olímpico de Roma, aparecieron grupos de jóvenes armados con porras y con el rostro cubierto por cascos y pasamontañas. Uno de los aficionados del Nápoles que resultó herido es un policía de 43 años de edad que, libre de servicio, se dirigía junto a un amigo a presenciar la final. Al pasar por el barrio de Tor di Quinto —en la zona norte de la ciudad—, su vehículo fue rodeado por un grupo violento. El agente resultó herido en la mano y su acompañante, de 30 años, en el pecho. Una ambulancia lo trasladó al hospital Villa San Pietro en estado crítico. Las informaciones, aunque muy confusas, hablan de al menos otro herido más por disparos de pistola. Se trataría de un aficionado napolitano de 32 años alcanzado en el brazo y la muñeca. La policía, que encontró una pistola en un jardín cercano, no descarta ninguna hipótesis, incluida la de que el tiroteo se produjese por causas ajenas a la final de Copa. Según algunos testigos, los agresores hablaban con acento romano, lo que en principio ayudaría a descartar que se tratase de seguidores del Fiorentina.
Pietro Grasso, presidente del Senado y anterior fiscal jefe de la lucha contra la Mafia, escribió en su cuenta de Twitter: “Estoy yendo al Olímpico para el Fiorentina-Nápoles. Enfrentamientos con heridos graves. Estos no son aficionados, sino delincuentes”. Las autoridades también informaron de un buen número de refriegas entre aficionados de las dos escuadras en gasolineras y calles cercanas al Olímpico, pero también de altercados junto al puente Milvio protagonizados por ultras del Roma con ganas de jaleo infiltrados entre los aficionados foráneos.
También junto al puente de la Música, dos grandes grupos de seguidores del Nápoles y el Fiorentina se desafiaron a petardazo limpio. Unos y otros, embozados y armados de palos, la emprendieron después contra los agentes antidisturbios que intentaban poner paz. Las imágenes distribuidas por los medios italianos dan muestra de la gran violencia de los encontronazos y de cómo algunos agentes —de paisano pero cubiertos con los reglamentarios cascos azules—no tenían más remedio que replegarse ante la furia de los aficionados. En el caso del paseante que también resultó herido, las autoridades informaron de que su vida no corría peligro, a pesar de que tenía fracturas en las piernas y un trauma craneoencefálico.
El partido comenzó con 45 minutos de retraso en el reloj y la vergüenza en el rostro de muchos aficionados tras contemplar cómo el capitán del Nápoles tenía que pedir la venia al jefe de los ultras para poder comenzar el partido. No es la primera vez que sucede, y eso lo convierte en más preocupante aún. En 2004, la coacción mafiosa de los aficionados logró suspender un derbi entre la Roma y el Lazio; en 2008, las autoridades se vieron obligadas a invitar a viajar gratis a los 1.500 aficionados del Nápoles que se habían apoderado de un tren con destino a Roma; y, el pasado mes de noviembre, los aficionados de la Nocerina, un equipo de tercera división de la región de Campania, obligaron a sus jugadores a dejarse perder frente al eterno rival, la Salernitana, en protesta porque las autoridades habían vetado la presencia de los hinchas violentos en el estadio. No es extraño pues que, tras contemplar el espectáculo lamentable del capitán del Nápoles y las fuerzas del orden encomendándose al ultra encaramado a la valla, un aficionado colgara su foto en Twitter bajo una leyenda de humor negro y amargo: “El nuevo ministro del Interior”.
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