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Del viejo machismo a los Juegos

La entrada de socias en Augusta y la próxima votación para admitirlas en Saint Andrews simbolizan el tímido aperturismo de un deporte olímpico en 2016

J. M.
Condoleezza Rice, esta semana en Augusta.
Condoleezza Rice, esta semana en Augusta.EFE

El año pasado ya lució orgullosa su chaqueta verde de socia por los jardines de Augusta, junto a históricos como Arnold Palmer y Gary Player, y este abril ha vuelto a enfundarse la prenda más famosa del golf y a charlar con el presidente del Augusta National Club, Billy Payne. En agosto de 2012, Condoleezza Rice, exsecretaria de Estado de los Estados Unidos, derribó el elevado muro del machismo y entró en la historia junto a la empresaria Darla Moore como las primeras mujeres en ser admitidas como socias en un club tradicionalmente marcado por sus restrictivas normas de todo tipo, algunas relativas a la raza y al sexo.

Fue tras muchas reuniones y muchas negativas cuando los conservadores miembros de Augusta dieron su brazo a torcer y abrieron la puerta del club a las mujeres. Aunque para ello tuviera que presionar hasta el mismo presidente estadounidense, Barack Obama. Cayó la barrera de género como antes había caído la racial. Augusta solo permitía caddies negros (al entender que no era un trabajo para blancos) hasta 1982, y no tuvo un miembro negro hasta 1990. La incontestable victoria de Tiger Woods en 1997 acabó por convencer a los más reacios de que los nuevos tiempos habían llegado, y que ellos no había lugar para las discriminaciones por ningún motivo. Billy Payne saludó la llegada de Rice y Moore como un momento “histórico y digno de orgullo”.

En sociedades históricas como Saint Andrews, cambiar una norma es cambiar una costumbre

Las prohibiciones justificadas bajo el paraguas de la tradición cayeron (algunas) en Augusta, y dentro de poco pueden hacerlo en otro gigante, el Royal and Ancient de Saint Andrews, en Escocia. En una carta enviada a sus 2.400 socios (todos hombres), el club pidió la admisión de socias por primera vez en sus 260 años de historia, un paso que será votado en septiembre. Se trata de una sociedad de tradiciones arraigadas, en la que cambiar una norma es cambiar una costumbre. “Es el momento de dar la bienvenida a las miembros femeninos en el club”, dijo el presidente del comité general. La votación ya acabó en NO en 2011, pero esta ocasión las presiones son mayores y el ejemplo de Augusta puede resultar decisivo. Claro que el Royal Ancient es muchísimo más antiguo: fue creado en 1754, y es el máximo organismo rector del mundo del golf, el que junto a la USGA (Asociación de Golf de Estados Unidos) decide sobre las normas del deporte, como por ejemplo prohibir los anclajes del palo al cuerpo a partir de 2016, año en que será disciplina olímpica.

El escaparate de los Juegos no es ajeno a este tímido aperturismo, un intento por hacer el golf más universal. Al mismo deporte no le interesa presentarse en Río con algunas etiquetas poco acordes con los valores olímpicos y con olor a viejo. Ahora los viejos guardianes de Saint Andrews tienen en sus manos cambiar algo más que una regla: salir definitivamente de su inmovilismo y acabar con las raíces machistas.

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Sobre la firma

J. M.
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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