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El City global de Soriano y Txiki

El que fuera vicepresidente del Barcelona y el vasco, director deportivo con Laporta, han marcado el diseño de un club que va más allá del dinero y que apuesta por una idea

Dos aficionados observan las camisetas del Manchester City en la tienda oficial del club.
Dos aficionados observan las camisetas del Manchester City en la tienda oficial del club. Alejandro Ruesga (EL PAÍS)

En diciembre del año 2011, Ferrán Soriano, hijo de un pollero de Poble Nou, exvicepresidente económico del Barcelona y responsable entonces de la compañía aérea Spanair, recibió una llamada de su alteza real el jeque Mansour Bin Zayed Al Nahyan, que le puso en contacto con el empresario Khaldoon Al Mubarak. En la conversación, este le invitaba a hacerse cargo del proyecto del Manchester City. Soriano se reunió en Abu Dabi con ellos y descubrió que no tenían intención de comprarse un capricho, que la cosa iba en serio, que se trataba de gestionar una idea, deportiva y económica. Pero desestimó la oferta sencillamente porque se le acumulaba la faena: estaba vendiendo la aerolínea a un grupo de inversión catarí y no tenía tiempo para más cuestiones. A los pocos días, con los contratos por firmar en la mesa, la Generalitat de Catalunya se quitó el enfermo de encima de mala manera y lo enterró, liquidó la compañía y Soriano hizo suyo el duelo. Asumió el ejecutivo que debía velar el cadáver aéreo, incluso al recibir una nueva llamada. “Ahora no puedo, necesito seis meses”, respondió a la segunda oferta en plena liquidación. Y pasó el tiempo. Y volvieron a buscarle. Entonces, recién casado, después de enterrar a su padre, aceptó el reto y lideró un proyecto que ha puesto en jaque al fútbol mundial. Desde una idea, un proyecto que va más allá de títulos, que habla de la construcción de un club con pautas económicas y deportivas de gran magnitud.

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Soriano se apoyó en Txiki Begiristain, con el que había trabajado en el Barcelona, para sentirse seguro. “¿Te vienes conmigo?”, le preguntó a los seis meses de estar en el club, de ver y conocer las necesidades. Y Txiki aceptó. Ahora, el que fue extremo del dream team, y director técnico del Barça de Laporta, vive a 20 metros del Museo del Fútbol, en el corazón de Manchester, y lidera un proyecto deportivo difícil de imaginar, de Australia a los EEUU, que si no pasa por Sudamérica o el sudeste asiático es por un problema de organización, una apuesta tremenda por un City global.

FERNANDO ZUERAS (DIARIO AS)

Hoy, a las puertas de enfrentarse al Barça en los octavos de la Champions, el City es mucho más que un par de fichajes, un simple resultado, una cuenta de explotación o un balance que reduce sus pérdidas; el City es una idea, un negocio que hace tres años perdía dinero —100 millones de euros— y hoy equilibra gastos y ramifica su crecimiento desde el oeste de Manchester, donde la tierra se podría por la contaminación química que arrasó la zona en los años 70.

La inyección económica de Abu Dabi legitimó un negocio y una apuesta deportiva que lidera Soriano como consejero delegado de un grupo de ejecutivos —Simon Pearce, Martin Edelman, Mohamed Al Mazrouei, John Macbeath y Alberto Galassi— que discute cada inversión deportiva, ya sea la que implica invertir 40 millones de euros para comprar un club en el Bronx de Nueva York a medias con los Yankees o el fichaje de Laporte; la que avala la compra de un club en Melbourne, por 10 millones, en lugar de un portero, sencillamente porque le vio retorno financiero.

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Pero con el tiempo el City mira a casa y obra en consecuencia. Así se ha gestado The Academy, un proyecto que generará 155 puestos de trabajo temporales en la comunidad y 93 permanentes y que implica a más de 30 empresas de la ciudad, que ocupa 80 hectáreas conectadas por una pasarela con el estadio de los citizens, que albergará una academia con capacidad para 400 jóvenes jugadores, incluyendo una escuela y un centro médico, un colegio y 16 campos de fútbol, 12 de ellos para los jugadores de entre 8 y 21 años, un miniestadio con capacidad para 7.000 personas, zonas comunes de vestuarios, un gimnasio, un centro de rehabilitación, un comedor y una zona de alojamiento, las oficinas para los 450 empleados del club y unas 5,5 hectáreas únicamente dedicadas a la construcción de nuevas instalaciones educativas para la comunidad, así como un Instituto del Deporte y una piscina. En total, una extensión dedicada al cuidado futbolístico de nuevos talentos equiparable a todo Wembley. Resulta el proyecto más importante que el club ha realizado en su historia y que Manchester, como ciudad, haya visto desde que construyó un puerto.

El City piensa fichar en breve a un responsable de metodología que dote de conceptos la educación de los futbolistas que van a vivir en esas instalaciones, con vínculos marcados por un pasado tan barcelonista como el de Begiristain o el de Soriano, aunque en el club insisten en desmarcarse de la idea de copiar al Barcelona.

El City es un proyecto global, una idea que va más allá de copiar el funcionamiento de La Masia, una vocación global que tiene un punto de partida en Manchester y trasciende, siguiendo un rif de Oasis o una melodía de los Smiths, allí donde manche de azul. Manchester se proyectó al mundo hace 100 años de la misma manera en la que ahora pretenden hacerlo Soriano y Begiristain desde sus despachos. Ellos y Pellegrini. “No vine aquí para ganar títulos, vine para liderar un proyecto”, dice el entrenador, convencido de que la idea pretende generar algo que deje huella por encima de cualquier futbolista, que va más allá de salir en una foto celebrando un título en una rúa por las calles. “No pudimos fichar a Isco porque el Madrid puso más dinero”, dicen en la sede del City, donde Amaia, la secretaria de Soriano, hija de una canaria y un vasco, manda más que un jeque. Allí esperan al Barça.

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