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Caviar y rancheras en el infierno marítimo

Del puerta a puerta a construir una fortuna a través de la venta de electrodomésticos, el millonario mexicano Ramón Carlin ganó la primera edición de la Volvo, la más dura de la historia

Ramon Carlin, junto al director de la Volvo, Knut Frostad.Vídeo: IAN ROMAN
Alejandro Ciriza

Pese a los 11.000 kilómetros de litoral que lo rodean, entre la inmensidad del Pacífico por el oeste y las aguas del Mar Caribe por el este, México es un país de escasa tradición marinera. Pero allí, entre los casi nueve millones de habitantes y la marabunta diaria del DF, en un enclave geográfico privilegiado, se ubica un hombre de 90 años que hoy día aún conserva el orgullo del pionero. Y es que Ramón Carlin (México DF, 1923), aquel emprendedor que comenzó vendiendo puerta a puerta y acabó fabricando una fortuna, puede presumir de ser el primer patrón que inscribió su nombre en las letras de oro de la Vuelta al Mundo a vela. “Antes no contábamos con la ayuda de la electrónica. A veces no sabíamos ni dónde estábamos. Ahora es mucho más fácil”, apuntaba hace dos años en este periódico.

Detalle del espacio dedicado a Carlin en el museo Volvo Ocean Race
Detalle del espacio dedicado a Carlin en el museo Volvo Ocean Racep. freitas

Tras amasar una montaña de billetes, resultado de la venta de electrodomésticos y productos para el hogar, Carlin demandaba nuevos estímulos. Y el acicate llegó, impulsado por su hermano y de forma tardía, rebasados los 40 años, en la forma de un pequeño velero con el que se fogueó en las aguas de Acapulco y dio rienda suelta a su pasión por el mar. El resto, el empujón definitivo para lanzarse al desafío de los desafíos transoceánicos, la Volvo Ocean Race -antiguamente denominada Whitbread World Racing-, lo hizo un escueto mensaje. Un anuncio en un periódico escocés que leyó uno de sus hijos. “Me llamó la atención porque representaba una aventura, porque nadie sabía por dónde había que ir”, suele puntualizar. Carlin pasó, en un abrir y cerrar de ojos, en un pequeño triunfo del romanticismo sobre la cotidianeidad, de la poltrona ejecutiva al poder seductor del agua.

En 1973 zarpó, junto a otras 17 embarcaciones, desde el puerto de Portsmouth (Inglaterra). A su lado, 13 tripulantes: su esposa Francisca y su hijo Enrique, seis marineros mexicanos, dos ingleses, un holandés y un australiano. A bordo, una cámara frigorífica con filetes de pollo y hamburguesas, nada de comida liofilizada. Abundante cerveza y botellas de vino -consumían unas seis diarias-, así como ron y vodka para amenizar las horas de guardia de los miembros de la tripulación. También caviar y música ranchera. Todo por cortesía del señor Carlin, conocido como El Rey de la vela, y sus patrocinadores. “Dar la Vuelta al Mundo en un velero no es demasiado cómodo, así que intentamos hacerlo de la forma menos desagradable posible”, reconoce Butch Dalrymple-Smith, su jefe de guardia.

El Sayula II, durante la regata de 1973-1974.
El Sayula II, durante la regata de 1973-1974.Volvo Ocean Race

Con 20 metros de eslora, el Sayula II -nombre que le dio por la ciudad del estado de Jalisco, donde nació su esposa- era el cuarto velero más grande que concluyó la primera edición. Carlin y sus hombres lograron la victoria después de una aventura náutica de 27.000 millas (50.000 kilómetros), dividida en cuatro etapas, con paradas en Ciudad del Cabo, Sidney y Río de Janeiro antes de volver a echar el ancla definitivamente en Portsmouth. Después, la gloria. Aquella estampa de Carlin con un poncho blanco e impecable, patillas pobladas, gafas de pasta y un sombrero mexicano. A su lado, en el destino británico, Francisca, que solo había podido aguantar 44 días a bordo. Una etapa. Por el camino, una travesía tan bella como traicionera. Vientos “rugientes” y “aulladores” de hasta 60 nudos. Olas de 14 metros. Un infierno que llegó a voltear al Sayula II -por suerte, no se rompió la quilla- y se cobró la vida de tres personas en aquella edición. En la Volvo, en total, han muerto cinco.

“No pudimos entrenar. Tuvimos mucha suerte, fuimos por buenas rutas y nuestro barco era fuerte”, explicaba a EL PAÍS hace dos años, en una visita a Alicante; “la situación era escandalosa. Decidí dejar esa ruta, la más rápida para llegar a Sidney, e ir por otro lado. Ahí ganamos la regata”.Y ahí dejó su huella. La senda imborrable del pionero Carlin, del hombre de negocios que dio un golpe de timón a su vida. De los otros 12 intrépidos miembros del Sayula II. El orgullo naviero de México.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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