La fidelidad de Ferrer
El alicantino, que busca los cuartos, es el único ‘top-10’ que nunca ha cambiado de entrenador, y sigue con Javier Piles
“Javier es el que manda”, dice David Ferrer antes de enfrentarse este lunes (12.30, Canal+) con el croata Dodig por un puesto en los cuartos de final de Wimbledon, por los que también luchará Fernando Verdasco contra el francés De Schepper. Javier Piles, su entrenador, ausente de Wimbledon por asuntos personales, ha establecido con el alicantino una relación única en la élite. Ferrer, que será el número tres cuando termine el torneo, nunca ha cambiado de entrenador, nunca ha alternado a Piles con otro consejero y jamás ha introducido variaciones ni nuevas voces en su equipo técnico. Eso es una excepción entre los 10 mejores tenistas del planeta, gente siempre a la caza de ese centímetro que haga la diferencia entre el título y la derrota. Nadie, ni siquiera Rafael Nadal, que alterna la compañía de su tío Toni Nadal con las apariciones puntuales de Francis Roig, cumple con el patrón de Ferru, que trabaja con Piles desde que era un adolescente.
Nadal alterna la compañía de su tío Toni con las apariciones de Francis Roig
“No son familia, como Toni y Rafa, pero es como si Javier fuera un hermano mayor que siempre pide respeto, trabajo y ambición por mejorar”, cuentan quienes les han visto convivir en el equipo de la Copa Davis, un conjunto en el que el seleccionador permite y potencia que viaje cada jugador con su entrenador; “No confunde la parte de amistad con la parte profesional, en la que es muy exigente”.
“Con Javi hay una relación especial, no es solo la parte profesional, es también la personal”, explica Ferrer como base de la fidelidad profesional que se mantienen. “Si te fijas bien, con todo mi equipo hay algo personal. No será el mejor entrenador del mundo, igual que mi preparador físico no será tampoco el mejor ni mi fisioterapeuta tampoco será el mejor en lo suyo, pero me puedo apoyar en ellos, porque sé que quieren lo mejor para mí, ya no solo profesionalmente, sino como persona”, añade. “Puedo acudir a ellos con un problema. Viajo con ellos, paso muchas más horas con ellos que con mi familia y los siento como parte de mí”.
No será el mejor entrenador del mundo, pero me puedo apoyar en él porque sé que quiere lo mejor para mí"
Piles, capaz de correr un maratón en menos de tres horas, formó el carácter de hierro de su pupilo, su amor por los detalles, su ambición de mejora constante. En Wimbledon, por ejemplo, Ferrer ha cambiado hasta tres veces de tensión el cordaje de su raqueta (de 23x23 kilos a 23x22 y 22x22), a veces en medio de un partido, buscando ese punch que le falta a sus tiros. Es la marca de Piles, con el que también decidió utilizar un mango artesanal para su raqueta, alrededor de un centímetro más largo de lo normal, para así compensar su estatura (1,75m, el más bajo del top-10). Del Ferrer de 2007, que alcanzó la final de la Copa de Maestros, al Ferrer de 2013, que llegó hasta la final de Roland Garros y ha logrado el mejor ránking de su vida con 31 años, hay muchas diferencias. Este Ferrer saca mejor, se atreve con el revés paralelo y brilla frente a los sacadores: es el mejor del planeta en juegos ganados al resto (39%) y puntos sumados sobre el segundo saque del contrario (57%).
Con esas armas y pese a un esguince en el tobillo izquierdo, Ferrer buscará los cuartos de Wimbledon y pelear por sus primeras semifinales en la catedral de la hierba. “Y cuando alguien se supera a sí mismo en su trabajo, es una satisfacción”, dice. “Me enorgullece”.
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