El dilema español: ¿Maracaná o Tahití?
Del Bosque duda entre el deseo de los pretorianos de jugar en el mítico estadio o hacer rotaciones
“Desde niño había soñado con jugar en Maracaná”. La fantasía infantil del italiano Andrea Pirlo no es excepcional. Todo futbolista anhela correr por el templo brasileño que inmortalizaron Pelé, Garrincha, Ademir, Rivelinho, Zico, Obdulio Varela, Schiaffino y tantos y tantos jugadores legendarios. El caso de Pirlo no pudo ser más ideal, pisó el santuario futbolístico de Río y marcó un golazo a México justo en su partido centenario con la Azzurra. Como Pirlo, en la concentración española todos tienen el mismo gusanillo. Para Xavi, por ejemplo, también Maracaná fue objeto de desvelos en su niñez. A sus 33 años, mañana tendrá la primera oportunidad de darse un maracanazo. Ocurre que el rival es Tahití, cuyos 180.000 habitantes actuales hubieran cabido en el viejo Maracaná, que llegó a dar cabida a 250.000 espectadores —el aforo del nuevo es de 78.838—. Ante un adversario tan idóneo para descansar, Vicente del Bosque tendrá que sopesar si prevalece el deseo de sus pretorianos de dejar su huella en el mítico estadio o se inclina por las rotaciones.
No es un dilema sencillo de resolver. España solo volvería a jugar en Río si alcanza la final de la Confederaciones. El tercer encuentro de la primera fase, ante Nigeria, se disputará en Fortaleza, donde también está prevista la semifinal en caso de que La Roja sea primera de grupo. De ser segunda, iría al cruce en Belo Horizonte. Por ello nadie quiere correr el riesgo de que una supuesta derrota ante un rival que, en principio, podría ser Brasil o Italia, le aparte de Maracaná. El Mundial de 2014 en Brasil aún no tiene hoja de ruta y a todos les queda muy lejos. “Maracaná es un estadio muy especial que llevamos escuchando desde siempre, será muy especial jugar ahí”, subrayó ayer Juan Mata. “Será muy bonito jugar en Maracaná”, terció Pedro.
Como remota queda la última visita española a Maracaná, un estadio oficialmente llamado Mario Filho desde 1964, en honor a un periodista deportivo local. El antecedente español data del Mundial brasileño de 1950, cuando el 13 de julio fue arrollada por la selección anfitriona (6-1) ante 152.772 espectadores, una marea humana que dejó boquiabiertos a los jugadores de Guillermo Eizaguirre. El conjunto español, con una fantástica generación liderada por Ramallets, Basora, Zarra y Gainza, entre otros, había debutado con victoria frente a Estados Unidos (3-1) ante solo 9.511 en el estadio de Curitiba. Diez mil hinchas más acudieron al triunfo ante Chile en su puesta de largo en Maracaná, donde días después, el 2 de julio, Zarra entró en la mitología del fútbol español con su gol a Inglaterra, ya visto en directo por 74.462 aficionados. La entonces España de la furia quedó cuarta, su mejor clasificación mundialista hasta Sudáfrica 2010.
Despojada de la furia, España vuelve a Maracaná 63 años después y con la etiqueta de mejor selección del mundo. Puede ser un regreso convulso, porque en el barrio de Maracaná abundan estos días las protestas sociales y, además, el cartel no es el más fascinante. La selección de Tahití, a la que el destino ha enviado a Maracaná en su segundo partido oficial en un gran campeonato —el primero fue el lunes ante Nigeria (1-6)—, ha escalado en la clasificación de la FIFA desde el puesto 195 que llegó a ocupar en noviembre de 2009 hasta el 138 actual. Su exótica presencia en Brasil se debe a su victoria en la Copa de las Naciones de Oceanía en 2012. Por primera vez no ganaron Nueva Zelanda y Australia —esta última selección ni siquiera participó ya que por falta de competitividad en 2006 prefirió integrarse en la Confederación Asiática, en la que el lunes logró ante Irak su clasificación para el Mundial 2014, para el que también ya tienen plaza segura Japón, Irán y Corea del Sur—. Tahití se impuso en la final a Nueva Caledonia (1-0) tras un torneo en el que también participaron Fiyi, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Vanuatu, Nueva Zelanda y Samoa.
No es una elección sencilla. La Roja solo volveríar a Río si alcanza la final
“Nuestro sueño más delirante era lograr meter un gol”, reconoció a su llegada a Brasil el seleccionador tahitiano Eddy Etaeta. El lunes, ante Nigeria, lloró con el himno nacional y con el histórico tanto de Tehau, que luego repitió, pero en su propia meta. “Hasta el presidente de nuestro país suspendió un consejo de ministros para enviarnos un mensaje”, dijo Etaeta, al que en su plantilla todos conocen como Papá. A Tehau, en su gol bueno, le asistió Marama Vahirua, jugador de 33 años que hizo carrera en cinco equipos franceses antes de alistarse en el Panthrakikos, el único profesional de esta selección polinesia. Tras la gesta de Tehau, la federación de Tahití tuiteó: “We are the champions”. De hecho, ha concedido a sus chicos, muchos de los cuales no han conocido hasta la fecha otro continente, la posibilidad de viajar en primera clase hasta Brasil. “Tampoco saben lo que es hablar con periodistas o jugar en campos con tanto público”, ha dicho el seleccionador Etaeta, que reconoce estar viviendo “una fábula”. Este equipo espera al campeón del mundo mañana en Maracaná. ¿Pisar el templo para algo menos que un entrenamiento o rotar? Esa es la cuestión.
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