Olazábal, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes

José María Olazábal (Hondarribia, Gipuzkoa, 1966) ha sido galardonado esta mañana con el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, en una votación final en la que se impuso a candidaturas como las de Teresa Perales, David Cal, Javier Gómez Noya y la regata Oxford-Cambridge. Es un nuevo y brillante reconocimiento a un golfista único, el segundo que recibe este premio después de Severiano Ballesteros en 1989. Un fuerte hilo ha unido a estos dos deportistas a lo largo de sus vidas. Compañeros de tantas tardes de gloria, Olazábal se coronó en octubre de 2012 como ganador de la Copa Ryder como capitán europeo, un honor que heredó de su gran amigo y maestro Seve, que dirigió a la tropa continental en la mágica edición de 1997 en Valderrama y que cambió para siempre la mentalidad de los jugadores europeos, hasta ese momento condicionados por cierto sentimiento de inferioridad ante los estadounidenses.

Este premio es un gran honor y significa mucho; tiene un enorme valor para mí José María Olazábal

Nadie aprendió esa pasión y esos valores mejor que Chema Olazábal, con cuatro triunfos en siete participaciones en la Ryder como jugador y capitán. Ambos, precisamente, Seve y Chema, fueron elegidos la mejor pareja en la historia de la competición, con 11 triunfos en 13 partidos. Olazábal recogió el testigo y el amor por el golf de Seve y llevó a Europa a una increíble remontada en Medinah, Chicago, en la última jornada (el conjunto europeo recibió a principios de este año el Premio Laureus al mejor equipo de 2012). Fue, quizás, el mejor broche a una carrera majestuosa, en la que además de esas cuatro victorias en la Ryder y 30 torneos conquistados sobresalen dos Masters de Augusta, en 1994 y 1999. Ese fue el último grande ganado por un golfista español. La sequía dura hasta ahora sin que nadie haya tomado el relevo en el Grand Slam de Seve (tres Open Británicos y dos Masters) y Olazábal, lo que agiganta la leyenda de estos dos genios.

Criado en el campo de Hondarribia, Olazábal aprendió desde su infancia los valores del trabajo duro, el amor por el golf y la caballerosidad inherente a este deporte. Su relación única con Seve no hizo más que reforzar sus convicciones. Tremendamente respetado y admirado por todo el mundo del golf, por compañeros y rivales, por aficionados tanto en Europa como en Estados Unidos, Olazábal es hoy uno de los mejores embajadores del golf. En 2009 ingresó en el Salón de la Fama con un emotivo discurso de agradecimiento a sus padres, a los que habló brevemente en vasco durante la ceremonia, y, claro, a Seve.

Y, pese a todos esos reconocimientos, pese a su inmenso legado deportivo y personal, Olazábal sigue sintiéndose jugador, sigue sintiendo el gusanillo por jugar, por sufrir en el campo, por dar golpes y poder codearse todavía con los mejores del mundo. Los dolores de espalda no le han impedido que siga levantándose cada día pensando en entrenarse, en jugar. Ahora, por ejemplo, se encuentra en Múnich, donde disputará el Open de Alemania. Allí recibió la noticia del galardón: "Este premio es un gran honor y significa mucho; tiene un enorme valor para mí. Me hacía mucha ilusión tenerlo. Estoy encantado de la vida y muy emocionado porque sabía lo difícil que era que me lo concediesen. Quiero daros las gracias de corazón a todos los que habéis apoyado mi candidatura, que me consta sois muchísimos, y, sobre todo, al Jurado que me lo ha otorgado y a la Federación Española que me presentó como candidato. Esta semana estoy compitiendo en Alemania y dentro de un rato salgo a jugar el Pro-Am", dijo. El golf sigue vivo en él.