El Valencia mata al Deportivo en la orilla

Al final, cuando en mayo haya que hacer cuentas, quien sume más errores estará en Segunda División. Ayer el Deportivo añadió uno más, lo agregó Silvio, un lateral, que se autoexpulsó por imprudencia temeraria en una falta innecesaria sobre Piatti y dejó cojo a su equipo, entonces por delante en el marcador, ante un rival que antes y después pareció muy superior, pero que no se llevó la victoria hasta el descuento con un testarazo de Ricardo Costa.

Se esperaba la reacción del Valencia tras los mandobles recibidos durante los últimos diez días y el caso es que el equipo de Valverde dio un paso adelante, nada timorato para lo que anunciaba una alineación en la que un central, Víctor Ruiz, se ubicaba como mediocentro. El saque inicial les delató cuando en lugar de buscar la posesión apostaron por la profundidad, por una acción que acabó en córner y preludió el primer gol. Simple y rápido, tanto que ni medio minuto se había cumplido cuando el Valencia ya ganaba.

El desastre inicial evidenció un defecto que al Deportivo le costó ocultar: sufría en la estrategia del rival. Cada balón al área era como una ecuación de segundo grado para los zagueros. Pronto se vió además que Aythami y Zé Castro no mezclaban bien para defender los balones a su espalda. El padecimiento blanquiazul se alivió con el balón profundo a Riki o a los extremos, porque André Santos volvió a ser irrelevante a la hora de armar juego. A la media hora el resumen era claro: el Valencia había oteado el segundo gol bien por estrategia, bien por una vaselina fallida de Piatti ante Aranzubía, bien por un testarazo de Valdez que desvió, felino, el meta. Mientras tanto el Deportivo corría tras la pelota y daba patadas.

Todo cambió en cuanto los delanteros de Domingos consiguieron conectar. Ahí emergió Riki, que tenía una cuenta pendiente con el Valencia desde aquella noche de mayo de 2011 en la que los che derrotaron al Deportivo y le sellaron el pasaporte a Segunda. Entonces Riki falló goles de todos los colores, en uno de los mayores recitales de desdichas que se recuerdan en Riazor. Pero estamos ante un tipo que hace virtud de la persistencia y la tenacidad. Muchos le quisieron ver suplente ante la presunta pujanza del luso Oliveira. Ayer en trece minutos marcó dos goles y obligó a que el Valencia se reiniciara. Lo hizo sin Jonas, que tras el gol desapareció, aparcado en el flanco izquierdo, incómodo. Extraerle rendimiento en el mismo once que a Banega es un reto para Valverde, que prefiere al argentino cerca del último pase, en la mediapunta.

Tuvo ayuda el Valencia porque, mientras trataba de adaptarse al nuevo escenario, Silvio se ganó la segunda tarjeta amarilla. Fue entonces cuando el campo comenzó a caer hacia Aranzubía. Con diez hombres, sin laterales ni centrales en el banquillo, con más de media hora por delante, el Deportivo se aprestó al sufrimiento, permeable como era. Padeció cuando el Valencia abrió el campo, cuando por ahí llegó el gol de Valdez. Y murió en la orilla, mientras atisbaba la meta del empate.