El Deportivo se tapa y triunfa
El cuadro gallego monta una telaraña que confunde en ataque al Málaga y se impone gracias a un gol de Pizzi
En la noche de Reyes el Deportivo vio la luz, la de la permanencia, condición indispensable para garantizar la viabilidad de un club abrumado por las deudas, a punto de entrar en ley concursal y con la soga deportiva también al cuello. Si hay un camino para lograr ese objetivo es el que mostró en Riazor ante un Málaga que nunca jugó cómodo, siempre encimado, que acabó con todo su arsenal en el campo, pero apenas encontró rendijas hacia la meta. No hubo rastro esta vez del equipo que tanto ha brillado en la Liga de Campeones.
El Deportivo es un equipo del fondo de la tabla, concretamente inició la jornada como colista. No es dominador, no tiene mejores futbolistas que la gran mayoría de los rivales, o por lo menos no tan superiores como para manejar la pelota y hacerse fuerte a través de ella. El tan cacareado estilo que pregonaba Oltra era un quiero y no puedo, una invitación al rival, que siempre acababa encontrando superioridades en un equipo proclive a partirse. El técnico destituido orientó sus últimas arengas a explicar a sus chicos la necesidad de agruparse.
DEPORTIVO, 1 - MÁLAGA, 0
Deportivo: Aranzubía; Manuel Pablo, Marchena, Zé Castro, Evaldo; Abel Aguilar, Álex Bergantiños, André Santos (Camuñas, m. 83); Bruno Gama (Aythami, m. 90), Riki (Nelson Oliveira, m. 67) y Pizzi. No utilizados: Lux, Aythami, Juan Domínguez, Salomão y Valerón.
Málaga: Caballero; Gámez, Demichelis, Weligton, Monreal (Saviola, m. 62); Camacho, Portillo (Iturra, m. 45); Joaquín (Buonanotte, m. 73), Isco, Eliseu; y Santa Cruz. No utilizados: Kameni, Sergio Sánchez, Duda, Seba Fernández y Saviola.
Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Amonestó a Abel Aguilar, André Santos, Bruno Gama, Camuñas, Gámez y Weligton.
Gol: 1-0. M. 57. Pizzi.
Riazor. Unos 25.000 espectadores.
Domingos Paciencia les ha convencido después de trabajar en cinco entrenamientos apoyos, coberturas y basculaciones. Así el Deportivo pasó de ser jauja a convertirse en un equipo incómodo para su rival. Se juntó para esperar el error del Málaga en la circulación de la pelota y a partir de ahí buscó la salida por los flancos o el balón largo a Riki. ¿Fútbol de equipo pequeño? Puede. Algún gigante también ha ganado Ligas o copas de Europa así: exponiendo sus virtudes y tapando sus miserias. Y el Deportivo, por lo visto estos últimos meses, tiene unas cuantas.
La mejor noticia para Riazor se palpó con el transcurrir de los minutos: el Málaga no llegaba. No es una hazaña menor para un equipo que encaja una media de más de dos goles por partido y que se enfrentaba a un rival de Liga de Campeones. Trabajó bien el equipo de Pellegrini, fue paciente con el balón y osado para llegar incluso con los laterales, especialmente con Gámez. Pero encontró una telaraña.
Ni siquiera para defender las contras, una de las cruces en lo que va de Liga, sufrió en esta ocasión el Deportivo, que siempre mantuvo a cuatro hombres atrás custodiando al portero. Le sobró para llegar con peligro y variedad a Caballero, con el caracoleo de Bruno Gama, al galope con Riki, desafortunado en el área, o con un libre directo de Pizzi que se fue al palo. Mientras todo esto ocurría, el Málaga seguía enredado, con Santa Cruz desconectado a la espera de Isco y de Joaquín, alterado por alguna imprecisión defensiva como la que le costó el gol al inicio de la segunda parte. Marcó Pizzi y Pellegrini apenas aguardó más tiempo ni efectivos: retiró a Monreal para que Saviola acompañase a Santa Cruz. Todo el flanco zurdo quedó para Eliseu.
El Deportivo aún se juntó más después de los cambios del entrenador chileno. Cambió de marcha Pellegrini con Buonanotte y la gambeta, pero no le bastó ni con eso ni con el desgaste local, que dejó de encontrar salidas para aliviarse en campo contrario, pero cantó victoria. El Deportivo se tapó como nunca, y le salió bien.
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