La democracia menguante en los clubes
Las redes sociales se añaden a los estadios como parlamentos futbolísticos en donde expresar opiniones que no encuentran canales de expresión adecuados
El fútbol tiene un problema con la democracia. Sus instituciones no superarían un examen de homologación democrática, por más laxo que fuere. Quienes más padecen esta falta de democracia interna son los clubes. Y tanto da si su estructura es la de una Sociedad Anónima Deportiva (SAD), como el RCD Espanyol, o bien sus presidentes y sus juntas directivas son elegidas por sufragio entre sus asociados, como es el caso del Real Madrid y el FC Barcelona. Estos tres clubes son tres buenos ejemplos de los límites de legitimidad democrática en el que se mueve el fútbol.
A principios de octubre, el presidente del RCD Espanyol, Ramon Condal, anunció su dimisión y la convocatoria de la junta general de accionistas para hoy. Y, seguidamente, comunicó su intención de presentarse a la reelección a la vez que se vanagloriaba de contar con el apoyo del máximo accionista de la entidad, el expresidente Daniel Sánchez Llibre, con lo cual daba por descontada su reelección.
El revuelo que se organizó en las redes sociales a partir de ese momento fue tremendo. Tanto fue el alboroto que a la mañana siguiente, Condal comunicaba, con Sánchez Llibre a su lado, que se lo había pensado mejor y renunciaba a la reelección. El proceso electoral quedaba abierto. Desde entonces, tres grupos anunciaron su intención de presentarse a las elecciones a la presidencia del Consejo de Administración. El consejero delegado del club, Joan Collet, que contaría con el apoyo de Sánchez Llibre y Condal, es decir, con el mayor paquete de acciones (un 40%); el vicepresidente Sergio Oliveró y Román Escuer, en representación de los pequeños y medianos accionistas, que concurren en una candidatura única (un 32% de las acciones), y Arnau Baqué.
La divisa “un socio, un voto” vale para los clubes que en 1990 se convirtieron en excepciones dentro de la Ley del Deporte
La realidad del RCD Espanyol marca los límites de la democracia en los clubes de fútbol convertidos en SAD en donde no mandan los socios, sino las acciones: una acción, un voto.
La divisa “un socio, un voto” vale para los clubes que en 1990 se convirtieron en excepciones dentro de la Ley del Deporte. Es el caso del FC Barcelona y del Real Madrid (los otros dos fueron el Athletic Club y Osasuna). Cada socio dispone de un voto para escoger a sus representantes, efectivamente. No obstante, no es cierto que todos los socios dispongan de las mismas posibilidades de ser elegidos, la segunda característica fundamental de toda democracia. La obligatoriedad de depositar un aval del 15% del presupuesto de gastos de la temporada en curso actúa de filtro insalvable para la inmensa mayoría de socios. La disposición fue introducida para proteger el patrimonio de los clubes ante gestiones fraudulentas o deficitarias. En el año 1990, los gastos de Madrid y Barça no llegaban a los 40 millones de euros, mientras que hoy se acercan a los 500 millones. Ello implica que los seis millones que se precisaban entonces para consignar como aval, ya suficientemente disuasorio para el grueso de los socios, hoy se hayan convertido en cerca de 75 millones. Ello, además de suponer una cantidad al alcance de muy pocos asociados, anticipa dudas razonables sobre la futura propiedad real de estos clubes.
Por si el aval fuera poco obstáculo, el Real Madrid aprobó en la última asamblea general de socios compromisarios una modificación en sus estatutos según la cual se requerirán 20 años de antigüedad mínima de socio para poder presentarse a la presidencia (hasta la fecha eran 10 años). El FC Barcelona también tiene en marcha un proceso de reforma de sus estatutos, aunque no se piensa en seguir el ejemplo madridista y el requisito para ser elegible se mantendrá en los dos años actuales, según fuentes del club azulgrana.
Y, sin embargo, los clubes de fútbol siguen siendo de sus aficionados. Por esta razón resulta tan natural observar cómo las redes sociales se añaden a los estadios como parlamentos futbolísticos en donde expresar opiniones que no encuentran canales de expresión adecuados. “Los clubes de fútbol son un sentimiento y no empresas”, se afirma de manera recurrente. Aunque fútbol y democracia no hayan casado nunca de manera ejemplar, hoy quizás es más evidente que entonces.
Jordi Badia es exdirector de comunicación del FC Barcelona.
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