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La angloherejía mundial

Al interlocutor colombiano, gran seguidor de Falcao, le interesa mucho más el fútbol inglés que el español

Falcao celebra un gol a Uruguay con la selección colombiana.
Falcao celebra un gol a Uruguay con la selección colombiana.LUIS ACOSTA (AFP)

                         “No se ha logrado nada grande en el mundo sin pasión”.

               Hegel, filósofo alemán

 Un aumento enorme anunciado esta semana por los derechos televisivos internacionales a los partidos de la Liga inglesa contribuirá a rendir 800 millones de euros más por temporada a los clubes de la Premier a partir de 2013. ¿Qué hacer para equiparar los ingresos televisivos de la Liga española y evitar que el flujo de jugadores a Inglaterra se convierta en una hemorragia?

Una idea: que los que transmiten los partidos de televisión de la Liga española ajusten el volumen para dar la impresión al resto del mundo de que se genera más ruido en las gradas del que realmente hay. Surgió la ocurrencia después de ver el domingo pasado en Bogotá los partidos disputados casi simultáneamente, obligándolo a uno a cambiar de canal de minuto a minuto, entre el Chelsea y el Liverpool y el Mallorca y el Barcelona. La idea cogió fuerza el día siguiente durante un almuerzo en la capital colombiana con un señor amante del fútbol europeo. El señor declaró, como si no hubiera posibilidad de debate, que el fútbol inglés era claramente superior al español.

Si esto lo pensaba un colombiano, ¿qué pensarían un chino, un hindú o un sudafricano, que no tienen compatriotas jugando en la Liga española? Porque si hay una figura que unifica a uno de los países más violentamente divididos del mundo esa figura se llama El Tigre Falcao, delantero y crack del Atlético de Madrid. Colombia ha estado en guerra 50 años. El odio y el rencor acumulado, la dificultad de perdonar y pasar página, de pensar más en el futuro que en el pasado, representarán el principal obstáculo al proceso de paz recién iniciado. Pero, como varios colombianos afirmaron, si hay algo que podría lograr una tregua entre antiguos enemigos, algo que podría convertir a combatientes de las FARC de izquierdas y los paramilitares de derechas en camaradas, al menos durante 90 minutos, sería el espectáculo de un partido en el que juegue Falcao, el héroe de todos los colombianos, sea para la selección colombiana o para el Atleti.

Aún así, y reconociendo la verdad de todo lo dicho en el anterior párrafo, el interlocutor en la comida bogotana no se movía. Le gustaba más el fútbol inglés, y punto.

En el aspecto técnico del fútbol, un jugador de la Liga inglesa tiene que hacer mucho menos que uno en la española para recibir una ovación

Volvamos entonces a aquellos dos partidos del domingo pasado a ver si podemos percibir alguna lógica en lo que piensa este hombre. A primera vista, no. La calidad estética e, incluso, geométrica del Barcelona era muy superior a cualquier cosa que fuesen capaces de demostrar el Liverpool o el Chelsea. Es normal ver a los defensas del Barça intercambiar pases al borde de su área; es normal ver a un central iniciar un ataque con aplomo; es normal un triángulo de pases – impecable como el billar – entre Jordi Alba, Andrés Iniesta y Sergio Busquets. Cuando ve estas cosas un aficionado español (y no solo cuando juega el Barça), apenas se inmuta. Ve algo parecido un aficionado inglés – o, mejor dicho, una acción precisa pero bastante más banal­­­– y lo celebra casi como si su equipo hubiera marcado un gol.

Conclusión: el fervor de los hinchas ingleses está en directa proporción a sus bajas expectativas. En el aspecto técnico del fútbol, un jugador de la Liga inglesa tiene que hacer mucho menos que uno en la española para recibir una ovación. Si a eso se suma el hecho de que las aficiones inglesas –alimentadas con copiosas cantidades de cerveza– animan a sus equipos sin cesar con cánticos, aplausos y alboroto general, está claro que el ambiente en los estadios ingleses irradia mucha más emoción al telespectador colombiano, chino, hindú o sudafricano que la atmósfera fúnebre que se vivió, por ejemplo, durante buena parte del Mallorca-Barcelona del otro día. El Barcelona es el equipo más admirado del mundo (esta es una verdad empírica, concepto que no todos los españoles han acabado de asimilar) pero, para bochorno del que pretende defender al fútbol español, no se pudo impedir ver en televisión que las gradas del estadio del Mallorca estaban medio vacías.

Si el fútbol español que se viera en el extranjero fuera el de los campos del Athletic de Bilbao o del Sevilla, en vez de limitarse casi por completo a los del Real Madrid y el Barcelona, sería otra cosa. Desafortunadamente, no es así. Con lo cual solo nos queda decir que si uno apunta al detalle, al minimalismo, se puede seguir argumentando que el fútbol español es mejor. Pero si consideramos la oferta en su conjunto –la furia y el frenesí en el campo; la pasión en las gradas, siempre llenas– es menos difícil entender la angloherejía en la que ha caído el mundo entero, sin excluir al amigo colombiano, por más fanático que sea del Tigre Falcao.

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