Ni defensas ni delanteros

Un tarde sin defensas, que es poco habitual en este fútbol tan sofisticado en las áreas, deparó un partido sin delanteros. Ganó el Rayo, igual que pudo perder o empatar, o golear. No desiste Paco Jémez en asumir riesgos defensivos, da igual con tres zagueros, que con cuatro, como dispuso ante el Deportivo. Es tan loable su propuesta como temeraria. La estrategia consistió esta vez en que su línea de cuatro trasera achicara para provocar el fuera de juego. La artimaña es soportable dependiendo de su eficacia y en este encuentro, al menos dos veces, supuso que Riki y Oliveira se plantaran solos ante la meta de Rubén y pudieran igualar el marcador a dos. Con otros delanteros más acertados, hubiera padecido un escarnio.

Las ventaja de dos goles del Rayo a la media hora de juego también se fraguó en la debilidad defensiva del Deportivo, retratada en su lateral izquierdo Evaldo. Lo sacaron literalmente del partido los culebreos de José Carlos. Oltra no le dejó sufrir más al brasileño y lo sentó en el descanso. Por ese costado llegó la jugada del gol de Piti. Ganó ese costado Leo con su poderosa zancada y su centro lo cazó, solo, tras un rebote el capitán rayista a un par de metros de la línea de gol. Fusiló a Aranzubia. Al poco, Juan Carlos, se sacó un zurdazo desde la frontal del área que se coló ajustado al palo tras desviarlo un defensa. El acto previo al gol fue que Delibasic controlara con el pecho la pelota y se la dejara al extremo sin que ni Ze Castro ni Marchena le proyectaran su sombra alrededor. Al borde del descanso, Pizzi acortó distancias al convertir un penalti tan fantasmal como las defensas de uno y otro.

Si hay un futbolista al que ahora mismo se agarran en el Rayo es a Juan Carlos. Lleva anunciando grandes cosas en cada partido, ayer, pese a ese error que tuvo en un mano a mano con Aranzubía, fue el primer partido en el que fue una amenaza constante. Lo necesita al Rayo, mientras también espera que Leo sea algo más que detalles contados. El brasileño estuvo más entonado, pero también se sumó a la retahíla de goles claros fallados. El suyo, continuación de un error más aparatoso de Nicky Bille, que estaba solo y no supo controlar un balón ante Aranzubia. No había defensas acosándole. Pero fue una tarde en la que tampoco hubo delanteros.