El Madrid se enchufa para el clásico
El equipo blanco, con una actuación muy convincente, abruma al Deportivo (5-1) en un partido en el que Mourinho hizo unas cuantas pruebas con la alineación


Un Madrid de lo más enchufado, convincente, intenso y con muchas huellas positivas despachó con suficiencia al Deportivo, que dio un susto inicial y luego pasó por el partido de puntillas, abrumado por un rival muy superior en un día en el que Mourinho agitó al equipo con varios cambios. Todos sacaron nota, el cesto es infinito. Una mirada al banquillo del Bernabéu resultaba de lo más elocuente: Arbeloa, Alonso, Kaká y Benzema en la sala de espera. El entrenador portugués tiene un muestrario soberbio, lo que le permite alterar la partitura. Ante una exigente semana de por medio, camino del Camp Nou con tránsito en el Ámsterdam Arena, Mou dio sosiego a Arbeloa y Xabi Alonso, dos clásicos. Ramos, quien lleva unas semanas de lo más ajetreado, regresó al lateral derecho, de nuevo asomó Varane —definitivamente, por delante de Albiol— y Modric hizo de Alonso con Khedira de escolta y Özil para dar la puntada final.
REAL MADRID, 5 - DEPORTIVO, 1
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Varane, Marcelo; Khedira, Modric (Xabi Alonso, m. 57); Di María, Özil (Kaká, m. 46), Cristiano; e Higuaín (Benzema, m. 64). No utilizados: Adán; Arbeloa, Albiol y Callejón.
Deportivo: Aranzubía; Manuel Pablo (Laure, m. 46), Marchena, Zé Castro, Evaldo; Abel Aguilar, Álex Bergantiños; Bruno Gama, Juan Domínguez (Camuñas, m. 69), Pizzi; y Riki (Nelson Oliveira, m. 56). No utilizados: Lux; Aythami, André Santos y Valerón.
Goles: 0-1. M. 15. Riki. 1-1. M. 22. Cristiano, de penalti. 2-1. M. 38. Di María. 3-1. M. 43. Cristiano. 4-1. M. 65. Pepe. 5-1. M. 82. Cristiano, de penalti.
Árbitro: Ayza Gámez. Amonestó a Özil, Modric, Manuel Pablo, Evaldo y Laure.
Unos 70.000 espectadores en el Bernabéu.
A nadie le sentó mejor el nuevo mecano que a Khedira, mariscal por todo el campo, muy suelto, con fuego para el quite, como es habitual, y con radar para conectar con sus delanteros. Con Modric y Özil por el medio, resultó asombroso ver al alemán como mejor asistente. En dos ocasiones citó a Cristiano con el gol y en ambas se interpuso con grandeza Aranzubia, de largo el mejor blanquiazul. Mourinho, al que le gusta el dique en el eje, pudo comprobar que con dos medios livianos, poco hercúleos, cómo con Modric y Özil, dos jugadores con el forro físico, digamos, de Xavi e Iniesta, en nada sufrió el Madrid. El gol inicial del Deportivo fue un espejismo.
Con la firme puesta en escena madridista, nada hacía presagiar que debería enfrentarse a una remontada. El Deportivo arrancó con gracia y buenas intenciones con la pelota. Lograba neutralizar al Madrid, pero sin dictado ante Casillas. Un renglón, al cuarto de hora, y gol. Riki resolvió de maravilla una geométrica jugada, casi la única ante la portería de Iker. El tanto tuvo un efecto negativo para el cuadro gallego.
No son pocos los futbolistas que sostienen que en Chamartín los partidos se hacen aún más largos cuando se marca pronto y al Madrid le suena antes el despertador. Al tiempo, parece inevitable que el rival, ni importa el minuto de su gol, quiera custodiar cuanto antes semejante botín. El Deportivo, con gente muy curtida en esto del fútbol, como Manuel Pablo, Marchena o Riki, dio un paso atrás, el Madrid le puso contra las cuerdas de Aranzubia y un cruce de Di María, de la derecha a la banda izquierda, le crujió. El conjunto blanco encontró todo un filón, una veta extraordinaria. El argentino fue un calvario para Manuel Pablo, que ya no tiene turbo para medirse a un contrincante tan explosivo. En plenitud, Di María es un látigo. Cada vez que salía de tacos, Manuel Pablo quedaba a dos cuadras. Poco después de que se le fuera por encima del larguero un mano a mano con Aranzubia tras un servicio de Özil, El Fideo hizo un nudo en la cintura del lateral canario, que solo llegó a tiempo de derribarle en la misma línea exterior del área. Penalti sin discusión ejecutado casi sin inmutarse por Cristiano. Sin demora, como acostumbra, el Madrid se puso frenético. Da la impresión de ser un equipo que necesita jugar con urgencias, las haya o no. Es su estilo huracanado. Le resta exactitud, por la dificultad extrema que supone ser preciso, pero su acoso suele ser devastador para el adversario. No fue ajeno el Deportivo, que en estos tiempos ha perdido el superlativo. Jugó a lo que pudo, con dignidad y limpieza. Hoy, sus batallas son otras.
Ramos regresó al lateral derecho, jugó Varane, Modric hizo de Alonso y también sumó Özil
Con Di María como solista, en plena combustión del Madrid, Modric, pulcro hasta entonces para dar salida al juego por delante de los centrales, trenzó un pase maravilloso entre una colonia de contrarios. A espaldas de Manuel Pablo, llegó como un jamaicano Di María, que a mil por hora fue capaz de superar al meta deportivista en su salida. Por su orilla llegó de inmediato la puntilla final. A un suspiro del descanso, un mal despeje de Zé Castro cayó a los pies de Ramos, acampado con más frecuencia en el área deportivista que en la propia. Su derechazo lo repelió, otra vez magnífico, Aranzubia. La pelota cogió vuelo y al globo llegó antes que nadie Cristiano, que tiene muelles en los gemelos, y cabeceó a la red.
Despejado el marcador, Mourinho, sabedor de que necesita cuanta más tropa mejor, hizo un guiño a Kaká. No ante los pacíficos teloneros del Millonarios, sino en un duelo de verdad, y no desentonó, aunque con el brasileño el partido ya languidecía. Y luego rescató a Alonso. Sin Özil ni Modric, el Madrid fue más tenso en el eje y capeó con menos ímpetu el segundo acto. Inmovilizado el Deportivo, que probó el poderío defensivo del Madrid, los blancos jugaron a su antojo. Sin el furor inicial, pero suficiente para que CR lograra un hat-trick y para que Pepe hiciera de improvisado goleador.
Tan solo los calambres de Di María en el tramo final supusieron un quebradero de cabeza para un Madrid mejorado cada semana, para un Madrid al que cada vez se suman más actores, para un Madrid cada vez más animado. Imprescindible cuando camina hacia Barcelona con ocho puntos de desventaja.
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