Homenaje al pop en el fin de fiesta
Los británicos despiden a todo ritmo los Juegos con un gran espectáculo musical y dan el relevo a Río de Janeiro 2016
Una Sinfonía de la Música Británica. Ese fue el lema de la fiesta con la que Londres despidió anoche los Juegos Olímpicos de 2012, los de la XXX Olimpiada de la era moderna, y dio el testigo del relevo a los de Río de Janeiro 2016. La ceremonia final estuvo impregnada en todo momento del espíritu de la capital británica, que, tras ofrecer al mundo el mayor espectáculo deportivo, también quiso brindarle su cultura, representada de manera fundamental por la música en un recorrido espléndido por los últimos cinco decenios. Unos 80.000 espectadores entregados apasionadamente a la causa, que vibraron con cada una de las actuaciones, con cada una de las canciones, y la colaboración de unos 3.500 voluntarios contribuyeron al éxito del punto final.
El acto estuvo enmarcado en un escenario en el que, en principio, se recrearon algunos de los símbolos londinenses por excelencia a través de una jornada cotidiana de vida desde el alba en la estación energética de Battersea Park hasta el puente de la Torre, pasando por el Big Ben, la noria del London Eye o la catedral de San Pablo.
80.000 espectadores entregados vibraron de forma apasionada con cada canción
Empezaron a calentar los ánimos Madness al ritmo de Our House, y Pet Shop Bhoys. Fue una reivindicación del gran poderío musical que los británicos han acumulado y que culminó con The Who y su My generation. Pero hasta entonces hubo tiempo para muchas sorpresas, como la reaparición de las chicas más picantes de los alos 90. Las Spice Girls se volvieron a juntar después de más de tres lustros aunque solo fuera por unos minutos.
Por el Estadio Olímpico desfilaron iconos de la música pop, superventas todos, desde George Michael hasta Kaiser Chiefs, Liam Gallagher, Jessie J. Muse... También hubo tiempo para el recuerdo. Si Paul McCartney se dio el gusto de cantar Hey Jude, recordando a sus Beatles, la organización quiso en el cierre reivindicar igualemente el legado de otro de los mitos del grupo, John Lennon, con su Imagine. Y, puestos a homenajear, no podía faltar el también desaparecido Freddy Mercury, que a través de una grabación arengó al público, con Brian May a la guitarra. Y, claro, también estuvo presente el humor de Monty Python. Eric Idle tomó el relevo de Mr. Bean.
Si la ceremonia inaugural hizo hincapié en las revoluciones que Reino Unido registró en su historia, la industrial, la social y la de las nuevas tecnologías, ahora se trataba de ensalzar la creatividad de un país que siempre ha deseado sorprender a los demás a través de las artes.
El piragüista Craviotto, medallista de plata, fue esta vez el abanderado español
Así, la banda Elbow estuvo integrada en el desfile de los representantes de los 10.490 deportistas que han competido en la cita londinense durante más de dos semanas, los que han sido los auténticos protagonistas del evento y entre los que han destacado figuras con el carisma del atleta Usain Bolt en su esplendor o el nadador Michael Phelps en su retirada. Si en la apertura La tempestad, de William Shakespeare, tuvo un papel esencial, esta vez lo asumió un Winston Churchill que se presentó en lo alto del particular Big Ben instalado en el escenario.
La aparición del exprimer ministro dio paso a la entrada del príncipe Enrique, que representaba en esta oportunidad a la Monarquía británica, y del presidente del Comité Olímpico Internacional, el belga Jacques Rogge, así como a la promoción de las fiestas callejeras que se organizan en todo el país en coincidencia con eventos de relevancia nacional, amenizados anoche en el estadio olímpico de Stratford por Madness, Pet Shop Boys y One Direction.
Todo ello, tras una puesta de sol peculiar que dio paso a una feria de color y música con Ray Davies entonando el Waterloo sunset, de su mítica banda The Kinks, antes de que Emile Sandé emocionase con su segunda interpretación de Read all about it en una actuación que, con las imágenes de las lágrimas de estos Juegos, abrió boca para recibir a los héroes en un desfile reducido a la mínima expresión, pero representativo en general de todos y cada uno de los participantes, de los países, en el que el abanderado español fue el piragüista Saúl Craviotto.
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