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Fin de la era Isinbayeva

La estadounidense Suhr se impone en la pértiga, donde la rusa, doble campeona olímpica, solo pudo lograr la medalla de bronce

Amaya Iríbar
Salto de Yelena Isinbayeva en Londres
Salto de Yelena Isinbayeva en LondresMARK BLINCH (REUTERS)

Mientras Félix Sánchez mezclaba sus lágrimas con la lluvia al ritmo del himno dominicano que le reconocía como nuevo campeón olímpico, como campeón recuperado pues ya lo fue en Atenas 2004, mientras el público intentaba arroparle con su aplauso aunque eso supusiera interrumpir la música solemne, el reinado de la rusa Yelena Isinbayeva tocaba a su fin. Cuando acabó la ceremonia y los mejores vallistas dejaron el foco se consumó la derrota de la estrella, incapaz de superar los 4,75m, ella que un día voló sobre los cinco metros, que rompió una y otra vez su propia plusmarca mundial, que subió a lo más alto en los dos últimos Juegos Olímpicos, que se convirtió en una auténtica estrella del deporte, se quedó en el bronce y dejó la lucha para la cubana Silva y la estadounidense Suhr con el listón a 4,80m. Ninguna pasó, pero ganó Suhr, con una trayectoria más limpia.

La derrota de Isinbayeva no es, obviamente la primera, pero si supone el primer fracaso olímpico de la rusa, que se impuso en Atenas 2004 y renovó el título cuatro años después en Pekín. Isinbayeva, que ya tiene 30 años, ha dominado su disciplina durante casi una década, con la excepción de ese respiró que se tomó, extenuada de la alta competición dijo, hace un par de años.

“Esta medalla es como un oro para mí. He atravesado muchos problemas en los últimos tres años”, dijo luego; “el bronce me da fuerzas para seguir. Es como si me dijera: `no te retires’ porque tenía planeado hacerlo después de los Juegos”.

La atleta rusa, que ya tiene 30 años, ha dominado su disciplina durante casi una década
Stuhr es la segunda estadounidense que logra el título olímpico en pértiga

Su sucesora no es nueva, es la misma Stuczynski que fue plata en Pekín, pero que ahora ha tomado el apellido de su marido y entrenador Rick Suhr, que fue quien la convenció de cambiar la pértiga por el baloncesto y con el que mantiene animadas discusiones mientras compite. Los Stuhr se casaron en 2010 y un año después la saltadora, que también tiene 30 años, fue diagnosticada como celiaca (alérgica al gluten) tras tener que retirarse de un par de competiciones al sentirse muy débil, cuentan algunos medios estadounidenses.

El Estadio Olímpico no fue una excepción en la animada relación que mantienen los Stuhr. En el duelo que mantuvo con la cubana, de físico más poderoso y apariencia más tranquila, la estadounidense pareció por momentos perder la calma. Y eso que partía con la ventaja de saber que en caso de fallar ambas, como al final sucedió, aquel nulo de Silva sobre los 4,45m la hacían campeona. Silva igualó el récord cubano, que ella misma tenía.

El duelo psicológico estaba en los detalles. En la forma en que la cubana se impregnaba las manos con magnesia y lentamente agarraba la pértiga o en cómo se escondía bajo una capucha la americana. Pero al final la reina seguía siendo Isinbayeva, incapaz de dejar de ser el centro de atención. Cuando se acercó a su entrenador, vestido de llamativo Bosco en la grada, lloró, o eso pareció, y se abrazó a él como una niña reclamando la atención de las cámaras del estadio y con ellas la de los 80.000 espectadores que, un día más, abarrotaron las tribunas.

Stuhr es la segunda estadounidense que logra el título olímpico en pértiga. La primera fue Stacy Dragila, que estrenó el podio olímpico de la disciplina en Sidney 2000. Como cualquier campeona dio la vuelta de honor al estadio con una bandera, como manda la tradición. La acompañaba Silva y, por supuesto, Isinbayeva, esta vez con la larga melena suelta, como diciendo: “aún no me he ido”.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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