El vuelo final de la mariposa
Phelps conquista su tercer oro consecutivo en los 100 metros desde 2004 en su última prueba individual antes de retirarse
Según se acercaba a la escalera para salir del agua, el público apelotonado en la grada comenzó a levantarse de sus asientos. Un rugido de admiración resonó en todo el centro acuático para recibir a Michael Phelps tras su penúltima proeza. Liberado de su brillante gorro negro, el nadador de Baltimore, el Pavarotti de su deporte, levantó los brazos para devolver el cariño demostrado por la muchedumbre. Movió las manos como diciendo adiós. Acababa de nadar la final de 100 mariposa, la última carrera individual de su vida. Acababa de ganar el oro. El 17º oro de su trayectoria olímpica. Su 21º medalla en unos Juegos. Otra señal en el más allá. Como dijo él mismo: “’Toppings’ sobre mi helado de crema”.
Mi tiempo no fue bastante bueno porque llegué mal"
“Miré a mi madre y supe que había sufrido”, dijo Phelps. “A ella no le gustan los finales apretados”. Debbie Phelps y sus dos hijas se han trasladado a Londres para seguir al chico de la familia, como han venido haciendo desde los Juegos de Sydney, en 2000. Y para el nadador, que tiene a su madre como referencia ineludible de cada gesto que hace, la carrera de 100 mariposa no fue una excepción. La nadó para sí mismo y también para Debbie. Y pensó en Debbie cuando estiró los brazos en ese último esfuerzo para tocar la placa que para el cronómetro. A sólo 20 centésimas de segundo le perseguían el sudafricano Chad le Clos y el ruso Evgeny Korotyshkin. Pero Phelps les ganó por un centímetro. Quizá menos. Quizá una distancia microscópica. El espacio que se puede recorrer entre 51,21 segundos y 51,44 segundos. El universo que decide la diferencia entre unos hombres y otros. El destino.
Phelps, que ha dedicado su vida a transitar esas distancias microscópicas, supo resolver el dilema con su ya legendario último toque. Le iba mucho en ello. Le iba una despedida digna de su prestigio insólito. Había conquistado el oro de los 100 mariposa en Atenas, lo había conservado en Pekín, y su dignidad le imponía perseverar en lo más alto hasta colgar el bañador. “Mi tiempo no fue bastante bueno porque llegué mal”, dijo. “Me quedé corto en la última brazada y tardé en alcanzar la pared. No me sentí feliz. Me di cuenta inmediatamente que no bajaría de 51 segundos. Igualmente, no había entrenado lo suficiente para conectar todas las piezas del puzle. Esta vez lo importante era ganar. Esta carrera ha sido muy importante para mí porque era mi despedida de una especialidad que adoro”.
Phelps hizo su último volteo con maestría y ganó un pequeño margen en el nado subacuático
No le resultó sencillo manejar la final. Pasó el séptimo por el viraje, en 24,35 segundos. No fue su mejor parcial, ni mucho menos. Pero fue suficientemente bueno como para pasar junto con Le Clos, el hombre que le amenazaba. Phelps hizo su último volteo con maestría y ganó un pequeño margen en el nado subacuático. Un espacio vital para regresar controlando la carrera en los últimos 50 metros, su especialidad, allí donde pone su sello de competidor infalible. La remontada estaba cantada y la multitud lo celebró admirada, deseando que se cumpliera lo que parecía evidente. Que el oro fuera para él. Para el mejor de todos los tiempos a la luz de los resultados.
“Esta ha sido mi última prueba individual”, dijo Phelps, al salir del agua. El estadounidense, de 27 años, repite a cada paso que se retira. Que es cierto. Que no volverá a ponerse un bañador y unas gafas para competir. Que esta ha sido la última vez. Lo dice con una sonrisa de placer dibujada en los labios. Está encantado de poner término a su carrera como lo está haciendo en Londres, aunque la gente parezca no creer que existe un final y él tampoco. Aunque sea preciso repetir, una y otra vez, que esta es la última vez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.