La despersonalización española
El equipo olímpico pasó de perder balones ante Japón a perder la puntería y la compostura frente a Honduras
Tras el primer partido ante Japón (0-1), un traspié inesperado por la condición de favoritos con la que afrontaban el torneo, el cuerpo técnico reunió a los futbolistas, tan alicaídos como heridos en su orgullo. “Estábamos un poco cabizbajos, pero recuperamos los ánimos”, desveló unos días más tarde Muniain. A los preparadores, sin embargo, les preocuparon más los conceptos tácticos y reunieron al grupo para dar cuatro pinceladas de lo que no se podía repetir de ninguna de las maneras, de lo que entendían fue su condena. “Se puso ímpetu en corregir las pérdidas absurdas de balón, que nos mataron”, explican desde la expedición española; “y se insistió en que debíamos mantener el estilo, pero con mucho más rigor”. También se siseó, aunque ya en las altas esferas, que la entrada de Muniain les daría mucha energía tanto con la pelota como con la presión en campo ajeno. Confiados pues, afrontaron el nuevo y decisivo envite, esta vez ante Honduras. Y volvieron a caer, descabalgados de los Juegos a las primeras de cambio y perdiendo casi todas las señas de identidad de España.
España en los JJOO
Amberes 1920: Medalla de plata.
París 1924: Primera fase.
Ámsterdam 1928: Cuartos de final.
México 1968: Primera fase.
Barcelona 1992: Campeones.
Atlanta 1996: Cuartos de final
Sidney 2000: Medalla de plata.
Londres 2012: Primera fase.
Si frente a Japón el equipo persiguió la pelota, condicionado sobremanera por jugar con uno menos por la expulsión de Iñigo Martínez, ante Honduras se recobró el color, al menos en la segunda mitad. “24 disparos y ningún acierto”, se lamentó el capitán Javi Martínez; lamento en boca de todos. Perdió España, entonces, la puntería, negado como quedó ante el gol porque los postes escupieron hasta en tres ocasiones los remates españoles. “El único que mereció ganar el partido fue España”, reflexionó después el seleccionador Luis Milla, puesto ya en el disparadero por más que en el curso anterior ganara con un fútbol de salón y con un grupo similar el Europeo sub-21, por más que clasificara a la selección para unos Juegos 12 años después.
Tras caer ante Japón, el cuerpo técnico se puso ímpetu en corregir las pérdidas absurdas
Un grupo similar, pero no igual; un torneo con diferentes normas porque solo permite jugadores menores de 23 años menos tres excepciones. Particularidad que desechó España. “Juegan los que se lo merecen. Los que consiguieron llegar aquí”, expresó Milla al dar la lista, en una tradición que instauró el extécnico Iñaki Sáez allá por 1980, a, poco tiempo de entrar en las categorías inferiores de La Roja. “Creo que tenemos un gran equipo”, amplió el seleccionador, consciente de que la mayoría de sus jugadores ya eran capitales en equipos de élite, como De Gea bajo los palos del Manchester United, Azpilicueta en el Marsella, Adrián en el Atlético, Alba en el Valencia [ahora en el Barça], Javi Martínez, Herrera y Muniain en el Athletic, Mata en el Chelsea… Ninguno ha dado la talla, lejos de las demás figuras del torneo: Neymar, por citar a algunos, marcó un gol soberano de falta ante Bielorrusia; Giggs remató de cabeza un balón a la red; y Dos Santos firmó dos dianas frente a Gabón al salir desde el banquillo. “La baja de Thiago (medio del Barcelona) es importante porque es un futbolista distinto, pero seguimos siendo bien competitivos”, se defendieron desde el cuerpo técnico. Pero resultó que no y eso, por primera vez en mucho tiempo, acostumbrado como está en épocas modernas el fútbol español a levantar títulos a espuertas, le hizo perder la compostura.
No sería de extrañar que a Muniain le sancionara la federación, toda vez que empujó al colegiado y las normas de comportamiento son bien estrictas
Las normas son muy claras. Por eso, hace años, a Sergio Ramos lo expulsaron -no le citaron en las convocatorias- de la selección durante seis meses, después de ver la tarjeta roja en una final. “Por eso, otros chicos que durante una noche se pusieron a hablar en un pasillo cuando tenían que estar dormidos, no vinieron durante un tiempo con el grupo”, deslizan desde la federación. Y por eso no sería de extrañar que a Muniain le sancionaran, toda vez que en un momento del partido le dio un empujón al colegiado. “Al árbitro le ha dado por no pitar”, se quejó Muniain. “Somos deportistas y merecemos un respeto”, añadió después Herrera. Una clamor que, además, los futbolistas expresaron al final del encuentro, cuando rodearon al trencilla venezolano, señal de la impotencia porque en 180 minutos fueron incapaces de sumar un gol. Se ganaron un disgusto y, a cambio, perdieron lo demás.
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