Wimbledon se parte en dos
La lluvia impide jugar a David Ferrer y otros nueve tenistas, mientras que Djokovic avanza bajo el techo de la central Federer vence a Malisse entre dolores de espalda
En Wimbledon, cónclave de urgencia. Los soplidos del viento zahieren la espalda del suizo Roger Federer. El número tres se siente “asustado”. Protagonista de “un momento monstruoso”. Son los octavos, le mide el belga Xavier Malisse, y por primera vez desde el año 2003 el campeón convoca al fisioterapeuta sobre la pista de un grande. Frente a ese pantano de sentimientos negativos, Federer tiene dos salvavidas: su talento infinito (7-6, 6-1, 4-6 y 6-3) y la conciencia de que la lluvia que viene no le impedirá competir poco a poco, fijándose solo en su musculatura, porque la central es la única pista con techo de la cita. Eso no les ocurre a otros 10 tenistas que se ha clasificado para octavos. Eso no les pasa a David Ferrer y al argentino Juan Martín del Potro. Eso rompe a Wimbledon en dos. A un lado, los privilegiados, como el serbio Novak Djokovic, que bajo la techumbre tumba 6-3, 6-1 y 6-3 a su compatriota Troicki. Al otro, el resto, que ven sus duelos cancelados.
“Aquí siempre se juega bajo un poco de lluvia”, razonó Federer, que compitió todo el rato al aire libre pero con la tranquilidad de saber que tenía techo si lo necesitaba. “Eso te hace pensar que en cualquier momento se puede suspender. En consecuencia, a veces te estresas porque quieres aumentar tu ventaja [para acabar antes], y en otras ocasiones deseas que llueva para que pare el partido. Mentalmente, esas dos cosas pueden confundirte”, cerró el suizo, poniéndose en el lugar del británico Andy Murray y el croata Marin Cilic (7-5, 3-1 y 40-0); en el del francés Jo-Wilfried Tsonga y el estadounidense Mardy Fish (6-4, 1-1 y 40-40); y en el del alemán Florian Mayer y el francés Richard Gasquet (6-3, 2-1 y 15-15).
El grande inglés es el único en que los jugadores no compiten en igualdad
La cobertura de la central costó más de 110 millones de euros en 2009. Tarda casi 40 minutos en cerrarse y crear con unos aires acondicionados las circunstancias ideales para el juego en hierba (25 grados de temperatura y 50% de humedad para preservar el césped). Su uso, además, ha convertido a Wimbledon en una excepción entre los grandes. En el Abierto de Estados Unidos y Roland Garros impera la igualdad, compiten todos los tenistas en las mismas condiciones, a todos inoportuna por igual la lluvia (no hay techo). En el Abierto de Australia hay dos pistas con cobertura retráctil, lo que permite extender el manto protector a la mayoría del torneo.
Finalmente, la techumbre de Londres plantea dos interrogantes: ¿es justo que una minoría pueda mantener el ritmo de partido y día de descanso mientras que la mayoría se ve obligada a competir de seguido? ¿Es razonable que un torneo al aire libre se dispute bajo techo, sin que llueva, para que las luces iluminen mejor las imágenes que les llegan a los telespectadores, como ocurrió en el Rafael Nadal-Lukas Rosol?
Está claro que el techo cambió el partido en el que fue eliminado Nadal” Djokovic
“Este es un torneo al aire libre”, opinó Novak Djokovic. “Creo que es muy importante que la organización se tome en serio la opinión de los jugadores. En el caso de la eliminación de Nadal, está claro que el techo cambió el partido, porque Rafa iba antes con viento a favor, tras jugar un gran cuarto set”.
Son las cosas de Wimbledon, un torneo especial hasta en sus horarios: aunque el techo de la central podría permitir una sesión nocturna, esta ha quedado prohibida por un acuerdo entre la organización y los vecinos, que consiguieron que cualquier partido, independientemente del marcador, se aplace como tarde a las 23.15. Mientras tanto, la cita ha quedado rota en dos por su techo. Como dijo hace unos días Fernando Verdasco: “Está claro que eso les da ventaja a los que juegan en la central. Aquí, los beneficiados y los perjudicados son siempre los mismos”.
Sharapova, derrota y adiós al número uno
Salta la alemana Sabine Lisicki, la viva imagen de la felicidad mientras le dedica reverencias a las cuatro esquinas de la grada, y se despide con cara de pocos amigos Maria Sharapova. En los octavos, la rusa se va (4-6 y 3-6) derribada a pelotazos. La derrota produce efectos que van más allá del torneo. Sharapova, campeona en Roland Garros, también perdió ayer el número uno a favor de la bielorrusa Victoria Azarenka (6-1 y 6-0 a la serbia Ivanovic), quien a su vez podría cederlo según los resultados de la polaca Agnieszka Radwanska.
“Esto sabe a gloria”, dijo Lisicki, agradecida porque su esforzada pretemporada para la hierba, realizada en Florida, Estados Unidos, haya tenido recompensa. “He ganado a la campeona de Roland Garros en tres participaciones en Wimbledon. Supongo que no deberían ponerlas en mi lado del cuadro”, ironizó la número 15.
“Y sí”, le contestó Sharapova, que perdió el partido cuando desaprovechó la oportunidad de igualar 5-5 la primera manga, que perdía 2-5; “si juega a este nivel, pertenece a la élite de este juego”.
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