El pie y la voz

Quizás Gerard Piqué (Barcelona; 1987) sea la suma de todos los defensas juntos, con sus múltiplos y sus deudas repartidas. Un tipo grande, es decir, poderoso en el choque si llega el caso, solvente en el juego aéreo, instruido en la estrategia por la exigencia del fútbol defensivo de Guardiola y sobrado en actitud por su forma de ser. Piqué, por personalidad, tiene todas las maneras del jefe de la línea aunque su final de temporada en el Barça con Guardiola haya sido más inesperado de lo que su jerarquía anunciaba. Por ascendencia, Piqué es el jefe de la defensa, él marca la línea y él decide cuándo se va a surcar los mares del otro equipo en busca de un gol que le redima de tanta penitencia defensiva.

Tanto para Del Bosque como para Guardiola, es la garantía de la fortaleza y la tranquilidad

Tiene Piqué un punto de tipo autodidacta y ha sobrevivido a cualquier intemperie. No es fácil encontrar un defensa de su envergadura con su salida del balón. En realidad, no es fácil encontrar un central al que no le asuste el balón, acostumbrados como están la mayoría a medir el tamaño del rival más que la circunferencia del balón.

Piqué para Del Bosque, como para Guardiola, es la garantía de la fortaleza y la tranquilidad al mismo tiempo. El esquema de Pep le ha hecho trabajar en distintas zonas de la defensa, con pocos o muchos compañeros, en la abundancia y en la supervivencia. Quizás eso le ha hecho más grande y, por lo tanto, más solvente, aunque en algunos momentos le hayan fallado las fuerzas, en una temporada muy larga que concluyó el 25 de mayo con Piqué en el área contraria buscando el gol desesperadamente. No le hacía falta al Barça, que tenía la Copa en el bolsillo, ni había vendetta alguna pendiente. Simplemente, la ambición de un futbolista por ser protagonista en un estreno con todos los focos encendidos. Lo que se necesita en una competición como la Eurocopa: estruendosa pero corta.