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EL CHARCO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mi sillón al mundo

El Madrid ya va suelto y se desliza hacia el título por un tobogán

El sábado, mi fin de semana de fútbol arrancó en el Alfonso Pérez. Un duelo parejo que empezó dominando el Getafe, con ese empuje que suele mostrar en su cancha, y luego logró equilibrar el Espanyol. El equipo de Pochettino sorprende por la fluidez de sus salidas, casi siempre escoradas a la izquierda, y la determinación en la búsqueda del arco contrario, evitando atajos, pero también demoras innecesarias. Si el Espanyol no se llevó más que un punto fue por una razón que es a la vez garantía de un gran futuro: su juventud. Con un hábil y dinámico Vladimir Weiss (hijo y nieto de futbolistas) como punto destacado, el Espanyol llegó al gol a los 65 minutos con un lanzamiento de Moreno que dejó mano a mano a Álvaro tras el error en el achique de la línea defensiva del Getafe. El Espanyol perdió su ventaja por pecados juveniles: Thievy intentó salir con la pelota dominada de una situación incómoda en su propia área y la perdió. Luego, cometió un penal evitable que significó el empate. Minutos después, Galán, fuera de su banda natural, sumó a una mano innecesaria una entrada a destiempo y se ganó la tarjeta roja. El equipo catalán puso en manos de Pochettino un proyecto a largo plazo y hoy debe sentirse orgulloso de su presente e ilusionado con su futuro. 

Del Alfonso Pérez salté al Bernabéu para ver la rutina del Madrid: aplastar rivales. Un Madrid que ya va suelto y se desliza hacia el título como por un tobogán. Hasta el punto de que se anima a juntar, más allá de las lesiones, a cada vez más futbolistas de corte creativo por metro cuadrado: Marcelo en el lateral, con Granero junto a Xabi y con Kaká asociado a Özil y Cristiano en el enlace con Benzema. Una alineación de lujo que con el regreso de Di María obtiene el ingrediente que le faltaba: permanente desequilibrio por la banda. Con el retorno de Khedira y la recuperación de Lass y Altintop, el Madrid volverá a tener a casi todos disponibles. Con la plantilla completa, sumada al colchón de puntos que lleva en la Liga, podrá gestionar las rotaciones con tranquilidad en una etapa en la que el calendario se colapsa. Pero la distancia que el Madrid sacó al Barça en la Liga provoca una paradoja: verse tan lejos de su rival quita presión y permite también al Barça manejar sus rotaciones con mayor tranquilidad.

Sin posibilidad de sintonizar al Sevilla de Míchel, volé desde el Bernabéu hasta La Plata, donde se enfrentaron Gimnasia y Rosario Central, dos aspirantes al ascenso. No son pocos los fines de semana en que los partidos del Nacional B argentino resultan más interesantes que los de Primera. Con muchos equipos históricos de Primera y muchos otros del interior, es una competición en la que, a diferencia del centralismo que se ve en Primera, están representadas muchas provincias y se saca el foco de Buenos Aires. El sábado, en el bosque platense, se vivió el hecho más significativo del fin de semana futbolístico. Un partido caliente que sostenía Central para no perder la punta del campeonato. Cuando faltaba solo un minuto, el árbitro tomó una decisión innovadora: pito penalti cuando Valentini, defensa canalla, cubría la pelota con el cuerpo del acecho de un delantero para facilitar la salida del portero. Después del gol terminó el partido y Central perdió la punta. Cuando todos los futbolistas se abalanzaron sobre el árbitro, chocaron con su propio entrenador, Juan Antonio Pizzi. No es habitual ver al entrenador del equipo perjudicado defender al árbitro con tanto ímpetu. Pizzi le cambió la cara al fútbol de Central y pone una dosis de sensatez al fútbol argentino.

De allí me fui al Monumental, donde River se sintió a sí mismo como un equipo de Primera, algo que nunca debió dejar de hacer. Ganó, goleó, jugó un gran partido a nivel colectivo y se dio un lujo especial: gritó un golazo de Trezeguet, que se apoyó hacia la banda y corrió al área para clavar un cabezazo exquisito de pique al suelo del segundo palo. Una clase rápida de definición para los aspirantes a delantero centro.

La mañana del domingo me encontró cerca del Adriático, donde el Milan venció y mantiene su pulso con el Juventus por el título. Con un Inter descolgado de Europa y un Roma en construcción en manos de Luis Enrique, el Milan se dio el lujo de brillar incluso sin cuatro de sus referentes: Nesta, Mexes, Boateng e Ibrahimovic. De la mano de Robinho y Emanuelson y con Van Bommel como punto de equilibrio, rompió rápidamente al Cesena y sigue liderando la tabla con vistas al partido del próximo fin de semana con la Juve. Este Milan, sólido e italiano, pero con una buena dosis de creatividad y contundencia, ya pasó por encima del Arsenal entre semana y se perfila, junto con el Bayern Múnich, anfitrión en la final, como uno de los pocos equipos con posibilidades serias en Europa contra los dos equipos del momento: Real Madrid y Barcelona.

Mientras envío esto, el Liverpool golea al Brighton en la FA Cup (6-1). El fútbol no se detiene y el sillón de mi casa se enfría ahora en la tarde de Anfield.

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