Lavezzi desmonta al Villarreal
El mediapunta argentino del Nápoles se inventa dos goles que hunden al equipo de Garrido
Ezequiel Lavezzi, un argentino que no ha hecho fortuna con la albiceleste, es el ídolo de Nápoles, donde Maradona desató la locura durante siete cursos en los años ochenta. Lavezzi desmontó él solo al Villarreal con dos acciones que aunaron viveza y destreza y que derivaron en sendos goles en contraen un primer cuarto de hora para olvidar para los castellonenses, que no supieron detener el arranque de pasión del Nápoles. Dominador ficticio del juego, al Villarreal le faltó contundencia en las áreas, los únicos lugares que interesan a los equipos italianos.
El mítico San Paolo se preparó a conciencia para ver el estreno del Nápoles en la moderna Liga de Campeones, la antigua Copa de Europa en la que participó por última vez 21 años atrás. Fue saltar los equipos al césped, sonar el himno de la Champions y venirse abajo San Paolo, ante una inmensa humareda procedente de las bengalas. El Villarreal supo en ese instante la noche ardiente que le tocaría vivir.
NÁPOLES, 2 - VILLARREAL, 0
Nápoles: De Sanctis; Campagnaro, Cannavaro, Aronica; Zuñiga, Gargano, Inler, Dossena; Lavezzi (Santana, m. 88), Hamsik (Mascara, m. 80); y Cavani (Pandev, m. 71). No utilizados: Rosati; Grava, Fideleff y Fernández.
Villarreal: Diego López; Zapata, Gonzalo (Camuñas, m. 33), Musacchio, Catalá; De Guzmán (Hernán Pérez, m. 83), Senna (Wakaso, m. 83) , Bruno, Cani; Rossi y Nilmar. No utilizados: César; Joan Oriol, Marchena y Mario.
Goles:1-0. M. 14. Hamsik a pase de Lavezzi. 2-0. M. 16. Cavani de penalti.
Árbitro: Franck De Bleeckere (Bélgica). Amonestó a Aronica, Gonzalo, Cannavaro, Rossi y Cani.
Unos 55.000 espectadores en San Paolo.
Adorado por los italianos, nadie esperaba que Giuseppe Rossi acudiera a la fiesta napolitana del fútbol, lesionado como creían que estaba. El Nápoles acertó como pudo a contenerle. Salvando las distancias entre sistemas y jugadores diferentes, había cierto paralelismo en los dos equipos. Siete jugadores de ambos bandos se repartían esfuerzos y se sometían a rigores tácticos. Y el talento, habilidad y el gol era cosa de tres por cada lado. En el Villarreal, Cani, Rossi y Nilmar tenían toda la libertad para crear. En el Nápoles de Walter Mazzarri casi todos trabajan para defender su portería. Todos menos Lavezzi, cuyas energías se concentran en inventar y desmontar a los rivales. Un pase del argentino de derecha a izquierda sirvió para que el Villarreal ya marchara por detrás del marcador antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. Hamsik aprovechó el perfecto envío de Lavezzi para batir a Diego López de disparo duro y esquinado. Ningún amarillo atendía el desmarque del dinámico centrocampista eslovaco. Sin tiempo a subirse las medias, suspirar y lamentar lo acontecido, el grupo de Garrido se encontró con una nueva desgracia en forma de despiste. Gonzalo se extravió y propició que el listo de Lavezzi le agenciara el esférico y provocara la falta del central dentro del área de Diego López. Cavani transformó el penalti. Entre el delantero uruguayo, Hamsik y Lavezzi, los tres talismanes locales, el Villarreal quedaba retratado. Tal como lo había ideado Mazzarri.
Golpeado por dos veces, al conjunto castellonense le quedaba el regusto amargo de la poca pericia defensiva mostrada y la esperanza de que sucediera la misma circunstancia en el área contraria, en la que el pequeño de los Cannavaro, Paolo, junto a Campagnaro y Aronica, transmitían con su rudeza y escasa cintura cierto desasosiego en el Nápoles. Con poco, también podía crear peligro el Villarreal, que pudo recortar diferencias en el marcador tras una mala cesión de Cavani a su portero que Nilmar no acertó a embocar a gol en una posición favorable. Varios jugadores napolitanos recriminaron a Cavani por el sacrilegio de intentar jugar el balón en zona defensiva. En Italia no es habitual.
A Garrido, como tantas otras veces, le pudo la poca paciencia y su mucha ambición, consciente de que perder en San Paolo podía significar el adiós de la Champions y complicarse la continuidad en Europa en la segunda jornada de la competición. A la media hora retiró a Gonzalo, introdujo a Camuñas, retrasó la posición de Bruno y liberó a De Guzmán de su encorsetado cometido en el costado derecho, para que perdiese la timidez mostrada de inicio.
El Villarreal comenzó a gobernar el juego de manera más vistosa que efectiva, con más dominio que acierto. Los decibelios aumentaron en San Paolo ante las eternas posesiones del conjunto amarillo. Y el Nápoles quería que nada ocurriese e interpretó muy pronto el decálogo del buen equipo italiano con todas sus artimañas. Para desgracia del Villarreal, que pagó con derrota el arranque efusivo del Nápoles y dos acciones vivas de Lavezzi.
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