Cada uno, con la suya
Una vez eliminado el Shakhtar, Guardiola dejó de acudir al gimnasio, lo que hacía regularmente unas horas al día para combatir la hernia discal que le tumbó en la cama de un hospital, y se dedicó exclusivamente a preparar la visita al Bernabéu. La importancia que dio al partido quedó reflejada en la alineación. Apostar por Puyol y Pedro, desplegar el mismo equipo del 5-0 salvo Abidal, era la mejor manera de dignificar la Liga y también salirse del guion que contemplaba la serie del clásico como una obra in crescendo de 18 días en cuatro actos. Al Barcelona siempre le gustó llevar la iniciativa, evolucionar un juego nada convencional, también en Chamartín.
Mourinho, por el contrario, es un especialista en buscar antídotos. Incluso como entrenador del Madrid. Al fin y al cabo, Florentino Pérez le fichó para que acabara con el Barça después de que la pasada temporada ya evitara la llegada de los azulgrana a la final europea con el Inter. El portugués es un especialista en trampear los partidos. Ayer, además de dejar la hierba alta para que la pelota no corriera, incrustó a Pepe como tercer volante para detener a Messi, desequilibrante como falso nueve en los últimos enfrentamientos, e impedir el juego por dentro del Barça. Neutralizados los azulgrana, aspiraba a ganar el encuentro a balón parado, en una segunda jugada o en una contra vertiginosa por la facilidad de sus delanteros para atacar el espacio. El fin justifica los medios en el Madrid, un equipo que procuró acabar la jugada, ser más selectivo y concreto, menos retórico que el Barça.
No encontró el Madrid la jugada episódica que pretendía en un partido planteado a la italiana, no dio con el gol de ventaja que le acostumbra a dar la victoria y, en cambio, el partido viró a favor de los azulgrana por su paciencia y su fútbol continuista. Albiol cometió penalti sobre Villa y el Barça se vio con superioridad en el marcador y en la cancha por la expulsión del central valenciano. Mourinho ya tenía coartada para justificarse: su equipo, como es costumbre, se había quedado con 10 en una contienda ante el Barcelona.
Conjunto de muchas camisas, capaz de jugar tres y cuarto partidos distintos en uno mismo, el Madrid encontró en la adversidad el motivo para intentar la remontada a partir de la heroica, sin centrocampistas y con Adebayor de boya, juego directo del portero al delantero centro. Excelentes en situación de igualdad, los azulgrana perdieron el sitio desde el gol de Messi, el primero que le mete a un equipo de Mou. La tensión pudo con el capitán, Puyol, quebrado en la cancha, y Guardiola optó por poner a Busquets de central junto a Piqué, movimiento que no le funcionó. Recularon los barcelonistas, aflojados también sin Pedro, incapaces de corregirse, monotemáticos, y respondieron los madridistas desde el alboroto, el terreno abonado para Mourinho, finalmente feliz con el paisaje. Un penalti que no pareció premió el coraje del Madrid, ya con Özil, y penalizó al Barça, demasiado ingenuo, poco malicioso, destensado sin Puyol ni Pedro.
El empate rearma al Madrid de cara a la Copa y reafirma al Barça en la Liga. Guardiola y Mourinho se salieron finalmente cada uno con la suya.
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