Premio para el menos malo
El Madrid llega a la final tras vencer al Valencia en un partido con 47 pérdidas
En un partido para olvidar lo antes posible, el Madrid fue menos malo que el Power y se metió en una final en la que deberá parecerse lo menos posible a su versión de la semifinal si no quiere salir escaldado como pasó el año pasado. El catálogo de errores por parte de ambos equipos fue de tal envergadura que en cuanto uno de los dos lograba parar la sangría de imprecisiones durante unos pocos minutos conseguía marcar diferencias significativas. Le pasó al Power al final del segundo cuarto y principio del tercero (27-40, minuto uno) y le ocurrió al Madrid en el último cuarto, cuando remontó y resolvió de la mano de sus dos mejores jugadores, Suárez y Mirotic (ya juega como un veterano) y espoleados por el dinamismo y espontaneidad que da al juego Sergio Rodríguez.
Real Madrid 69-59 Power Electronics Valencia
REAL MADRID: Prigioni (5), Llull (7), Velickovic (1), Reyes (6) y Tomic (2) -cinco inicial-; Rodríguez (5), Tucker (8), Mirotic (15), Suárez (16) y Fischer (4).
POWER ELECTRONICS VALENCIA: Cook (11), Martínez (19), Javtokas (-), Claver (7), Savanovic (6) -cinco inicial-; Agustin (2), Lishchuk (2), Navarro (3), Pietrus (-) y De Colo (9), Fernández.
PARCIALES: 11-14, 16-21, 19-13 y 23-11.
ÁRBITROS: Martín Bertrán, García Ortiz y Bultó. Eliminado por faltas personales Sergio Rodríguez (min.35) en el conjunto merengue.
PABELLÓN: Palacio de Deportes. 13.045 espectadores.
Incluso en un día gris, Sergio no pasa desapercibido y eso que se hartó de perder balones. Hasta siete, pero no se desanimó y siguió porfiando hasta el final, lo que su equipo agradeció. Tampoco tenía motivos para abochornarse en demasía, pues el que estuviese libre de no haberle regalado la pelota al contrario alguna vez que tirase la primera piedra. Entre todos alcanzaron un número escandaloso. 47. Sí, 47 pérdidas: 22 los madrileños, 25 los valencianos. Así no hay quien juegue un buen partido.
Messina dio la sorpresa inicial al colocar en el quinteto titular a Velickovic en lugar de Carlos Suárez con la misión indisimulada de perseguir a Claver. Seguramente si hubiese sabido que el alero valenciano iba a tener uno de esos días en los que no está para casi nada, seguro que se habría ahorrado una decisión que además de lanzar un discutible mensaje de mayor preocupación por lo ajeno que por el desarrollo de lo propio, sirvió para comprobar una vez más el tamaño del desconcierto que acompaña a Velickovic.
Ya no es cuestión de jugar de tres o de cuatro. Es que el hombre está perdido. Todo lo contrario que Mirotic, al que viéndole moverse en la cancha uno se pregunta por qué se ha tardado tanto en hacerle un hueco. Participa activamente en el juego en ambas canastas, no duda en jugar sus opciones individuales y es capaz de jugar de espaldas a canasta con criterio. Si a esto le añadimos que su físico da para echar una mano en intimidación y rebotes, el cuadro resulta más que prometedor.
Enredado en sí mismo como estaba el Madrid, el Power dominaba sin estridencias el partido. Le bastaba tener a Rafa Martínez, de los pocos que durante el primer tiempo tenías las ideas claras. Entraba a canasta cuando veía oportunidad, lanzaba cuando contaba con una buena posición y en defensa perseguía inteligentemente a un apagado Llull. En un partido tan deficiente que incluso adormeció a las aficiones presentes en el Palacio, el criterio de Martínez era un oasis y tuvo su recompensa al final del segundo cuarto (27-35).
Un minuto después el Madrid tocaba fondo, del que le rescató Carlos Suárez. El alero madrileño, a base de regularidad en sus prestaciones y sobre todo no eludiendo nunca sus responsabilidades, se ha convertido en pieza angular. Incluso se le ve mucho más activo emocionalmente, una de las cuestiones donde radicaban más dudas. A partir de un triple suyo el Madrid entró en una mejor dinámica, incluso consiguió que Tomic hiciese su primer tiro después de 20 minutos en cancha. Otro de los misterios que acompaña a este equipo.
Dos triples de Suárez y Mirotic a falta de siete minutos fueron punto de inflexión del partido (55-52) y a partir de ahí, el Power se disolvió. Tucker se pegó a Martínez y no hubo nadie que diese un paso adelante. Sin estridencias ni alborotos, sin una muestra de rebeldía ante su destino por parte del Valencia, el partido se le fue de las manos y empañó su buena temporada. No por perder, que entra dentro de lo posible siempre, sino porque se pareció más al eterno aspirante a lo que prometía en las últimas semanas. A veces lo peor no es la derrota.
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