Fiesta en Mestalla

Lanzado por la zurda de Tino Costa y ajustado por el ojo clínico de Mata, el Valencia se puso las botas ante un rival indigno de la competición. Es difícil entender que el Bursapor le ganara la pasada Liga al Galatasaray, el Besiktas y el Fenderbaçe. Sin quitarle méritos al conjunto de Emery, que ha sido mucho más consistente en la Champions que en la Liga, mucho más fiel a sus principios. Los que le han llevado a los octavos de final de la competición por quinta vez en su historia, con opciones todavía de ser primero de grupo si le gana al Manchester en Old Trafford el 7 de diciembre.

Partido de una sola dirección, el Valencia tenía prisa por marcar. La cara inofensiva del Bursaspor procedía de su incapacidad para haber logrado un solo gol en el torneo. Y, sin embargo, el conjunto turco empezó a disponer de claras ocasiones. Gracias a las facilidades defensivas locales y a la potencia en carrera de Yildirim. Pero este erró en la vaselina ante Moyà y, poco después, Erdogan arrastró la pierna de Aduriz en un penalti que abriría el choque en canal. Mata lo transformó con aplomo: potente, a media altura y combado de adentro hacia afuera. Y el propio Mata sentenció la cita después, inventando un magnífico pase interior a Soldado que este empaló de primeras, cruzado. El gol lo observó desde el suelo, en la otra portería, Moyà, retirado poco después por una lesión muscular (previsible rotura en el cuádriceps). Lo suplió el joven Guaita.

Mata se empeñó en dar un recital y también intervino en el tercer gol. Esta vez con un toque de espuela en el aire que desbrozó el camino de Jordi Alba hasta la línea de fondo. El centro cómodo de este lo remató por dos veces Aduriz, tras golpear la primera contra el portero. Joaquín anotó el cuarto en un disparo desde la frontal del área, favorecido por un rechace de un contrario. Era una lluvia de goles y al público ya solo le quedaba esperar la goleada.

Frente a una defensa tan vulnerable y un tosco centro del campo, Tino Costa comandó el encuentro con contundencia y alegría. Desplazando el balón, muchas veces a un toque, con muy buen pie. El mediocentro argentino ha vivido un tránsito extraño desde que llegó a Mestalla. Explotó precisamente en Bursa, en la primera jornada de la Champions, y se apagó en los partidos siguientes sin razón aparente, recuperándose justo cuando a su principal competidor por el puesto, Ever Banega, le salió la vena etílica. Tino Costa tiene grandes condiciones, como el pase, la humildad para trabajar como un poseso y el ritmo para marcar la pauta. Le falta sacarlas también ante adversarios mucho más poderosos.

¿Qué quedaba por ver en la segunda parte? Un nuevo golazo de Soldado, el quinto suyo en la competición, tras un sublime pase en profundidad de Joaquín. El delantero valenciano sorteó al portero, se perfiló hacia el centro y disparó justo por encima del zaguero que custodiaba el arco turco. La grada tenía ganas de ver a Isco, pero Emery quiso premiar primero a Chori Domínguez, marginado en las últimas jornadas. Después entró Isco, recibido con entusiasmo, aunque Emery le había dejado sin delanteros a los que asistir: quedaron Chori y el propio Isco como referencias atacantes, es decir, dos media puntas. Reapareció Mata para redondear la goleada y servir al Chori, que remató cruzado. Mestalla agradeció el festín servido por sus jugadores y suspiró por revivir viejos éxitos en una competición que todavía le debe una.