Raúl se equipara a Di Stéfano
El gol número 307 de su capitán abre el triunfo del Madrid sobre el Numancia
Probablemente nunca hubo un jugador que metiera más goles de rechace en la historia del fútbol. Este tipo de tantos suele coger desapercibidos a las defensas y al público, que pronto los olvidan. Son como esos apuntes contables que se inscriben en las carpetas y pasan a engrosar el papeleo de la administración pública. Valen por lo que suman, no por lo que son en sí mismos. Responden a momentos de confusión, a barullos, a escaramuzas. Nunca entrarán en la videoteca de los hinchas más estetas. Pero para marcarlos hay que tener una forma de inteligencia difícil de encontrar. Raúl la tiene como no la tuvo nadie y, así, como quien tiende una emboscada rutinaria, firmó ayer su gol. Fue el número 307. La cifra le equipara a Di Stéfano. Él lo sabe y lo calcula. Para estas cosas, el capitán del Madrid practica una suerte de absolutismo burocrático. No perdona un dato, una cifra, una jornada. Nada más meter su tanto, se señaló el dorsal, homenajeándose a sí mismo con rabia. Quiere que le reconozcan. Sus compañeros le agasajaron como quienes proporcionan paz a alguien angustiado. La grada de Soria le dedicó un aplauso. El gesto engrandeció a esta gente porque el gol les acababa de desbaratar lo que parecía al menos un empate.
Numancia 0 - Real Madrid 2
Numancia: Juan Pablo, Juanra, Boris, Sergio Ortega, Cisma; Del Pino (Quero, min. 63), Nagore, Dimas (Mario, min. 79), Barkero; Brit (Aranda, min. 53) y Goiria.
Real Madrid: Iker Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Cannavaro, Heinze; Sneijder, Gago, ''Lass'' Diarra, Robben (Van der Vaart, min. 65); Raúl (Javi García, min. 83) e Higuaín (Huntelaar, min. 75).
Goles: 0-1: Min 48, Raúl. 0-2: Min 56, Robben.
Arbitro: Delgado Ferreiro (comité vizcaíno). Amonestó a Nagore, Goiria, Ramos, Lass y dos veces a Gago, expulsado en el minuto 78.
Incidencias: Estadio Los Pajaritos. 9.200 espectadores.
El de Los Pajaritos es un campo chico y el Numancia lo achica aún más: presiona, roba el balón y lanza rápido a sus atacantes en busca de la olla, el córner o la falta lateral. Éste es el plan ancestral del equipo. Con Kresic y con sus predecesores. Lo sufrió el Madrid, que, por su constitución, carece de elementos suficientes para gestionar con holgura esta clase de oposición. La temporada pasada tenía a Robinho y Van Nisatelrooy. Sin ellos, la plantilla perdió mucho. Los dos, a su manera, eran máquinas de abrir espacios. Robinho, con el regate. Van Nistelrooy, comprometiendo a los centrales. Nadie en el Madrid fue capaz de irse de su marcador en la primera parte de anoche. A la media hora de juego, el Numancia intimidaba. Había provocado tres faltas laterales y dos córners. El Madrid, ninguno. Del Pino mandó un cabezazo al palo y otro a las manos de Casillas.
La ausencia de un nueve dominante en el Madrid anima a los centrales rivales a adelantar la línea. El efecto fue apretar el centro del campo. Durante una hora, los dos equipos se concentraron en 40 metros. Hubo disciplina y orden en ambos bandos. Bascularon, corrieron, se relevaron y apoyaron. La táctica y la solidaridad conspiraron contra la fluidez. El Madrid fue incapaz de dar tres pases seguidos. Cuando dio dos, lo hizo sin criterio. Por primera vez desde su llegada, Lass dio la impresión de sobrar. El Numancia organizó mejor sus recursos. Lo aprovecharon sus extremos. Del Pino y Barkero se lanzaron sobre Heinze y Sergio Ramos. Hicieron estragos. Sobre todo, Barkero. El vasco estuvo a punto de lograr la expulsión de Ramos, que no pudo quitarle la pelota. Fue el inicio de una mala noche para Ramos. Fueron los momentos más difíciles para el Madrid.
El partido discurrió por caminos desapacibles. Los jugadores del Madrid se fueron al descanso fastidiados. Al salir de nuevo, las cosas cambiaron. Una jugada con pinta de circunstancial transformó el partido. Robben se asoció con Higuaín, el argentino rompió por la izquierda, remató y el rechace de Pablo fue a parar a la bota derecha de Raúl. El gol entró al primer toque. Como casi siempre. Después de un movimiento imperceptible para los centrales. Como casi siempre. Cuando el partido parecía declinar hacia el empate a cero. Raúl pertenece a la especie de los depredadores vocacionales. Es insaciable. Es como esos zorros que matan más gallinas de las que necesitan para comer. Sólo por el placer de ejercitar los dientes.
La inteligencia, la ambición y una especie de ardor violento, han convertido a Raúl en la locomotora sagrada del Madrid. Ayer pasó por Soria y finiquitó el partido con un toquecito. La noche no volvió a ser la misma. El juego se descomprimió, se abrieron los espacios y el Numancia se entregó a la derrota. Robben aprovechó un hueco para meter un zurdazo y marcar el segundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.