El Barça falla en su cita con la historia
Un gol de Adriano en la recta final del partido noquea al equipo azulgrana, que vuelve a caer en una final intercontinental
Advertía Deco días atrás de la importancia que supondría ganar el Mundial de Clubes y cerrar un círculo. El portugués, de vuelta en lo que a materia futbolística se refiere, señalaba la relevancia histórica del título para el club azulgrana y la coronación ideal de un ciclo. Un periplo que comenzó hace algo más de un año, cuando el Barcelona conquistó la Liga en Vigo, alzó la Champions en París una semana después y que no ha sabido redondear con la victoria en el Mundial de Clubes. Sin duda alguna, un duro mazazo para un técnico y unos jugadores que tenían la posibilidad de quedar registrados con letras mayúsculas en la memoria del club catalán.
El último paso, el enésimo peldaño para los chicos de Frank Rijkaard estuvo en la final contra el Internacional de Porto Alegre. Un rival correoso, dotado de matices propios de la escuela brasileña y que aterrizaba en la gran final de tapado dada su pobre actuación en semifinales contra el Al Alhy egipcio. Sin embargo, esta premisa quedó eliminada conforme fueron transcurriendo los minutos. En los primeros compases de la cita, ambos equipos se tantearon en busca de posibles puntos débiles de su oponente. El Barcelona, prudente y algo dubitativo, no adquirió el dominio del encuentro con la claridad de otros envites. Por su parte, el Internacional supo aprovechar el letargo azulgrana para reivindicar claramente su condición de serio aspirante con algunas aproximaciones que encendieron la alarma en las filas blaugranas. Alexandre, Iarley y Edinho conformaban una envenenada tripleta atacante que puso en más de un apuro a los Márquez, Puyol y compañía.
Sobre aviso, el Barça dejó de lado el toque horizontal para crear acciones dotadas de mayor verticalidad, la verdadera esencia de este coloso. Las constantes subidas de Zambrotta por la banda derecha sembraron una pequeña dosis de incertidumbre en el conjunto brasileño, que afrontaba las acometidas basándose en un férreo orden. Pudo abrir el cerrojo Gio mediante un potente zurdazo que repelió con acierto Clemer, y poco después, fue Gudjohnsen el que estuvo cerca de marcar con un remate que salió ligeramente desviado. Posteriormente, el islandés rozó la gloria gracias a un disparo cargado de intención que se marchó muy cerca de la escuadra del Internacional. Ronaldinho, sometido al estrecho marcaje de Ceara, no pudo brillar como en otras ocasiones pero en el momento en el que apareció lo hizo como acostumbra: con criterio, detalles de virtuoso y eficiencia. De uno de sus magistrales desbordes nació un tiro que hizo emplearse a fondo al meta suramericano, e instantes después, hizo lo propio con un lanzamiento de falta que se estrelló en la figura del arquero.
El Internacional, muy bien posicionado, midiendo los tiempos con la eficacia de un reloj suizo, reaccionó con acciones verticales que buscaban la espalda de los centrales del Barça. Alexandre medía una y otra vez a Puyol con su exquisito regate, mientras que Edinho apostó por un juego más directo con el objetivo de batir a Valdés. Si bien es cierto, el portero azulgrana no tuvo muchos sustos, aunque antes de llegar al descanso se topó con un peligrosísimo disparo de Indio que a punto estuvo de encontrar su escuadra.
Batacazo azulgrana
En el segundo acto, el partido mantuvo los mismos compases. El Barcelona adquirió un mayor dominio, pero no llegaba a crear acciones de verdadero peligro. Rijkaard, de semblante serio, retiró del terreno de juego a Motta y Zambrotta para dar entrada a Belletti y Xavi, relegado a un segundo plano por el dulce fútbol de Iniesta. La inclusión del mediocentro catalán dio otro aire a su equipo, que una y otra vez se estrellaba contra la solidez defensiva de los brasileños. De una jugada suya nació una peligrosa acción que desembocó en un saque de esquina cuando Gudjohnsen, siempre atento, se preparaba para ejecutar.
La indecisión y el indulto azulgrana tuvo el peor de los castigos. Su parsimonia, su falta de agresividad y su debilitado punch obtuvieron la letal respuesta del Internacional. Cuando apenas quedaban diez minutos para finalizar el choque, un desajuste defensivo hizo que Adriano se plantase completamente solo delante de Valdés y pulverizase el sueño azulgrana. Un gol que dejó muy tocados a los de Rijkaard, que no obstante no bajaron los brazos. Deco, con un soberbio tiro, estuvo a punto de redimir los errores de su equipo, y ya al final, Ronaldinho pudo marcar con un lanzamiento de falta que se perdía en el vacío. El rostro del astro tras el pitido final, con lágrimas en los ojos, reflejaba la impotencia azulgrana. Un duro castigo, una dolorosa derrota que pone en tela de juicio la concentración del Barcelona. Una cura de humildad que señala un exceso de confianza que hace caer por segunda vez al Barça en una final intercontinental.
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