El Madrid rió el último
El club de Chamartín salió victorioso de los enfrentamientos con el Atlético la pasada temporada
Albertini coloca el balón y respira hondo mientras espera a que Casillas dirija la barrera. También a que Daudén Ibáñez pite, para que sea todo legal, no vaya a ser gol y la gloria momentánea se convierta en una broma de mal gusto en el coliseo blanco que se recuerde eternamente entre ambas aficiones. Minuto 96 de partido.
Pocos creen en la posibilidad del empate: ni madridistas ni atléticos, conscientes ambas aficiones del sino del club del Manzanares. Ejecutaba, por fin, la falta Il metronomo con precisión, a la manera milanista, y el empate subía al marcador. El balón había dado en la escuadra derecha de Casillas para después rebotar en la cabeza de éste. La suerte se volvía, por una vez, rojiblanca. Supo a victoria colchonera y a derrota merengue. Y dolió por la manera en la que se produjo.
Lo cierto es que desde que el Atlético de Madrid purgó sus vergüenzas en el infierno, el derbi madrileño parece resultar más importante para los rojiblancos que para madridistas. Mientras el Atlético ve en el duelo contra el Madrid el gran objetivo de la temporada, el Madrid se concentra en Liga, Champions y Barça, donde el orden de importancia lo indica la necesidad del momento. Esto es así, siempre y cuando el duelo vecinal no se salde con derrota o empate con deshonor, como el pasado 19 de enero, para los de Chamarín.
Figo iba para figura del partido y se quedó en segundo plano. Había logrado el empate cuando los suyos estaban con uno menos por expulsión de Helguera y sufriendo ante un timorato Atlético. Además, el portugués había adelantado a los suyos de penalti. El Real Madrid resurgía de sus cenizas y era entonces el que perdonaba una y otra vez, casi de forma despectiva. Hasta que ese vuelo tipo ave fénix lo paró la nariz de Burgos, que no Burgos con la nariz. Lanzó Figo su segundo penalti en busca del hat-trick y la mágia la hizo el Mono. Se le saltaron las lágrimas tras pararlo. De dolor, por el crochet de derecha. De retranca, pues había estado vacilando al 10 rival antes de su lanzamiento.
Albertini, que no haría mucho más durante el resto de la temporada y que ahora lo está haciendo muy bien con el Lazio, pasaba a formar parte del santoral rojiblanco con su gol, independientemente de lo que hiciera después. Burgos ya lo estaba. El que faltó fue Torres: lo único que hizo fue dar capones a Cambiasso para provocar el penalti mientras Demetrio ejecutaba la ilusión de la victoria local.
Cuasi campeones en el Calderón
El partido de vuelta fue otra historia. Ahí, el Real Madrid, entonces de Del Bosque, encontró la motivación extra en la posibilidad del título de Liga, y más cuando las noticias que llegaban de Vigo, donde el Celta recibía a la Real Sociedad, líder, eran positivas. Los de Luis Aragonés controlaron el partido siete minutos, lo que tardó Ronaldo en abrir la lata. A continuación se puso de acuerdo con Raúl (otra vez severo contra su pasado) y ambos terminaron marcando a pares. 0-4 y media Liga en el bolsillo. Casi una ofensa, no por la contundencia del resultado, si no por la compasión del Madrid, que no quiso pisar el acelerador ante el Atleti, una sombra de sí mismo. El Madrid reía el último.
Este miércoles se verá si Torres, que evitó la quinta amarilla ante el Málaga, y compañía son capaces de devolverles el 0-4. O al menos incomodarles la noche. Porque de la derrota se acuerdan más los rojiblancos que de su victoria los madridistas. Otra cosa es que en el Madrid no se haya olvidado todavía el gol de Albertini.
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