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Rachel Zegler, protagonista de ‘West Side Story’, consigue ser invitada a los Oscar tras quejarse en Instagram

La actriz no estaba entre los incluidos en la ceremonia del teatro Dolby el domingo por no estar nominada por su trabajo con Spielberg

Steven Spielberg y Rachel Zegler, durante el estreno de 'West Side Story' en Nueva York, en noviembre de 2021.Foto: charles sykes (ap)
Luis Pablo Beauregard

Con solo 1,70 de altura, Steven Spielberg tiene una colosal fuerza gravitacional en Hollywood. Esto quedaba claro hace algunas semanas, durante la comida de los nominados a los premios Oscar. Actores, actrices, productores y técnicos se acercaban al legendario director para saludarle, hacerle alguna pregunta o tomarse una fotografía. No todos los que trabajan con el ganador de tres estatuillas, que buscará su cuarto premio la noche del domingo, tienen su misma suerte. Lo supo Rachel Zegler, la María de la versión de Spielberg del musical West Side Story, que no estaba invitada a la gala. Después de una polémica en las redes sociales, la joven actriz y cantante ha sido incorporada a la ceremonia como presentadora. La figura de Zegler, que no está nominada, ha quedado opacada por la de su compañera Ariana DeBose, quien se llevó el Globo de Oro y el Bafta y es la gran favorita en la categoría de actriz de reparto. Es habitual que los cineastas no nominados tengan un asiento reservado entre las butacas del teatro Dolby, si su participación es relevante en título aspirante al Oscar a mejor película. En 2019, por ejemplo, la actriz Marina de Tavira, protagonista de Roma, desfiló junto a la nominada Yalitza Aparicio. Dentro del teatro estuvieron también actores que tuvieron papeles breves como suspiros en el drama de Alfonso Cuarón que distribuyó Netflix.

Zegler ha podido comprobar que los premios son una de las citas más exclusivas de Los Ángeles, incluso para las celebridades en pleno ascenso como ella. El domingo, un seguidor de la intérprete, de raíces polacas y colombianas, le preguntó en Instagram qué vestido llevaría en la ceremonia. “No estoy invitada, así que pantalones de chándal y una franela [camiseta] de mi novio”, respondió Zegler, que participa en Londres en una nueva versión de Blancanieves para Disney. El descuido logístico con la protagonista de un filme nominado a siete premios de la Academia del cine se hizo viral en poco tiempo. “Gracias por la sorpresa e indignación”, dijo Zegler después de la tormenta. “Yo también estoy decepcionada, pero está bien. Estoy orgullosa de la película”, añadió en un mensaje posterior.

Un publicista que conoce el trabajo de las campañas del Oscar, que prefiere no revelar su nombre para hablar con libertad, considera que la “pataleta” de la actriz pudo haberse manejado fuera de foco y haber conseguido el mismo resultado mediante una petición interna en Disney, el gigante mediático dueño de 20th Century Fox, el estudio que produjo la nueva versión del musical.

La Academia invita cada año a los nominados, que pueden acudir a la gala junto a un acompañante. Este año hay 230 aspirantes en 23 categorías. Incluso aquellos cineastas con múltiples nominaciones, por ejemplo la directora Jane Campion (guion, dirección, mejor película), tienen derecho a dos entradas por cada categoría (la neozelandesa tendría, por lo tanto, seis). Los organizadores las reparten también a integrantes de las producciones y a ejecutivos de los estudios. Dependiendo del número de nominaciones, las grandes favoritas pueden llegar a acaparar entre 40 y 60 tickets para la gran noche de Hollywood. Disney, gracias a muchas de las subsidiarias que controla, como Searchlight y Pixar, tiene derecho a decenas de entradas por sus nominadas: West Side Story, Nightmare Alley: El callejón de las almas perdidas, Luca, Encanto, Los ojos de Tammy Faye. La compañía ha guardado silencio en la controversia de la actriz.

La ceremonia de este año, sin embargo, está marcada por un problema mayor. Forzada por la cadena ABC, que retransmite los premios, la Academia modificó la estructura del evento para hacer el directo más ágil. Ocho premios serán repartidos una hora antes de que comience la emisión, lo que ha provocado el repudio de muchos profesionales, que consideran que el cambio crea una división entre premios de primera y segunda categoría. Un productor que se encuentra entre los aspirantes a Mejor corto de animación asegura que este año recibieron 12 entradas para la ceremonia. Los nominados en esta categoría recibían en años pasados, en promedio, unas ocho. El gesto de generosidad puede interpretarse como culpa por un hecho que ha despertado ganas de protesta. Jessica Chastain, una de las favoritas al Oscar a mejor actriz, ha dicho que no caminará por la alfombra roja porque estará dentro del teatro apoyando a las nominadas de Maquillaje y Peluquería de su película, Los ojos de Tammy Faye.

Aforo limitado y vacunas

El teatro Dolby tiene una capacidad para 3.300 personas. La de este domingo marca el regreso de la ceremonia a la que ha sido la casa de los premios desde 2001. El año pasado, los Oscar se celebraron en la estación de trenes de Union Station, en una noche limitada por la pandemia. El recinto no se llenará al 100% en esta gala. Solo serán asignados entre 2.500 y 2.600 asientos para mantener la distancia social. La Academia sigue las reglas sanitarias adoptadas por la industria y el sindicato de actores, que exigen a los asistentes tres vacunas contra la covid (el refuerzo incluido) y dos pruebas PCR negativas, una de estas en la misma fecha de la gala.

Unas 800 entradas estaban disponibles para nominados y presentadores en ediciones anteriores. El resto se repartía entre invitados de la cadena ABC, patrocinadores, empleados de la Academia, medio centenar de puestos de la organización (que tiene las funciones de un consejo de administración) y algunos invitados externos, entre ellos políticos y donantes del nuevo Museo del cine. Además, entre 500 y 800 entradas se sorteaban entre integrantes de la Academia, que ha pasado de 3.000 miembros a casi 10.000 en tres años. Ese reparto no se llevó a cabo este año para no saturar el teatro. Conseguir una entrada se ha convertido para muchos artistas en un sueño. La actriz latina Rosie Perez confesó el año pasado su frustración a Variety: no ha acudido a una ceremonia desde 1994, cuando fue nominada por Sin miedo a la vida (Fearless).

Mucho ha llovido desde la primera ceremonia, celebrada con 250 personas en el salón Blossom del hotel Hollywood Roosevelt, en la acera de enfrente del Dolby, en Hollywood Boulevard. La entrada entonces, en mayo de 1929, costó 10 dólares. La Academia vende un puñado de entradas cada año para el evento. Las más caras, en la zona de la orquesta, rebasan los 700 dólares (636 euros), mientras que los más económicos pueden adquirirse por 150 dólares para sentarse en los pisos superiores, junto a periodistas, publicistas, agentes y otros integrantes de la audiencia que bien podrían verlo desde la comodidad de casa.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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