S.A. Cosby, el nuevo fenómeno de la novela negra en EE UU: mucha acción, violencia y crítica social
Cuatro novelas le han bastado para conseguir éxito de crítica y público gracias a su combinación de lo mejor del género con una mirada muy particular a los problemas de su país
Shawn Andre Cosby tuvo su primera experiencia como contador de historias a los siete años. Vivía en una localidad costera de Virginia, su Estado natal, donde su padre trabajaba como pescador: una familia pobre y negra en el sur profundo de los Estados Unidos. Su vía de escape eran los cuentos que su madre le leía antes de irse a la cama, pero a él no le gustaban los finales y ella lo animó a reescribirlos. El primero le encantó y eso enganchó para siempre a S.A. Cosby (Newport News, 50 años) a la literatura. Más de cuatro décadas después, el autor de Lágrimas como navajas (Motus en castellano) está instalado en el club más selecto de la novela negra estadounidense, donde cuenta con el aplauso de la crítica, la admiración de sus compañeros (Michael Connelly o Stephen King, por ejemplo) y un incontestable éxito de público. La conversación tuvo lugar este jueves en un hotel de Madrid, donde ha acudido para participar en el festival Getafe Negro.
Dueño de un estilo notable, sus obras son capaces de aunar una crítica a la situación racial en Estados Unidos con dosis equilibradas de ingredientes esenciales del género: una acción muy eficaz en términos narrativos, intriga y tramas bien construidas. Pero ha sido con su cuarta novela, All the Sinners Bleed (su editorial en castellano la publicará a finales de 2024), cuando su proyecto ha culminado un camino iniciado en 2019. “George Floyd acababa de ser asesinado por la policía cuando empecé a escribir esta novela. Ese suceso me dejó hecho polvo y quería hablar de lo que estaba ocurriendo: del racismo de América, de la corrupción y la brutalidad policial. El proceso me ayudó a tratar con estos temas”, comenta resolutivo. Su voz y su bonhomía, o una sonrisa a veces, se abren paso desde un cuerpo de espaldas y manos masivas, que mueve con garbo.
En esta novela se aleja por primera vez de los fuera de la ley que poblaban sus anteriores libros y elige como protagonista a Titus Crown, el primer sheriff negro en un pequeño condado, un personaje roto que ha de lidiar con la parte más oscura del alma de esas tierras y cazar a un asesino en serie escondido en la aparente tranquilidad de la zona. “Titus es un hombre bueno, un hombre que hace lo que debe incluso si nadie está mirando. Eso es ser honesto. No es mi personaje preferido, pero creo que es el mejor. Era más fácil con los granujas, porque carecen de reglas, pero quería exigirme algo más”, analiza. El racismo, tan presente en sus novelas, adquiere aquí otra dimensión porque el protagonista lo sufre a pesar de su condición, sus estudios y su pasado en el FBI: “No digo que todo el mundo en Estados Unidos sea racista, pero el racismo juega una parte muy importante en todo lo que pasa en mi país”.
La parte social de sus historias la aborda levantando sobre el papel sólidos personajes alejados del cliché, hombres negros en situaciones complicadas que tratan de hacer el bien, de salir del submundo criminal, dejar definitivamente atrás un pasado que los condiciona y consume. “Primero pienso en los personajes, en qué quieren decir, luego viene todo lo demás. Eso es lo más importante, porque al fin y al cabo tramas de ficción no hay tantas”, explica. La pareja protagonista de Lágrimas como navajas (dos señores, uno blanco y el otro negro, radicalmente opuestos y unidos solo por sus antecedentes delictivos, el rechazo a sus hijos gais y el deseo de encontrar a quien los ha matado) es parte de la historia reciente de la ficción negrocriminal. Al hablar de sus personajes, surge su creación favorita: Beauregard Motage, mecánico, conductor habilidoso experto en atracos y protagonista de Maldito asfalto (Motus), su segunda novela, la que le dio el reconocimiento en plena pandemia. “Es un libro que quería hacer, se vendiera o no. Necesitaba escribirlo. Cuenta la historia de gente como aquella con la que crecí. Es un libro que me cambió la vida”.
“Writers tell lies to find the truth” [Los escritores cuentan mentiras para encontrar la verdad] reza el tatuaje que Cosby lleva en el antebrazo derecho. Verdad y culpa son dos de los grandes temas que recorren su obra, marcada por la presencia constante del sur de su país: los paisajes, el paisanaje y las injusticias. “Tienes que ser muy fuerte para vivir en el sur, un tipo de fuerza muy especial después de todo lo que ha pasado, pero es un lugar que adoro, donde está muy presente la fuerza de la comunidad”, comenta sobre la tierra que sigue habitando. En su discurso, y en sus historias, quedan unas pequeñas rendijas por las que se cuela algo de optimismo.
Tienes que ser muy fuerte para vivir en el sur, un tipo de fuerza muy especial después de todo lo que ha pasado
“La novela negra es el góspel de los pobres y los olvidados. Es el mejor género para abordar la crítica social. Se habla de dolor, pérdida y desesperación, pero de una manera que vemos y entendemos”, cuenta sobre el género que siempre ha preferido, como lector y ahora como escritor. Su santísima trinidad en ficción criminal la forman Walter Mosley, Dennis Lehane y Elmore Leonard. “Ellos me hicieron darme cuenta de lo que era capaz esta literatura. Son libros que se quedan contigo después de leerlos. Y ellos tres fueron mi impulso definitivo: hacen algo mágico, incluso si escriben sobre la oscuridad. Tenerlos como amigos ha sido un regalo. Ahora intento seguir su camino”.
La lectura y un profesor y luego mentor en la secundaria ––”el señor Jeffrey Bone”–– le hicieron creer en la literatura y en sus posibilidades, pero durante muchos años Cosby se apañó con trabajos físicos, muy distintos a la escritura. “Esto es una bendición. Me encanta contar historias”, celebra. “Cuando era pequeño, teníamos pocos recursos y no viajábamos. Mis novelas me han llevado por todo Estados Unidos y parte del mundo, ¿cómo no me va a gustar?”.
Cuando deje España, donde ha recalado por primera vez, Cosby volverá a Gloucester, la localidad de 3.000 habitantes en la que vive con su mujer y el entorno que le mantiene con los pies en la tierra cuando entra en la lista de los más vendidos de The New York Times o recibe los premios más prestigiosos del género. “Trato de encontrar un equilibrio, por difícil que sea, y ellos son quienes me ayudan”. En su casa trabaja unas tres horas por la mañana y dos por la tarde porque, considera, “no hay que forzar, hay que dejar que la cosa fluya”. Solo dos constantes en su rutina: su gorra de la suerte, que su esposa quiere tirar porque acumula polvo y cochambre, y su lista de reproducción para escribir, con temas de hip-hop estadounidense, Bruce Springsteen o música instrumental. Está trabajando, asegura, en una novela sobre una familia que tiene un crematorio y se mete en problemas con la mafia. Suena a S. A. Cosby en estado puro.
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