Verle la cara al metro (de Madrid)
La nueva sede del Metro de Madrid aflora a la superficie, anuncia un jardín y le habla de tú a las construcciones del norte de la ciudad
En Madrid, el metro ha salido a la superficie. Tiene fachada de ferrocarril y corazón vegetal. Fruto de una colaboración de tres estudios de arquitectura, Nexo, Andrés Perea y Gutiérrez-de la Fuente, que se presentaron juntos a un concurso público, este es un edificio-paisaje. Un inmueble que habla de la historia del metro y del futuro de la ciudad. Pero es también un símbolo y, sobre todo, un lugar ciudadano, un parque que ocupa las antiguas cocheras de la Plaza de Castilla de Madrid y busca la regeneración urbana. Lo hace a través del renacimiento de un solar que albergaba instalaciones obsoletas del metro y ahora sirve para alojar un edificio que centraliza las oficinas del Metro —el Centro Integral del Transporte, CIT— y que despeja el espacio para el futuro parque.
Junto a esas oficinas se irán construyendo más inmuebles: el CCOR (Nuevo Puesto de Mando) o el COMMIT (Consorcio Regional de Transportes), así como el Museo del Transporte. La vegetación los rodeará y los unirá. Entre los edificios, ese jardín interior, proyectado por Batlle i Roig Arquitectes, será público. Y acogerá, además de juegos y paseos, la recuperación de la fauna y la flora local. La vegetación llegará al mundo de rascacielos que despuntan en el norte de la ciudad.
Los autores de este proyecto defienden que el Metro es un símbolo de la ciudad, de su modernidad, de su puesta al día y de su movilidad social. Cuentan que, atravesando la ciudad, es un arqueólogo urbano. De ahí su empeño en que su edificio formara parte de un jardín que, en un ejercicio de circularidad material y cultural, busca mantener el legado de las antiguas cocheras. Y en un ejercicio cívico quiere ser un parque levantado recuperando, reutilizando y actualizando una infraestructura urbana.
Así, las escaleras metálicas, los mástiles y hasta las vías recuperadas mantienen el color amarillo, que es el de la cultura del propio metro. Y un antiguo depósito de balasto marcará el acceso al jardín y anunciará los tesoros ferrocarriles que el parque encierra.
El edificio ya finalizado, el CIT, sigue los principios de consumo de energía casi nulo nZEB. Esto quiere decir que cuenta con 56 pozos de geotermia y 512 módulos solares fotovoltaicos que reducen el consumo eléctrico del edificio. En el interior, la climatización funciona con una malla de vigas frías, alojadas en las bóvedas de las vigas prefabricadas en T. En el exterior, las cubiertas permeables e inclinadas recuerdan a los perfiles de las naves industriales del antiguo depósito, pero ahora albergan jardines.
La estructura del inmueble es de pantallas exteriores prefabricadas de hormigón armado, con forjados vistos de losa prefabricada en T, con perforaciones para el paso de instalaciones. La nueva sede del Metro toca el suelo con pilares metálicos, dobles HEM y en V, de color amarillo que remiten a las antiguas estructuras de las cocheras. En el vestíbulo que comunica la Avenida de Asturias con el jardín interior, un gran banco-metro evoca a los espacios de espera de los andenes.
El resto es jardín y allí el agua pluvial se infiltrará mediante zanjas y pozos que sirven como drenaje y reducen la necesidad de riego. También habrá agua circulando por una acequia que refrescará el ambiente e incorpora vegetación acuática. Las gradas verdes de acceso al jardín tendrán vegetación y pavimentos drenantes para permitir la infiltración de agua y evitar el sobrecalentamiento.
Batlle i Roig han diseñado ese jardín de especies autóctonas en parterres para crear biotopos y conseguir la máxima biodiversidad. Se regenera así la ciudad. Y en un jardín nacido de un almacén, los ciudadanos se reencuentran con el metro y con su historia centenaria.
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