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Antonio ‘El Bailarín’: genialidad, escándalo y una entrevista prohibida

Un documental recupera unas declaraciones del artista que transformó la danza española y que provocaron un escándalo y un secuestro judicial

Amalia Bulnes

Se activa el botón del play y la voz de Antonio El Bailarín suena ya gastada, aunque lleva hilvanado en cada palabra el orgullo propio del genio de la danza que no necesitó apellidos para alcanzar la gloria. “La retirada de mi carrera profesional se produjo en la ciudad de Sapporo, en Japón, en el 1978”, se le aprecia decir entre el sonido granuloso de una vieja cinta de casete. Son los años ochenta del siglo XX y es a partir de ahí cuando el artista irrepetible decae y emerge el personaje de escandalosa vida social, carne de los primeros programas sensacionalistas de una televisión en blanco y negro que se sentía atraída por la incipiente jet set marbellí y la futilidad de la vida aristocrática española.

Es precisamente en su casa de la Costa del Sol, bautizada Martinete, donde Antonio, que lo había sido todo en las artes escénicas y el cine entre los años cuarenta y setenta del siglo pasado, concede ya retirado una larga entrevista a un periodista, Santi Arriazu, que supuso el ocaso final de un mito. “La gestión que hizo de los últimos años de su vida fue inversamente proporcional a la precisión con la que había llevado su carrera profesional. Cuando se apagaron las luces del escenario, se encendieron los focos de los platós”. Lo explica el cineasta Paco Ortiz, director del documental Antonio, el bailarín de España, que se estrena este jueves en Sevilla, ciudad natal del artista.

La película, que recorre la asombrosa biografía de Antonio Ruiz Soler, está atravesada por la propia voz del genio de la danza en las grabaciones de esta entrevista que el periodista Santi Arriazu le realizó entre 1983 y 1984 para una conocida revista del corazón y que, ante el escándalo de sus declaraciones, llegó a ser secuestrada judicialmente a raíz de una denuncia de la Casa de Alba. “Solo amaría, amé y amaré a una persona, que ha sido Cayetana. Y he vivido con ella uno de los más bonitos, largos, emocionantes y fructíferos idilios que una persona puede vivir”, sentencia Antonio en un momento de la grabación en referencia a la duquesa de Alba, que fue la mecha que encendió la polémica de la que habló durante meses el país entero.

Una vez sorteados los escollos con la justicia, estas entrevistas se publicaron en un libro biográfico firmado por el propio periodista, pero nunca habían sido recuperadas las grabaciones realizadas en más de una docena de cintas de casete que el cineasta Paco Ortiz “daba por perdidas”. “La sorpresa fue cuando, tras muchas pesquisas, localizo a Santi Arriazu y me dice que las conserva y que vive en una zona de la costa de Huelva muy cercana a nuestro propio entorno de trabajo”. Esta joya sonora inédita se convierte entonces en el hilo argumental de la película, la historia de Antonio contada por Antonio, en un trabajo audiovisual que pretende poner en valor a una figura “que no ha vuelto a existir, ni tampoco existió antes” en la proyección de la danza española en el mundo. “Antonio sería algo así como la Rosalía de hoy; el fenómeno mundial que arriesga y triunfa siempre. Cambia de registro y vuelve a triunfar”, sostiene Ortiz.

Sin embargo, y a pesar de sus enormes aportaciones a la danza española —fue el creador del martinete, un palo flamenco reservado hasta entonces solo al cante; es el autor del célebre zapateado de Sarasate, incorporó las tachuelas que había conocido en Broadway al zapato flamenco para enfatizar el taconeo…—, acabó maltratado en la época final de su vida: “Ha sido una figura frivolizada a partir de los años setenta por su ambigüedad sexual, por sus relaciones con la aristocracia española y por las élites mundiales, y no ha pasado a la historia como el grandísimo artista que fue”. Lo asegura la catedrática de antropología social de la Universidad de Sevilla, Cristina Cruces, en un momento del filme. “Es mucho lo que debemos a este bailarín, bailaor, coreógrafo, empresario, artista y creador que elevó el nivel de la danza en nuestro país. Fue él quien dio el impulso para la existencia de un Ballet Nacional, el que diseñó inolvidables coreografías aún vigentes por su gran calidad, y sobre todo, el abanderado del reconocimiento del flamenco y la danza española de manera internacional”, añade.

Otra cancelación de este artista único que planea por el documental pudo venir por su etiqueta de artista del franquismo, algo que niegan categóricamente todas las voces participantes en el documental. Cruces, de hecho, pone como ejemplo su gira por la antigua Unión Soviética, que realizó contraviniendo órdenes del Régimen, puesto que no había relaciones diplomáticas con aquel país. “Antonio hizo toda su vida básicamente lo que le dio la gana”, asegura la catedrática.

Eran aún los años de gloria de un artista nacido de la calle, del que se conserva una primera grabación con ocho años en la que aparece bailando en los Reales Alcázares de Sevilla delante del rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. Con 16, ya hizo las Américas por primera vez, y empezó a conquistar escenarios de medio mundo. Este documental retrata “a quien mejoró la cara internacional de un país que mayormente proyectaba dictadura”, asegura su director: actuó en películas de Hollywood, tuvo a Charles Chaplin, Ava Gardner, Maria Callas y el propio Mijaíl Barýshnikov entre sus fans, impulsó y dirigió el primer Ballet Nacional de España. Aunque lo despidieron argumentando su carácter problemático. “Cuando has sido el único artista que ha visitado los grandes escenarios del mundo, te han invitado a la Scala de Milán, has triunfado en París y has tenido al propio Picasso rendido ante ti, la gestión de eso debe ser muy complicada; sobre todo si no tienes al lado a nadie que te diga: baja a la tierra, eres mortal”, reflexiona durante el documental la periodista y veterana crítica de danza Marta Carrasco.

La vida de Antonio es propia de una ficción, nacimiento, éxito, vida en la cumbre y ocaso final hasta el olvido actual. “En España no tenemos memoria para nuestros grandes nombres. Olvidamos claramente a quienes han construido el arte. Y Antonio es una figura a reclamar, una figura que debería representarnos a todos”.

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