Rasoulof desafía a la teocracia iraní desde Cannes con una rotunda película sobre las revueltas lideradas por mujeres
‘The Seed of the Sacred Fig’ y el hermoso filme indio ‘All We Imagine As Light’, de la directora Payal Kapadia, se suman a las favoritas para el palmarés de este sábado
El cineasta iraní Mohammad Rasoulof ya está en el festival de Cannes tras huir de su país, donde se enfrentaba a una condena a ocho años de cárcel, además de la confiscación de todas sus propiedades y un castigo a latigazos. Rasoulof ha participado en la jornada final de la sección oficial a concurso con su película The Seed of the Sacred Fig, un rotundo drama familiar de casi tres horas sobre la toma de conciencia de tres mujeres, una madre y sus dos hijas, ante la ola de protestas que empezaron en 2022 por la muerte de la joven Masha Amini, golpeada y arrestada por llevar mal puesto el velo. El cabeza de familia de la película de Rasoulof es un funcionario del régimen, un investigador que trabaja en los tribunales revolucionarios firmando sentencias de muerte.
Frente a la actitud todopoderosa y paranoica del padre, un hombre consciente pero pasivo ante las mentiras del régimen, las tres mujeres de su casa, cada cual con una mirada diferente a la realidad que las rodea, empiezan a cuestionar lo que ocurre al verse inmersas en la violenta ola de represión a través de la amiga de una de las hijas. Casi toda la película transcurre en el interior de la casa familiar de Teherán y en los móviles de ellas. Este recurso sirve a Rasoulof para contraponer todo tipo de archivos documentales de las protestas a otros materiales que emite la televisión oficial, canal por el que se informa la madre.
Rasoulof, que en el tramo final de su película da un potente volantazo hacia una especie de árido neowéstern rural, cruzó a principios de mayo a pie la frontera de su país sin pasaporte (lo tiene confiscado desde 2017) y pidió asilo político en Alemania. Según ha declarado a Le Monde, ha elegido el exilio para evitar volver a prisión. “Estuve en régimen de aislamiento durante cuarenta días en una habitación del tamaño de un sofá. No hubo tortura física, la evitan con la gente que tiene acceso a los medios de comunicación, pero sí hubo otro tipo de vejaciones, como no dejarte ir al baño para que te dé miedo hasta beber”. Rasoulof, que en 2020 logró el Oso de Oro de la Berlinale por El diablo no existe, no había vuelto a Cannes desde 2017, cuando también fue premiado en la sección Una cierta mirada por Un hombre de integridad. El alegato político de The Seed of the Sacred Fig es una emocionante respuesta al brutal ensañamiento contras las mujeres del régimen iraní y sitúa a la película de Rasoulof entre las candidatas a formar parte del palmarés de este sábado.
Este viernes también concursó la película de animación francesa La plus précieuse des marchandises, de Michel Hazanavicius (The Artist), un cuento sobre un bebé judío arrojado a la nieve desde un tren de deportados a Auschwitz que fue el último trabajo de Jean-Louis Trintignant, como narrador. No fue la única película francesa de los últimos días: el folletín de amor adolescente L’amour Ouf, dirigida por el actor Gilles Lellouche, tiene todas las papeletas para arrasar en la taquilla nacional pero ha aportado muy poco, por no decir nada, al concurso.
Todo lo contrario puede decirse de la preciosa película india All We Imagine As Light, de la directora Payal Kapadia; junto a Anora, de Sean Baker, Grand Tour, de Miguel Gomes y Caught by the Tides, de Jia Zhang-ke, se sitúa entre lo mejor de este año en Cannes.
Kapadia es una cineasta de 38 años que ya cautivó al festival hace tres cuando debutó, dentro de la Quincena de cineastas, con su película A Night of Knowing Nothing, premiada entonces como el mejor documental. Si en aquel trabajo Kapadia configuraba con una narración epistolar de tono intimista un caleidoscopio de archivos alrededor de la resistencia, también la del propio cine, en All We Imagine As Light se centra en la relación de amistad entre dos enfermeras que viven en Mumbai. Con una delicadeza que sobrecoge, pese a ser por momentos tan huidiza como sus personajes, Kapadia explora las relaciones y emociones de estas mujeres con una belleza y sensualidad muy particulares. El tramo final, ya lejos de Mumbai, en un pueblo de la costa, justifica todo el entusiasmo que ha despertado la película.
El jurado presidido por la actriz y directora estadounidense Greta Gerwig tiene sobre la mesa dos Palmas de Oro incuestionables, Anora y Grand Tour, pero la película de Kapadia también cuenta con serias opciones. Sin duda, Rasoulof podría llevarse un merecido reconocimiento de lectura política por las terribles circunstancias que rodean a su valiente película, y Coppola tal vez se lleve un premio especial por toda su carrera, como ocurrió hace dos años con los hermanos Dardenne. No sería raro tampoco que el fenómeno de Emilia Pérez, el narco musical queer de Jacques Audiard, rascara algo, está en todas las quinielas de la Palma de Oro, aunque palidezca en comparación con las demás obras mayores.
Babelia
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