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Diego Anido, actor de ‘As bestas’: “Se habla mucho de lo bonito que es escapar de la ciudad al campo, pero no de que luego muchos salen por patas”

El intérprete ha dado el gran salto al cine tras dos décadas despuntando como creador teatral en los circuitos de vanguardia

El actor Diego Anido, retratado en el Teatro del Barrio de Madrid. Foto: LUIS SEVILLANO | Vídeo: EPV
Raquel Vidales

Diego Anido es conocido desde hace dos décadas en los circuitos de teatro de vanguardia. Por un lado, por sus trabajos en la Agrupación Señor Serrano, unas de las compañías españolas de mayor proyección internacional, ganadora del León de Plata de la Bienal de Venecia en 2015. Por otro, por sus singulares espectáculos unipersonales. Ha estrenado cinco desde 2005 y estos días presenta dos (El dios del pop y El alemán) en el Teatro del Barrio de Madrid. Pero el gran público empieza a conocerlo ahora por su participación en As bestas, la película de Rodrigo Sorogoyen que parte en los próximos Goya con nada menos que 17 nominaciones. Una de ellas es la suya en la categoría de mejor actor de reparto. Nacido hace 46 años en Santiago de Compostela, conoce bien el ecosistema en el que se desarrolla el filme, una aldea de la Galicia profunda en la que estalla el conflicto entre lo rural y lo urbano.

Pregunta. Usted se crio en Santiago de Compostela, después emigró a Barcelona y finalmente decidió volver a Galicia e instalarse en el campo. En su caso, ¿el mundo rural ha ganado la partida a la ciudad?

Respuesta. Para mí ese choque no existe. Yo siempre he sabido a qué huele el campo. El problema está en que se habla mucho de los viajes de ida y poco de los de vuelta. Es decir, se suele contar lo bonito que es irse al campo, escapar de la ciudad, montar un hotel rural, organizar una comuna, lo que sea… pero no de lo que realmente supone vivir en el campo ni de que muchos salen por patas. Me parece extraño que la gente se esté dando cuenta ahora.

P. Entonces, ¿es tan duro como lo pinta la película?

R. El campo tiene unas durezas y la ciudad otras. En un entorno como el gallego, por ejemplo, el clima es duro, la humedad es tremenda y es difícil de llevar porque la sientes en la respiración, en las mucosas y hasta en el carácter de la gente. Para soportar de un año a otro en el ámbito rural tienes que entender el ritmo del lugar. No vale con llegar de la ciudad y querer cambiarlo todo. Ese es lo que hace que la película sea tan potente. El suceso que relata es excepcional, pero el sustrato es universal y vale tanto para Galicia como para cualquier otro lugar.

P. A pesar de todo, usted ha elegido el campo.

R. Por la calidad de vida. No estoy diciendo que en una ciudad grande no se pueda tener calidad de vida, pero llega un momento en que necesitas prosperar, tener hijos… Eso en Barcelona generalmente significa irte alejando cada vez más del centro hasta que un día te das cuenta de que estás viviendo en una aldea. Y para vivir en una aldea a una hora de Barcelona, prefiero vivir en una aldea gallega. Así que me volví a mudar con mi pareja a Galicia. Todo el mundo nos dijo que estábamos locos, que en Barcelona estábamos muy bien ubicados profesionalmente.

P. Pero es mucho más difícil desarrollar una carrera artística en la periferia, ¿no?

R. Es cierto que muchas veces si las cosas no ocurren en Madrid o Barcelona tienen menos visibilidad. Pero hay que aprender a vivir con eso. Digamos que hay que esforzarse para surfear las olas de la centralización artística. Hay que tener flexibilidad, tesón para moverte, coger transportes de aquí para allá. Se puede hacer y a mí me va bien, aunque eso no quita que me tenga que esforzar un huevo.

P. ¿Por eso sus espectáculos son monólogos fáciles de transportar?

R. No. Eso es mi sello. Mi manera de estar en el escenario. Estoy todo el rato mirando al público. No hay cuarta pared. Yo estudié en una escuela de artes escénicas muy pequeñita, pero tuve suerte porque durante esa formación comprendí que un actor puede generar su propio material. Por eso empecé a trabajar solo.

P. Eso implica saber un poco de todo, ¿no?

R. Yo hago cosas con la voz, con el cuerpo, con la dramaturgia y con la interpretación que posiblemente no haría si me hubiera formado de una manera académica en todas esas disciplinas. No digo que la formación sea mala, pero en mi caso eso me ha llevado a atreverme a hacer cosas que un bailarín o un músico de conservatorio quizá no se atreverían. Yo soy producto del fracaso escolar: como mi familia veía que era difícil que hiciera algo académicamente útil, dejaron de preocuparse en ese sentido y eso me dio una libertad tremenda. A veces eso puede llevar a la dejadez o la pereza, pero a mí me benefició.

P. ¿Cree que la nominación al Goya le va a cambiar la vida?

R. Obviamente, sí. Pero no como tú piensas. En lo superficial, es evidente que va a tener consecuencias: quizá más dinero, más trabajo, más estrés. Lo importante no es esto, sino los cambios que se producen en estados más profundos y que afectan a tu manera de pensar o de ser. Y ahí hay que estar alerta. En cualquier caso, yo estoy preparado para lo que venga. Hace 10 años quizá no, pero ahora tengo claro que sí. Tanto para el éxito como para llevarme un chasco.

Anido, durante la entrevista.
Anido, durante la entrevista.Luis Sevillano
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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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