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LITERATURA

Calcuta, la ciudad de la oscura Kali, se convierte en escenario de novela negra

Abir Mukherjee, que ambienta sus historias policiacas en la capital bengalí en tiempo del Raj, la reivindica como gran metrópoli literaria

Jacinto Antón
Un policía europeo subido en un 'rickshaw' tirado por un indio en Calcuta hacia 1919.
Un policía europeo subido en un 'rickshaw' tirado por un indio en Calcuta hacia 1919.

Aunque su patrona es la diosa Kali, etimológicamente “la oscura”, hasta ahora Calcuta no era una ciudad especialmente significativa para la novela negra. Eso ha cambiado felizmente con El hombre de Calcuta (Salamandra 2021), de Abrir Mukherjee, una obra en la que la metrópoli bengalí, con su opresivo calor húmedo y su exotismo, se revela como un extraordinario escenario del género. El escritor inglés de origen indio (Londres, 46 años), que interviene virtualmente en BCNegra este sábado, ambienta su novela en la Calcuta de 1919, cuando tras la Primera Guerra Mundial se vive en la ciudad un brote nacionalista contra la ocupación colonial británica. El asesinato de un alto funcionario del Gobierno, un pukka sahib, un sahib de primera, en uno de los barrios más miserables de la urbe y cerca de un prostíbulo pone en marcha una delicada investigación contra reloj a cuyo frente se coloca al capitán Sam Wyndham, recién salido de las trincheras de Francia con un trauma de combate que sólo conjura con opio. Este Sherlock Holmes del Raj, con un pasado en Scotland Yard, tiene su Watson en un sargento indio de la policía imperial, Surendranath (Surrender-not para sus colegas ingleses) Bannerjee. Juntos se sumergen en un caso que hunde sus raíces en la corrupción, el terrorismo, el racismo blanco y la sordidez moral y sexual de la ciudad. Más allá de la intriga detectivesca (con inesperadas notas de humor), la novela -con la que arranca una serie de gran éxito- describe magistralmente la época, retrata a personajes reales como el comisario Lord Charles Taggart, o los líderes del movimiento separatista Jugantar, y supone un verdadero viaje a Calcuta y su historia. “Calcuta es uno de los lugares más remarcables que se puedan visitar y una ciudad muy especial para mí”, señala Mukherjee en una entrevista telemática con este diario.

“Es la ciudad en la que nacieron mis padres y en la que todavía tengo familia. De niño pasé muchos veranos e inviernos allí, y como adulto me ha atraído muchas veces. Llevo su cultura en la sangre. Mi padre, a pesar de que pasó casi cincuenta años de su vida en Gran Bretaña, murió durante una visita y esparcimos sus cenizas en el río de la ciudad, el Hugli, un tributario del Ganges. Fue como si hubiera vuelto a su casa”. El novelista subraya que Calcuta tiene otra cara más allá de la que se ha popularizado en occidente, la ciudad de la Madre Teresa y los huérfanos malnutridos. “Calcuta es una ciudad literaria, una ciudad culta, la ciudad de Rabindranath Tagore. Una ciudad que tenía más teatros que Londres y Nueva York juntos y publicaba más revistas literarias que Londres y París combinados. El tipo de lugar en que un taxista puede citar a Shakespeare y la única ciudad que conozco en la que hubo alborotos porque la feria del libro acabó un día antes”.

Para el escritor, la moderna Calcuta lleva su historia como un cilicio. “Siempre está ahí, acechando detrás, cerca de la superficie, en la forma de un edificio colonial que se desmorona o un nombre de calle en inglés, o una estatua en la que el caballo data de época colonial, pero el héroe británico que lo montaba ha sido apeado sin ceremonia y reemplazado por la estatua de bronce de un luchador indio por la libertad”. Mukherjee subraya que el siglo XX “no fue amable con Calcuta”. Y recuerda la hambruna durante la Segunda Guerra Mundial en la que murieron tres millones de personas y que fue agravada por las decisiones de Churchill. “La Hambruna de Bengala de 1943 es un holocausto olvidado: los británicos somos más efectivos en manejar nuestra historia que otras naciones”. Y luego está la partición, añade, “con millones de refugiados huyendo de un terrible baño de sangre y encontrándose sin nada excepto las calles de Calcuta, la gran ciudad más cercana a la frontera con Pakistán Oriental”.

El Writers  Building, sede de la administración británica en Calcuta y uno de los escenarios de la novela de Mukherjee, hacia 1920.
El Writers Building, sede de la administración británica en Calcuta y uno de los escenarios de la novela de Mukherjee, hacia 1920.

Los sentimientos personales del escritor hacia Calcuta oscilan, dice, entre el amor y la exasperación. “Pese a sus terribles problemas, tiene un corazón y una personalidad enraizados en el amor y el humor. He descubierto que muchas ciudades duras, de gente trabajadora, tienen un ambiente similar. Desafío a cualquiera a ir a Calcuta y no enamorarse secretamente de ella. Es un lugar que engaña mucho”.

Sobre la decisión de situar la novela en 1919, explica que es una época fascinante, un período que ha sido muy importante para la India moderna y Gran Bretaña, y que muestra “lo mejor y lo peor” de ambos pueblos. “Es también un tiempo que ha sido escondido bajo la alfombra o romantizado. Quería explorarlo desde la perspectiva de un hombre, mi policía, para el que todo eso es nuevo. Calcuta es única y también lo es su historia. Fundada por los británicos en 1690, estaba en el lugar menos británico de la tierra, en medio de pantanos infestados de malaria en las junglas de Bengala. Sin embargo, creció rápidamente para convertirse en una rica y poderosa metrópolis. En la época de la novela, era la primera ciudad de Asia, glamurosa y exótica como ninguna otra en el mundo. Pero estaba sometida a grandes cambios y era el centro del movimiento de liberación, un semillero de agitación contra la dominación británica”.

Resulta curioso que siendo Mukherjee de origen indio escoja como protagonista y narrador a Wyndham. “Aunque el sargento Banerjee también es protagonista, escribí la novela desde la perspectiva del inglés porque, siento decirlo, no estaba seguro de poder escribir con autenticidad desde la perspectiva india. Me es más fácil escribir desde el punto de vista del inglés. No sé si eso es algo bueno o malo. También es cierto que mi objetivo era abrir los ojos a los británicos acerca de nuestra propia historia, y pensaba que los lectores se identificarían más con esa perspectiva, aunque muy diferente, por supuesto, de las narrativas coloniales al uso”. El novelista no tiene dudas acerca del Raj. “La idea de que fue algo en última instancia beneficioso es ridícula. La dominación colonial británica en la India fue igual que los poderes coloniales en cualquier lado: un pecado mortal contra aquellos a los que gobernaron y a los que veían como seres inferiores”. Añade que cuando oye la socorrida frase que les absolvería de todo, lo de que “al menos les dejamos los ferrocarriles”, se indigna: “El hecho es que los trenes eran una herramienta de control, usada para llevar tropas donde hicieran falta y para extraer las riquezas de la India más eficientemente y conducirlas a los puertos”. La verdad, resume, “es que el recuerdo de los británicos en la India es uno de pillaje económico, mala administración y que llevó a la muerte a millones y a empobrecer a un país próspero”. Muchos británicos, reflexiona, no conocen su historia y, así, a diferencia de otros países, no han de afrontarla. “Si supiéramos más lo pensaríamos dos veces antes de tomar decisiones tan lamentables como el Brexit”.

Un policía indio de Calcuta en la época de la novela.
Un policía indio de Calcuta en la época de la novela.

En El hombre de Calcuta aparece un líder revolucionario llamado Jatindranath Mukherjee, El Tigre. ¿Un pariente? “Ay, no”, ríe el novelista. “Ojalá. Fue un verdadero héroe de Bengala y el movimiento de independencia indio. Lo mataron los británicos, hay estatuas suyas por toda la India. Lo único que compartimos es el apellido. Pero si hay alguna conexión entonces seguro que yo provengo de una rama familiar mucho más cobarde”. Se le podría reprochar al escritor que saque poco partido a Kali, una diosa que trae recuerdos de los estranguladores thugs, de Sleeman, de Sandokán o de aquella terrible novela de Dan Simmons, La canción de Kali (Ediciones B, 1993). “En las siguientes novelas aparece más, y visitamos unos de sus templos, pero es cierto que está sorprendentemente tranquila. Me encantaría escribir una novela en la que jugara un papel más prominente, sobre todo porque ha tenido tan mala prensa en occidente. Se la suele representar como la diosa de la destrucción, pero es también la del renacimiento, y simplemente un avatar y la parte oscura de la diosa madre Durga, que es la verdadera diosa de Calcuta”.

¿Se encontrarán Wyndham y Banerjee con los tigres devoradores de hombres de las Sunderbands, allá al lado? “Buena pregunta, en los siguientes tres libros ya les vemos viajar a un estado regido por un marajá, así como a Bombay, Assam; y en una novela conocemos el pasado del capitán como policía en Londres. Han estado en una cacería de tigres, pero los tigres no llegan a matar a nadie, ¡aunque los elefantes sí!”.

Antecedentes bengalíes

Abir Mukherjee explica que sus novelas no son las primeras del género policiaco en que aparece Calcuta. “Bengala tiene una rica tradición de novela de crímenes y que se remonta al menos a 1920 cuando un autor llamado Saradindu Bandhyopadhyay creó uno de los detectives más queridos de la India, Byomkesh Bakshi, la respuesta india a Sherlock Holmes, y cuyas aventuras se desarrollan principalmente en la propia Calcuta. Sin embargo, esas historias parecen existir en un vacío, pese a transcurrir en época colonial, se centran sólo en los indios y hay pocas referencias a los británicos. Es cierto que durante ese tiempo en que se luchaba por la independencia física, esas novelas suponen una forma de independencia cultural. Desde entonces ha habido otros detectives de ficción basados en Calcuta. El cineasta Satyajit Ray, que es de la ciudad, escribió una serie de novelas ambientadas en la ciudad protagonizadas por su detective, Feluda. Esos libros, en la tradición de Conan Doyle y Agatha Christie, muestran al lector un puzle a resolver. Lo que parece no haber es una serie policiaca centrada en el día a día de la gente de la ciudad, y eso es lo que está cambiando con una nueva generación de escritores”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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